Las clases son diarias, en la mañana, al mediodía, en la noche y hasta en la madrugada. La persona escoge el horario que más se le acomode. Es más: podría tomar la clase en el día y practicar en la noche.

No hay que pagar un solo peso, ni tener Internet, ni comprar cuadernos. Ni siquiera tener un lápiz. Este se lo puede robar el alumno en una de las prácticas que haga en las noches.

El alumno también puede seleccionar a sus maestros. Es más, los puede cambiar. O ver la clase con unos en la mañana y con los otros en la noche.

Todos los maestros reciben el mismo nombre, pero dictan distintas cátedras y en algunos hay mayor profundidad que en los otros. Se llaman a sí mismos ‘noticieros’. No todos los que se llaman así son maestros, pero ya casi no hay medio que se le resista a dictar estas cátedras.

Los alumnos ni siquiera se tienen que inscribir. Y tienen asegurada una verdadera gama de materias que de seguro le van a servir en la práctica: los que roban supermercados, los que atracan los negocios con armas y matan a la gente, los que se meten en las noches, los que entran a tiendas a robarse los artículos o el celular de la dependiente, los que roban las llantas, los que entran a los apartamentos y los desocupan y un gran etcétera.

En todos los casos, el alumno tiene asegurado el video en el que puede ver lo que se debe y no se debe hacer. Por ejemplo, a juzgar por los últimos videos que han pasado, los atracadores ya aprendieron que ni por el chiras se les debe ocurrir entrar a un establecimiento sin un pasamontañas.

Los maestros se comprometen a repetirle una y otra vez cada detalle, para que al alumno le quede bien grabado cómo es que se hace.

Por ejemplo, le enseñan cómo es que se hacen las aberturas de las gabardinas para echar allí los artículos y salir sin que nadie se dé cuenta.

También puede aprender cómo es que se distrae, entre una pareja y un niño, a la dependiente de un almacén, para que cuando esté de espaldas, el pequeño abra la registradora y saque el dinero, o se apodere de un computador o de un celular, se lo pase a los adultos y salga como si nada.

Ah, porque esa es otra cosa. El alumno aprende ahí cómo es que puede utilizar a sus hijos para ‘tumbar’ a los demás.

El alumno puede tomar la materia de robo a tiendas y supermercados de barrio. Allí aprenderá que no debe ir solo, que por lo menos debe llevar un acompañante para que este se pare en la puerta, mientras el otro, con arma en mano, salta por encima de la vitrina, obliga a abrir la caja registradora, saca el dinero y se retira, ‘cubierto’ por su acompañante, que debe tener un transporte listo en la puerta para que no los vayan a coger. Puede grabar la escena y hasta tomar el tiempo que duró la acción, para ensayar y tratar de hacerlo más rápido.

Y ni se diga la de los edificios. Los maestros le enseñarán cómo es que deben ir varias personas, tener a una de ellas de campanera, a la otra para que distraiga al celador, a dos para que entren en ese momento y ya adentro, ¡a escoger apartamento!

Verá en los videos cómo es que debe ir vestido, para que cuando salga, el celador no sospeche que lleva un televisor escondido.

Además, aprenderá, en los casos en los que no pueda llevar pasamontañas, cómo agachar la cabeza hacia un lado u otro para hacerle el quite a la cámara.

¡Son clases supercompletas! Cómo serán de completas, que hasta en una ocasión enseñaron cómo se le dispara al cajero de un banco, que equivale a algo así como a transmitir en vivo un asesinato.

Y lo bueno es que nadie les dice nada a esos maestros. Es un negocio redondo. Estos ganan no en pesos sino en puntos de rating. El alumno gana en especie y en dinero, cuando pone en práctica lo que estos le enseñaron.

¿Usted qué piensa de esos ‘maestros’?

Twitter: VargasGalvis