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Almes Granados, de 52 años, el nuevo rey vallenato 2011, aprendió a tocar acordeón a los 17, cuando su hermano Ovidio, técnico de acordeones, le pedía ayuda para probar sonidos en los instrumentos que reparaba. Poco a poco pasó de ayudar a desentrañar por sí mismo la magia del acordeón.

Ahora, en estos tiempos, en los que parece imposible vencer a los acordeoneros de academia, que estudian desde que aprenden a caminar, que un autodidacta obtenga la corona de rey vallenato tiene un mérito mayor. Almes tenía una ventaja de familia: años antes vio coronarse a sus sobrinos Hugo Carlos, el rey que más coronas ha juntado en las diferentes categorías del Festival (desde la infantil hasta la de rey aficionado, rey profesional y rey de reyes aficionado y profesional) y Juan José, rey 2005.

Quizás porque sus sobrinos mantuvieron el nombre familiar vigente en el Festival, Almes era favorito desde el año pasado. Y ganó en el 2011 porque su entrenamiento también fue cuestión de dinastía como dicen los vallenatos. Entrenó en casa de Juan José todo el año. «A diferencia de los jovencitos que siempre tocan ‘nueva ola’ y solo cuando llega el festival vuelven al estilo tradicional», dice. Y siempre estaban Hugo Carlos y Ovidio, que eran implacables. «La familia en este caso era el mejor juez», dice.

Su corona reforzó el nombre de los Granados como la más fuerte de las dinastías de acordeón vallenato de la actualidad. Así, valió la pena que Hugo Carlos, actual rey de reyes, lo hiciera repetir muchas veces el son con que el compitió. Hoy, el rey está satisfecho por la familia: tanto él como sus sobrinos cumplieron y multiplicaron el sueño de Ovidio, el técnico de acordeón que concursó en los primeros festivales. Familia que ensaya unida, sigue ganando coronas.

* Este es el texto de la columna ‘Al son que toquen’, sobre temas musicales, que escribo ocasionalmente en EL TIEMPO y que será publicada mañana, jueves 5 de mayo.

@vallenatosclub

@lilangmartin

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