Daniel Calderón es la imagen de unos ‘Gigantes’ más jóvenes y alegres
Antes de Daniel Calderón, Los Gigantes del Vallenato estaban clasificados en la mente del público colombiano como un grupo que tuvo su cuarto de hora en los 90, cuando los vallenatos ortodoxos se rasgaban las vestiduras ante lo que consideraban «vallenato llorón». Y se las rasgaban doble, porque vendían muchos discos.
Pero Los Gigantes se negaron a quedarse en esa época. Y su estrategia fue de largo plazo y calidad, contraria al inmediatismo que suele regir el calendario de otros artistas. El disco Así somos (2006) fue la base de la renovación.
Los Gigantes apostaron por los videos de calidad, lo suficientemente buenos para abrirle al vallenato un nicho en canales como Htv y Ritmo Son y con una cara joven, como la de Daniel Calderón, de 23 años, en el frente. Así, de la mano de Aventura, Quién eres tú y Cómo te atreves, el grupo que ahora estrena el nombre de Daniel Calderón y Los Gigantes volvió a la escena juvenil.
Calderón presenta Duele, el primer video del disco que está por lanzar titulado Vía libre. La canción, que habla del dolor de no haber conquistado a una mujer, comenzó a sonar en época del Festival Vallenato. Pero el lanzamiento del video -el arma de promoción más poderosa del grupo- llevó a Daniel a hacer un alto en su gira por España, para volver a Colombia a presentarlo.
«Grabamos el video en Medellín, en formato cine y su salida es la antesala del CD completo», dijo Calderón.
¿Cómo es la competencia en el género vallenato?
Con Vía libre pensamos solo en hacer nuestro propio camino. Entendemos que cada uno tiene una buena propuesta. Pero nosotros solo pensamos en llevar nuestra música a más gente.
¿Por qué escogieron ‘Duele’ como primera canción del disco?
La canción es de Ómar Geles, antes de oírla teníamos otra, también suya. Pero nos impactó mucho a mi papá (Iván Calderón, director y fundador del grupo) y a mis tíos (entre ellos Ibio Calderón, manager y compositor de varios éxitos del conjunto). Después, hicimos la grabación y varios temas estaban en la mira para salir de primeros, pero le preguntamos a la gente. Nuestros amigos siempre se quedaban con la letra de Duele. Tiene una letra muy profunda.
La estrategia de Daniel Calderón y Los Gigantes ha sido trabajar una sola canción durante meses hasta convertirla en éxito. ¿Los otros artistas no tienen tanta paciencia?
Jajaja, sí. Trabajamos de una forma muy diferente. Estamos grabando cada dos, casi tres años. Le damos seis o siete meses a cada canción hasta que todo el mundo tenga que ver con ella y la conozca. Incluso gente que no sea del género vallenato. Así pasó con Aventura, Quién eres tú y Cómo te atreves. Las tocábamos en todas partes, en cada entrevista que hacíamos estaban solo esas tres y cada una, en su momento, ocupó los primeros lugares.
¿Y qué cambios trae Vía libre, en lo musical?
Hay dos canciones de mi padre. Una de corte romántico. Pero este año no venimos tan románticos. Hemos impreso un poco más de velocidad en cada tema, para hacerlo viable, alegre.
El bagreñato se caracteriza por ser un conjunto de ruidos producidos por un acordeón que jamás ha conocido una nota grave. Nada que ver con la música hecha en otras partes del mundo, ni con la cumbia colombiana en proceso de extinsión (por culpa de la preferencia de la chusma por el vallejarto). Ante la desincorporación casi total de la armoniosa guitarra, el acordeón ha asumido totalmente la tarea de llevar el remedo de melodía durante el 99% del tiempo de duración del proceso de tortura (entiéndase canción de bagreñato)
Otro instrumento de tortura, es decir, «musical», es un tubo preferentemente metálico llamado guacharaca. Esta macabra invención producto de la mente atrofiada de algún indio que seguramente estaba buscando inventar un arma de defensa contra los conquistadores españoles, es capaz de emitir ininterrumpidamente un sonido carrasposo extremadamente molesto y repetitivo. El sonido a «chu-cu-chu… chu-cu-chu…» que escupe interminablemente durante el 100% del tiempo de duración de la tortuosa canción, es lo que ha dado origen a la despectiva (una de tantas) denominación de chucu chucu al peyenato
Los expertos en acústica, utilizando sofisticados aparatos ultrasensibles, han descubierto que en el bagreñato existen ciertos rastros de un sonido que se presume es una percusión de un pequeño tambor llamado caja. Este anónimo instrumento hace el intento de sonar, pero con el estruendo de la voz del aullador (cantante), el chillido del acordeón y la carraspera de la guacharaca, sus vanos intentos son ahogados.
En cuanto a la voz… ¿se imagina un tenor gastando su talento con semejante acompañamiento antes mencionado? Claramente el norte de Colombia nunca ha sido cuna de tenores, y esto queda demostrado con el bagreñato y sus aulladores, los seres más desafinados que puede haber… Pero seamos justos… estos «cantantes» tienen una gran facultad que ningún cantante de otro lugar del mundo puede igualar: ellos son capaces de bostezar y llorar simultáneamente mientras cantan. Así es… Sólo los cantantes de vallenatos comerciales tienen ese «toque especial» de llanto somnoliento que produce en el oyente una sensación de depresión angustiosa
¿Y las letras? Bueno… aquí viene una de las partes más tenebrosas del bagreñato. Para que una letra pueda combinar con la voz «especial» del aullador, necesariamente tiene que abordar los siguientes temas hasta el agotamiento, y mucho más allá de eso: «sin ella no puedo vivir»… «Yo me muero porque ella me dejó»… «no me importan ni los hombres que tuviste»…. «Y llora y llora… y sufre y sufre»… pero otra vez debemos ser justos. A veces también hacen alarde de grandes conocimientos sobre cultura universal, y el resultado es sencillamente impactante: «Quisiera ser un Miguel Angel, para pintarte una Monalisa». Sin comentarios… muchos todavía no hemos podido superar el shock…
Pero como esa es «nuestra música», como es nuestra «cultura», entonces se supone que debemos aceptarla tal como es, sin cuestionarla de ninguna manera, porque si no, seremos excomulgados de la religión bagreñata en la que según quién sabe quién fuimos bautizados quién sabe cuándo por su altísima «divinidad», Diomedes Díaz, gran señor de la irresponsabilidad, la impunidad, la voz de tarro más famosa de Colombia. Por cierto, si alguien sabe dónde se oculta este criminal prófugo, por favor avise a las autoridades…
Entonces ahora que ha leído toda esta breve historia sobre el bagreñato (eso, si ha podido controlar la rabia y no ha arrojado su monitor al suelo de la indignación), ¿todavía se pregunta por qué tanto odio?
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