Si en verdad quieren firmar la paz, las Farc deben liberar lo más pronto posible al general Rubén Darío Alzate, al cabo primero que iba con él, a la abogada y a los dos soldados, Paulo César Rivera Capella y Jhonatan Andrés Díaz Franco, plagiados en Arauca.

A medida que vaya pasando el tiempo y no se les vea libres, el proceso de paz irá perdiendo credibilidad y será mucho más difícil convencer a los que aún no lo están, de que la solución no está en las armas.

El Gobierno debió haber suspendido los diálogos desde el mismo viernes, cuando las Farc reconocieron tener secuestrados a los dos soldados. Pero se necesitó que ello ocurriera con un General, para entender que las Farc dieron otra vez un paso atrás.

Las Farc se habían comprometido a no volver a secuestrar civiles y la abogada es una civil. Y como tal se le debe tratar, a la luz de los convenios de Ginebra y el artículo 3 común.

Hasta el lunes festivo a mediodía, las Farc no habían hecho contacto con el CICR para la liberación de ninguna de las personas en su poder. Y a los soldados los tienen desde el 9 de noviembre. Es decir que no se vislumbra una libertad pronta.

Tienen razón quienes dicen que estas cosas pasan porque se negocia en medio del conflicto. Pero en este caso tenemos que darnos cuenta de que no es posible otra cosa. No puede haber un cese del fuego bilateral, porque no podemos dejar que la guerrilla vuelva a ocupar lugares que hoy tienen controlados las Fuerzas Militares.

A ese cese bilateral es al que van a llegar las negociaciones en un momento dado, cuando se haga la dejación de las armas por parte de la guerrilla. Pero hacerlo antes, resultaría muy peligroso.

Un cese del fuego unilateral de las Farc sería difícilmente verificable pero podría ser una decisión que devuelva a los colombianos la credibilidad en el proceso. Porque en este momento, a la guerrilla no le queda otra cosa que dar contundentes mensajes de paz y no de guerra.

Twitter: @VargasGalvis

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