Por Roberto Vargas y Pedro Vargas
Recuerdo aquel día en que mi padre, Julio Roberto Vargas Álvarez, llegó al colegio donde estudiábamos con mis hermanos, casi a la hora de las onces, a llevarnos de comer. Años después, ya mayor, entendí que aquel día debió de haber sido muy duro para él, porque había tenido que mandarnos sin lo de la comida, por alguna afugia económica que nunca supimos, pero allí estaba, cumpliendo con nosotros.
Mi padre tuvo que vivir muchos momentos duros, pero aún así, con mi madre, nos sacaron adelante y nos hicieron lo que hoy somos con mis hermanos.
También me llegan a la mente aquellas épocas en que nos llevaba a las sociedades mutuarias, en las que solía dar unos discursos de padre y señor mío, que terminaban casi siempre citando la frase de quien dijo: ‘… Porque esta es la lucha del hombre, por el hombre y por la Patria’. Y he de aclarar que no era un revolucionario. La única revolución que mi padre enarboló fue la del amor por los demás. Y por eso se entregó a sus amigos y a sus compañeros en las sociedades mutuarias. Por eso se lanzó como candidato al Concejo de Bogotá y casi que obtiene una curul. Él soñaba con que todos se unieran y construyeran toda una ciudadela en la que le pudieran dar techo a todos los hombres y mujeres que, unidos en esas sociedades, aún no lo podían tener.
A mi padre lo aprecia todo el mundo. Y lo aprecian, porque él quiere mucho a los demás. Se entrega a los demás. Con alma, vida y sombrero. Es incondicional.
El 15 de mayo pasado cumplió 80 años y le hicimos un homenaje del que todos salimos más renovados, de solo ver esa vitalidad, esa genialidad, esa entereza, esa inteligencia, esa jovialidad, para nada perdida con los años. Yo dije unas palabras que me salieron del alma, pero como siempre pasa, uno es el discurso que se quiso decir, otro el que se dijo y otro el que se debió decir.
Se me quedaron muchas cosas entre el tintero, porque la emoción nos embargó a los dos. Y solo pude concluir diciéndole que no tengo palabras ni acciones con las cuales le pueda agradecer plenamente todo lo que ha hecho por nosotros, porque eso es invaluable. Porque no habría palabras ni páginas enteras con las que se pudiera expresar lo que siento en el alma por él.
Luego del homenaje pensé en escribir un blog sobre mi padre. Y en el entretanto me llegó desde Aruba un correo electrónico de mi primo Pedro Vargas que me dejó sin palabras. Que me hizo dar un vuelco en el corazón. Con esa nobleza que lo caracteriza escribió un hermoso texto sobre mi padre, que es su tío. Y ante mi primo me quito el sombrero, le digo que lo quiero inmensamente y le cuento que yo no hubiera podido escribir una nota tan hermosa como la que él escribió.
Por eso, amigos lectores, les pido una licencia y les ruego paciencia por alargar este texto más de la cuenta, pero el siguiente espacio lo cedo, con mucho orgullo, a mi primo Pedro Vargas. Esto fue lo que escribió:
‘El Tío
Hace poco y durante una fugaz visita a Colombia tuve el grato privilegio de ‘entrevistar’ a mi tío Roberto, quien estaba a punto de cumplir 80 «primaveras», como él mismo las llama.
Yo aún no llego a los 40 y con todas las cosas que he vivido, sinceramente me preguntaba cómo hizo él para alcanzar esa meta de longevidad que en estos tiempos parecería una utopía.
Para los que aún no lo conocen, el tío Roberto es el estandarte de nuestra familia, pues en él se concentran todos los valores y características que identifican a la familia Vargas. Principios básicos pero muy sólidos, voluntad férrea, valores a toda prueba. Agréguele cortesía y don de gentes, una dicción perfecta y manejo del idioma impecables como su pinta, siempre alegre y con un comentario positivo a flor de labios. Jocoso y sabio, analítico y perspicaz. Sereno y aplomado, muy creativo. Autodidacta (su biblioteca es un tesoro nacional), amante de la buena música, la poesía, el canto y las bellas artes. Complemente todo esto con un liderazgo indiscutible. ¿Se me olvida algo? Ah, sí, su corazón es tan grande que no sé cómo le cabe en sus 155 centímetros de estatura. No nos llamemos a engaños: EL TIO ES UN GIGANTE!!! No por su tamaño físico sino por las ideas, sus valores y el legado que con el transcurrir del tiempo ha venido forjando en todos nosotros.
