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De Andrés Landero hay que saber que fue el rey de la cumbia en acordeón; que cuando en 1968 se fundaba el Festival Vallenato, que impulsó los cuatro aires del Valle de Upar y la Guajira, Landero, un acordeonero sabanero ya había estado ganando medallas culturales en México tocando porros, cumbias, chandés y pajaritos en acordeón.

En torno a su figura como juglar -«El más parecido a Francisco El Hombre»-, el profesor de Filosofía sanjacintero Numas Armando Gil, experto en músicas folclóricas de las sabanas de Bolívar, elaboró la tercera de su serie de investigaciones agrupadas bajo el título de Mochuelos cantores de los Montes de María. Esta vez, su libro lleva el nombre de Andrés Landero, El Clarín de la Montaña.
 
Su trabajo, que comenzó hace 11 años en afiliación con la Facultad de Ciencias Humanas y Filosofía de la Universidad del Atlántico, ha abarcado estudios sociológicos y antropológicos de la región y la investigación en torno a figuras legendarias de su folclor. Su primer estudio giró en torno al compositor Adolfo Pacheco Anillo -autor de El Mochuelo-, el segundo se centró en el gaitero Antonio ‘Toño’ Fernández, líder de Los Gaiteros de San Jacinto que en los años 60 llevaron la gaita por Europa y Asia, continúa con la vida de Landero (que trae un CD documental con la música de Landero, hecho por el músico Rodrigo Rodriquez, con siete canciones inéditas del acordeonero).

En el libro se puede descubrir la inclinación de Landero, Sanjacintero también, a buscar la inspiración en las tristezas de la vida, su obsesión por imitar con el acordeón el canto de los pájaros, su lugar como discípulo de Pacho Rada, que se la pasaba en el pueblo tocando parrandas con Abel Antonio Villa.
 
«Podríamos decir que le negaron la corona de rey vallenato», dice Gil, proque acudió al festival a participar en su comienzos y fueron otros los que ganaron. Además resalta que estuvo presente en esa parranda que se hizo en Aracataca, antes de la fundación del Festival, y que muchos consideran como el «verdadero primer Festival Vallenato».
Gil afirma que todas sus investigaciones se centran Montes de María (incluye San Juan, San Jacinto, El Carmen, Zambrano, Ovejas, San Onofre, San Cayetano, El Guamo) porque lo siente como un deber con su tierra, en vista de que la música de acordeón que ahora se ha ganado todos los aplausos es la que se hace en el Cesar y La Guajira.
«Orlando Fals Borda -cuenta Gil, cuyo proximo volumen se enfocará en Los Hermanos Lara, otros gaiteros de San Jacinto que nadie reconoce- escribió cuatro volumenes sobre el Sinú y la orilla del río, pero dejó por fuera El Carmen de Bolívar, abandonó donde nació el Porro. Fals Borda me dijo cuando saqué el primer libro que esto le daba continuidad a los volúmenes que él tiene. Con el tiemmpo se verá que esto es historia, antropología y música. Es la reivindicación de los vencidos».
¿Vencidos por qué?
Por el azar, la necesidad y el Estado que ha abandonado a sus artistas populares que mueren en la miseria, excepto de algunos que tienen privilegios políticos como Escalona. Pero la mayoría de músicos mueren en la miseria, más en la Costa.

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