Al primero que le dio el afán de pensar en el reemplazo de Angelino Garzón, cuando aún no se sabía que tenía cáncer de próstata, fue al presidente del Senado, Roy Barreras.
Era tanto el afán, que escribí un tweet pidiendo que alguien le informara a Barreras que el presidente que estaba en coma no era Santos, sino el de la telenovela de El Capo, que a la final tuvo una sorprendente recuperación.
Como todo el mundo se le vino encima, Barreras decidió un día dejar el asunto así. Como que se dio cuenta de que el presiente Juan Manuel Santos no está que se muere, sino que está en una franca y firme recuperación y que lo tendremos para rato.
Yo creo que Barreras no estaba tan preocupado por la institucionalidad del país sino por el nombre de la persona que habría de reemplazar a Angelino Garzón, si el Senado lograba declararlo incapaz mental y físicamente para ejercer el cargo, como lo intentó el senador Roy, en lo que algunos calificaron como un intento de ‘golpe de Estado’ al Vicepresidente.
Hasta ese momento se conocían solo la operación a corazón abierto a la que debió someterse Garzón y el accidente cerebral que tuvo y del que aún tiene consecuencias, pero que no lo han limitado mentalmente y solo un poco físicamente.
Divulgado ahora el problema de cáncer de próstata (que los médicos dicen que es tratable, como lo están haciendo), se volvieron a levantar las voces que desde algunos puntos de la política nacional quieren salir de Angelino Garzón y nombrar rápido un Vicepresidente. Porque si Garzón renuncia, el Congreso será el que elija al nuevo dignatario. Y Barreras es su presidente.
Ya hasta el Partido de la U empezó a decir este martes que la persona que reemplace a Garzón debe ser de ese partido.
Pero, ¿para qué tanto afán? En este momento no hay riesgo de que el presidente Santos vaya a dejar de ejercer su cargo, como para que Garzón tuviera que asumir la primera magistratura.
Ninguna de las enfermedades incapacita permanentemente al Vicepresidente y, si algo le pasara al Presidente Santos, Garzón podría asumir el cargo. Y si estuviera muy enfermo para ese momento, podría renunciar y de inmediato quedaría como presidente un ministro del mismo partido del Jefe del Estado y el Congreso empezaría a elegir a un Vicepresidente (en un término de 30 días), que asumiría la Presidencia de inmediato. Así lo dice la Constitución.
Entonces, ¿para qué tanto afán? ¿Por qué no dejar tranquilo al Vicepresidente, no amargarle más la vida, y esperar a que él mismo decida si renuncia o no? ¿Por qué no dejarlo sobrellevar este momento difícil para él y su familia, sin ruidos politiqueros, y más bien darle el ánimo y el apoyo que merece una persona que enfrenta estos problemas?