Su majestad el Procurador General de la Nación, Alejandro Ordóñez, ‘ordenó’ que las Farc deben entregar las armas y se deben comprometer con la erradicación de los cultivos ilícitos.

Se encargó de recalcar que no se trata de una dejación de armas, sino de una entrega de las mismas.

Lo dijo en el Encuentro Nacional de Municipios, parado detrás de un atril, y con tanta efusividad que por algún momento pensé que se iba a caer o se iba a salir de allí, porque dio casi como un paso en falso hacia adelante.

Según Su Majestad Ordóñez, no se podrá crear ninguna estructura administrativa en el postconflicto si no se dan esas condiciones.

Uno podría decir, como el título de este blog, ‘Sí, señor Procurador, como usted ordene’. Pero el problema es que, por lo menos en la cuestión de las armas, no se va a dar esa fila de guerrilleros entregando sus fusiles ante el gobierno, con la cabeza agachada y arrepentidos por todo lo que hicieron en estas décadas de muerte y desolación para el país.

Las Farc se comprometieron a que si se firma la paz, no volverán a empuñar las armas. Pero en ningún momento dijeron que se las iban a entregar al Gobierno y menos al Ejército.

En el acuerdo entre el Gobierno y las Farc del 6 de noviembre se dice que “La firma e implementación del Acuerdo Final contribuirá a la ampliación y profundización de la democracia, en cuanto implicará la dejación de las armas y la proscripción de la violencia como método de acción política para todos los colombianos”.

Hay una diferencia entre ‘dejación’ y ‘entrega’. Esta última tiene una connotación de derrota para la guerrilla. Por eso fue que el M-19 no entregó las armas. Las dejó en manos de un ente internacional, la Internacional Socialista, que se encargó de fundirlas y hacer un monumento con ellas.

Sí vi a los guerrilleros del M-19 empuñando sus armas, con la bandera de Colombia en la boca de los fusiles, y dejándolas sobre una mesa, una sobre otra, ese 8 de marzo de 1990. Algunos con un gesto de dolor, otros sacando pecho y gritando ‘Viva Colombia’, otros gritando ‘Por la paz de Colombia’ y vi el rostro de Carlos Pizarro, el hombre que llevó al M-19 a la paz. Al dejar su arma parecía tener un nudo en la garganta, lo que comprobé minutos más tarde cuando lo encontramos abrazado a su compañera, llorando, al interior de una de las cabañas del campamento del M-19 en la vereda de Santo Domingo (Cauca). El día anterior los guerrilleros se la habían pasado disparándolas hacia un monte, hasta quemar toda la munición.

Hoy no sabemos cómo va a ser la dejación que hagan las Farc, pero hay muchas fórmulas. Y ninguna de ellas será lo ordenado por su majestad el Procurador.

Lo que sí veo con agrado de la intervención de Su Majestad, es que ya esté pensando en el postconflicto. Eso, escuchado de la voz de un enemigo de la paz como él, significa que ya está pensando en que sí habrá paz, que el proceso de paz es irreversible y se está dando cuenta de que se tiene que preparar desde ya para lo que viene con un país sin guerrilla.

¿Usted qué opina?

Aquí puede encontrar el texto del acuerdo del 6 de noviembre

@VargasGalvis