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Pensando en los shows que traen aquí artistas como Juan Luis Guerra o lo que hace el mismo Juanes y recordando el bonito escenario y espectáculo del lanzamiento del disco de Jorge Celedón, sumado a una conversación que tuve con Peter Manjarrés en el concierto de Nuestra Tierra, en el que el vallenato se veía bien con juegos de luces, decidí hacer una nota crítica que saldrá en los próximos días en EL TIEMPO. Hablé con varios implicados en este tema, pero nadie dijo las cosas con la contundencia de Pipe Peláez. Así que lo dejo hablar a continuación:

 

«Parto de la siguiente frase: Nos falta proyección -dijo Peláez-. Soy un eterno luchador en defensa de nuestra proyección. Y le llamo así a una puesta en escena como debe ser, a la forma en que vamos a presentarnos como artistas. El hecho de que seámos de La Guajira o del Cesar no significa que tengamos que ser unos analfabetas. Los artistas vallenatos de la nueva generación somos gente preparada, universitarios, con un grueso cultural adecuado.

«Hoy en día, tenemos algo interesante para trabajar, en pos de nuestro producto. Somos el único género popular en Colombia que tiene un Grammy, porque nuestra música es original y mágica. Tiene la particularidad de contar historias, describe paisajes con facilidad, tiene un lenguaje directo a la hora de ser melodioso. Y es cadenciso. A la hora de ser pictórico y jocoso, también puede llegar a burlarse hasta de la sociedad, tiene un sinfín de connotaciones para desarrollar.
 
«Volviendo a la proyección, nos ha faltado ser un poco egoístas. Esa falta, se la debemos a una cantidad de personajes que saben mucho de nuestro folclor, pero que sí han sido egoístas con la evolución del mismo. Si los artistas hacemos una cosita medio diferente, fusionamos algo o intentamos buscar un sonido nuevo, todo el mundo nos cae encima. El vallenato tiene muchos jueces que, por lo general, también son de La Guajira y del Cesar. Ellos quieren que reviva el vallenato de Alejandro Durán y que no se haga nada más. Atacan que no hacemos vallenato puro, pero no tenemos la culpa de que nuestro vallenato sea diferente. Ojalá yo hubiera nacido a la orilla del río, sin nada de contaminación visual y auditiva, que me obligara a componer diferente. Ojalá yo hubiera nacido en la misma época de Leandro Díaz, para componerle al paisaje, al amigo que se va.
 
«Respetamos mucho a maestros como él, que son parte de nuestra tradición folclórica. Pero muchos no han dejado evolucionar el folclor. El vallenato es tan particular que tiene jueces, que en cuanto uno trata de evolucionar en lo comercial, te caen encima y dicen que estás atentando contra el vallenato. Y eso ha generado una falta de colegaje entre nosotros mismos. Porque el día en que nosotros, los artistas vallenatos, nos pongamos de acuerdo para decir: «Señores, vamos a cobrar tanto. Nosotros somos los que más llenamos estadios aquí, somos los que más vendemos música en el país, así que vamos a fijarnos unas tarifas para unificar precios y poder exigir que nos pongan la misma infraestructura con la que presentan a los artistas internacionales», el día en que pase eso, la historia del vallenato se va a partir en dos.
 
«Vivo con un sentimiento de tristeza en este aspecto, porque no todo es plata siempre. Artistas como nosotros -Peter, Silvestre, Jorgito, Villazón y yo que, gracias a Dios, somos los que más estamos trabajando y llevando la batuta desde el punto de vista económico- conocemos esa maquinita bastante interesante de hacer dinero. No es un secreto: tocamos tres y cuatro conciertos cada semana. Pero, vaya usted a ver en qué condiciones. Pasamos un rider (listado de exigencias técnicas)  y cuando llegamos al show, los empresarios -que son los mismos que nos esetán contratando desde Rafael Orozco y Diomedes Díaz-, no han puesto todo. Malacostumbraron al género y nosotros también nos malacostumbramos a que si nos ponen un sonido medio medio, ahí, ahí, ya cuando llegamos a la tarima, decimos: «Bueno, ya qué». Y ante una Plaza de Toros llena, nos da lo mismo que nos pongan tres lucecitas. Porque ya nos limitamos a llevarnos la plata. Ahí vamos perdiendo.
 
«Si dejamos que pase esto con un empresario, este le dice al otro y al otro. Nos ha faltado criterio y colegaje para que no se desvalorice nuestro producto. En cambio, tú ves lo que pide Marc Anthony, lo que pide Fonseca, que es local, y es una cosa organizada, como debe ser. Da especificaciones hasta de la distancia que debe haber entre instrumento e instrumento en la tarima. Eso nos está faltando.
 
«Cuando el vallenato llegue al nivel de llenar esetadios y cosas grandes, ya no vamos a hacer tres o cuatro conciertos semanales. Porque hacemos muchos conciertos semanales de mediana calidad. Hacemos todo lo que salga, pueblos pequeños, fiestas privadas, el quinceañero. A mí me pusieron un montaje espectacular con Silvestre en la Plaza de Toros de Manizales, metimos ocho mil personas. La entrada ameritaba la inversión para el empresario. Una fiesta privada no va a ser igual, tampoco un pueblo pequeño donde el poder adquisitivo no va pagar una entrada mayor a diez mil pesos. El día en que el vallenato adquiera ese nivel vamos a estar tocando como Carlos Vives, que hace menos conciertos, pero cobra más. Ojalá podamos llegar eso: Cobrar más y tocar menos. Ese punto sería chévere, porque todavía nos dicen: A la caseta y vamos, al concierto de colegio y vamos, al bazar, a la fiesta X, a todo le jalamos. Y nuestro género está en la cúspide, pero no lo valoramos.
 
«Me fascina cuando me ponen un escenario con luces, mira el escenario tan hermoso que ponen en el Festival Vallenato, el que hay en La Feria de Cali, un estadio lleno con un buen escenario te da una sensación bonita, otra sensación. Te hablo en nombre de colegas míos que también lo han comentado. Cobrar más y tocar menos sería el punto de llegada en este proceso. Nos daría tiempo para vivir como personas más normales. Somos las personas menos normales de los artistas populares».
Ver: El talón de aquiles de los artistas vallenatos.

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