Kenel Swing es quizás el guacharaquero más visible de la música comercial vallenata. Quizás le ayuda el formato poco convencional del grupo Kvrass, donde se roba el show y el protagonismo en las entrevistas. En entrevistas con medios donde suelen brillar el cantante y el acordeonero, Swing toma la palabra y habla de su liderazgo, un poco común liderazgo que comparte con sus compañeros de grupo, porque hace seis años, cuando Kvrass se fundó, hicieron el pacto de que los cinco: dos cantantes, dos acordeoneros y el guacharaqueros compartirían el protagonismo. Lo demás, quizás ha sido, personalidad, chispa.
Ahora, Swing está en el Festival de la Leyenda Valleanta, no solo para cumplir los compromisos de Kvrass, sino para poner todo su conocimiento en la ejecución de la guacharaca en el conjunto con el que Julián Rojas Terán, rey vallenato 1991, aspira a conseguir su segunda corona.
Swing, famoso en lo comercial –su grupo ha estado nominado dos veces al Grammy Latino-, tiene una trayectoria festivalera de 13 años. Cuenta que llegó a tocar la guacharaca por despecho, porque de adolescente buscaba ser futbolista y era bueno. Las puertas de los clubes de fútbol se le abrían, pero tomar en serio esa vocación requería de mucha inversión. “Mis papás no tenían los recursos para enviarme, por ejemplo, a otra ciudad, donde tenían que costearme hoteles y otros gastos –recuerda-. Cuando me llamaron del Junior y no fue posible, medecepcioné. Me puse a llorar una tarde. Y mi papá me había dejado una guacharaquita sobre un escaparate. La cogí y comencé a ensayar”.
Y nunca más volvió a dejarla olvidada en el escaparate. Ensayó a diario y mucho. Recuerda que los vecinos estaban aburridos. “Ese man si jode con esa guacharaca”, oía decir. A los tres meses ya la dominaba y descubrió que lo hacía bien porque un día se encontró con ‘El Nene’ Carrascal, ahora acordeonero de Kvrass, que le dijo: “Te conozco como futbolista, pero me dijeron que tocas la guacharaca”. Y acto seguido lo invitó a acompañarlo a un toque que, cosa irónica, era para unos jugadores que habían llegado a Valledupar.
“Me gané 10 mil o 15 mil pesos –recuerda-. Entonces, me alegré. Pensé: si con el fútbol a mi mamá y a mi papá les toca gastar plata, entonces yo con esto más bien voy a traer plata”. Y siguió ensayando con toda la fe puesta en la nueva vocación que había descubierto. “A los tres meses ya estaba en una tarima tocando en el Festival Vallenato, cuando se hacía en la Plaza Alfonso López”, recuerda. Tenía 16 años, han pasado 13 desde entonces.
De sus correrías en el Festival, Kennel recuerda las épocas en las que el reglamento permitía que los músicos acompañantes –cajero o guacharaquero- acompañaran a más de un aspirante a rey vallenato. “Hubo un año en que concursé con seis, tres aficionados y tres profesionales”. Las eliminatorias son simultáneas en diferentes escenarios, el guacharaquero tenía que correr de una tarima a otra. Hasta se ganó el reclamo del papá de un participante que le echaba en cara el pago y le exigía permanecer ahí. “Desde entonces hacia acá maduré un poquito musicalmente, soy consciente del desgaste físico. Esta vez voy con el maestro Rojas, la participación más importante de las que he hecho en el Festival. Pero están los compromisos con Kvrass y por eso ya las cosas han cambiado”.
Kenel nunca ha faltado a su cita festivalera y dice que mientras pueda y esté en el país para estas fechas, seguirá participando año tras año. “Que sea el guacharaquero más famoso, eso no lo digo yo, sino ustedes –concluye-. Pero sí sé que el estar en Kvrass, una empresa en la que todos participamos, ha motivado a otros músicos a pensar que sí pueden armar y liderar sus propios grupos”.
@lilangmartin
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