Cuando me fui a chequear en el mostrador de Avianca en Cúcuta, le dije a la señorita que por favor me pusiera en un asiento adelante y a la ventana. Iba para Pereira, pero para ello uno debe tomar dos aviones: uno a Bogotá y otro a la capital risaraldense.
Cuando me retiré de allí vi que en el vuelo Bogotá-Pereira me habían instalado en la silla 15 K. Pensé regresar a hacer el reclamo pero me arrepentí. Y menos mal, porque hubiera hecho el oso. Solo me di cuenta de ello cuando el bus del aeropuerto Eldorado nos llevó hasta la aeronave, un Fokker50, y vi lo chiquitico que es, frente a esos otros gigantes como el Airbus 320.
Me subí al Fokker 50, que tiene una diminuta escalera y apenas entré me di cuenta de que por el otro lado había una puerta justo al frente de la de entrada, por la que entran equipaje de bodega, como si no hubiera espacio para ella en la barriga de la aeronave.
Una señorita, la azafata, muy sonriente, medio saludaba a los que iban entrando, mientras le daba instrucciones al encargado del equipaje.
Empecé a buscar mi silla y ahí fue que me di cuenta: lo que pasa es que las sillas de los Fokker 50, o por lo menos este, empiezan con la numeración en 10. Es decir que sí me habían dejado adelante. Y al lado de la ventana. Por la que no se veía sino el ala del avión, pero en la ventana.
Prendieron ese aparato y empezó el ruido infernal. Cuando el avión se va a elevar, se escucha un zumbido que parece que le taladrara a uno la cabeza y que por fortuna dura muy poco, mientras ya se estabiliza en el aire.
Y desde ahí, en el resto del vuelo, lo único que escuché fue el rugido de los motores y la voz del alcalde de Pereira, que iba en la silla de atrás hablando con una abogada que acababa de conocer y a la que casi le explica todo su plan de Gobierno, como si estuviera todavía en campaña. Le habló hasta de su mujer y de sus hijos y de las ganas que tiene de acabar con la corrupción. Y no es que yo estuviera ‘parando oreja’. Es que el alcalde no se caracteriza por hablar pasito.
Cuando llegamos al aeropuerto Matecaña y el avión aterrizó, uno de los pasajeros aplaudió. Nadie lo siguió.
Me bajé, miré para atrás y ya no me pareció tan pequeño el aparato. A la final habíamos llegado bien. Demorados, pero bien.
Me puse a averiguar más sobre esos Fokker 50 y entendí por qué nos gastamos una hora entre Bogotá y Pereira, que es más o menos lo que uno se gasta hasta Cúcuta. Y es porque este avión avanza a un máximo de 526 kilómetros por hora, en contraste con el Airbus, que va a 871 km. por hora como máximo. Este último hace el trayecto en menos de media hora, como ocurrió cuando regresé de Pereira.
Los Fokker 50 fueron unos excelentes aviones. Pero en su época. La compañía que los fabricaba quebró hacia 1996. Avianca adquirió 10 en 1993 para trayectos cortos y aún mantiene por lo menos este, aunque en un plan de renovación que ya la ha llevado a tener cerca de 30 Airbus.
Ir en un Fokker 50 o en un Airbus 320 es algo así como estar en Playa Media y Playa Alta. El primero, de 8 metros de alto, es para 52 pasajeros, con unos asientos justos para el pasajero, que no tiene otra posibilidad que leer la revista Avianca, o las instrucciones de vuelo, si no lleva algo personal. De la música, se puede olvidar.
El segundo, el Airbus A320, de casi 12 metros de alto, tiene cupo para 150 personas. Las sillas son un poco más amplias que otros aviones, lo que hace que una persona quede cómoda; y frente a cada una de ellas hay una pantalla de entretenimiento que uno puede utilizar durante el vuelo si no se le olvidan los audífonos (en primera clase, dicen, se los prestan a uno).
Lo primero que uno hace al sentarse es empezar a espichar botones de un aparato que está debajo de la pantalla y que a simple vista uno como que no entiende para qué es. Luego se da cuenta de que es el control, que uno lo puede halar.
Empecé a espicharle todos los botones y nada pasó. Lo volví a poner en su sitio y ahí entendí que hay que esperar a que terminen de hablar el piloto y los auxiliares y que esté uno en el aire, para poder utilizarlo.
En este avión ya no ve uno a las azafatas haciendo mímica para explicar los detalles de seguridad. Usted los puede ver en un video en su pantalla, en español y en inglés.
Además, al elevarse y al aterrizar, la pantalla le va informando la temperatura, la distancia al sitio para el que va, el recorrido que va a hacer, la ubicación de la ciudad a la que se dirige y la altitud.
Las sillas tienen habilitado el lugar para conectar el audífono. Si usted quiere escuchar su propia música y llevó una USB, puede conectarla. O si lo prefiere, puede escoger, solo tocando la pantalla, el modo de música y seleccionar de allí reguetón, clásica, salsa, entre otros ritmos.
Si lo prefiere puede escuchar noticias (un poquito trasnochadas, pero al fin noticias) de RCN televisión o de CNN; o ver capítulos de telenovelas, o los Simpsons, o Modern Family, o ponerse a jugar.
Eso sí, de comida, ni hablar. No espere ni que en el Fokker, ni en el Airbus le den más que el mismo cafecito, con una de azúcar y una de crema, o dos, si usted las pide; o un jugo o un vaso de agua. Así es que coma antes de abordar.