Volviendo a la «entrevista»,le preguntaba al tío, entre otras cosas, cómo hizo para sobrellevar tantas vicisitudes, pues en su época de juventud otros vientos soplaban (por ejemplo El Bogotazo, la violencia, el Frente Nacional, etc.).
El tío, a través de un par de anécdotas, me hizo comprender que no tuvo otra alternativa que «madurarse biche», pues a sus 15 primaveras le tocó convertirse en el hombre de la casa y afrontar todo lo que ello traía consigo, como la vez que le tocó enfrentarse al matón del barrio Las Cruces por haber insultado a la abuela y, aunque él era tan solo un mocetón, supo defender su honor y al mejor estilo de David y Goliat, liberó al barrio de esa amenaza.
Tío, ¿de dónde viene lo autodidacta?, le pregunté. «Bueno, yo tuve que salirme del colegio para trabajar y sacar adelante a mi familia, que en esa época era mi madre y mi hermano que tenía tan solo cinco ‘primaveras’. Aprendi varios oficios, entre ellos la marroquinería y las ventas. Y conocí gente maravillosa como al ‘mono’ Tiberio (entre risas me cuenta entre otras la anécdota de las billeteras y cuando se hizo pasar por periodista en Girardot para subirse a la ballenera de la Señorita Colombia) y otros personajes, pero nunca dejé de lado mi interés por los libros».
El tío ha sabido combinar estos dos objetivos y, aunque nunca llegó a la universidad, sus conocimientos de historia, política, filosofía y ciencia lo hacen merecedor a cualquier título ‘Honoris Causa’ de los más prestigiosos claustros de enseñanza.
Hoy en día es padre de tres profesionales, tío de otros 15 y tutor de sus nietos y otros sobrinos, quienes siguen su ejemplo. El tío incursionó con éxito en la política y, según sus propias palabras, una de sus mayores satisfacciones fue liderar el movimiento mutualista y lograr una alta votación con la que casi llega al Concejo de Bogotá.
Siempre utilizando anécdotas y citas de Sócrates, Séneca y otros filósofos y escritores, me lleva por un fascinante viaje en el tiempo donde en su reloj, 80 primaveras, son apenas una brisa.
El tío concluye diciendo «creo que lo que me ha ayudado es el espíritu de superación para conmigo y la vocación de ayuda a los demás. Dios me tiene aquí porque sabe que mi obra no ha terminado». Y tal parece que es verdad. Es que el tío no se enferma de nada. ¿Achaques? ¿Qué es eso? Ah! Es que el trabajo no lo deja pensar en enfermarse (mi papá me dice que el tío siempre anda ocupado creando y vendiendo los nuevos diseños de billeteras y monederos que fabrica en su pequeño taller).
¿Tu mejor discurso?, pregunto yo. «Varios, mijo, varios (menciona entre otros el del Capitolio, el de la Federacion de Sociedades Mutuarias, los del Concejo de Bogotá) pero creo que fue en Aruba», dice en tono de añoranza. Se me aguan los ojos, pues ese discurso nunca se me olvidará: «Gracias», fue lo que dijo en ese entonces y como siempre, supo transmitir sus sentimientos con las palabras precisas que encerraban todo lo que queria expresar.
¿Como quisieras ser recordado?, le pregunto. «Como un ser que amó a todos y que encontró en el amor la mejor razón para existir»…
¿Qué más quieren que les diga? Creo que haría falta una serie de blogs para recopilar las frases célebres de este coloso llamado Julio Roberto Vargas. «El Tío» (nuestro Tío). Invito a los primos y amigos a que cuenten sus anécdotas y frases inolvidables.
Gracias Tío…. Un saludo ‘allende de los mares…’.
Pedro».