Foto tomada de la página oficial de Paloma San Basilio.

Teníamos boletas de VIP con mi amigo Rodolfo Prada para ver la ópera Evita. Nos sentamos allí, pero rápidamente nos dimos cuenta de que el espectáculo era mejor verlo desde la tribuna y no desde las primeras filas.

Nos dejaron subir al segundo piso del coliseo El Campín y desde allí viví uno de los más hermosos espectáculos que haya visto en toda mi vida.

Estabas radiante. Con tu porte que envidiaría cualquier reina. Tomabas el micrófono de una u otra forma pero parecías no necesitarlo. Llenaste el coliseo con tu voz.

Pero llegó ese momento, el esperado momento, en el que saliste por aquel balcón y sonaron los acordes de Evita. El coliseo quedó en un absoluto silencio. No se oía más que tu voz. Tu incomparable voz.

A medida que cantabas, las personas se iban poniendo de pie. ‘No llores por mi argentina, mi alma está contigo, mi vida entera, te la dedico, más no te alejes, te necesito…”, escuchamos, antes de que elevaras tu voz aún más e hicieras que se nos crispara la piel.

Las lágrimas cayeron por tus mejillas y ya todo el coliseo estaba en pie. Se había levantado en un absoluto silencio, para no perder uno solo de tus acordes. Y terminaste con los brazos en alto, mirando al firmamento, en medio de una lluvia de aplausos que no cesaba, hasta que todo se hizo noche.

Era la comprobación de aquello que ya sentía por ti. Ese día te amé, te quise abrazar, te quise decir que eres la más grande.

Paradójicamente nunca lo dije. Pero en mi corazón están aquellas charlas que tuvimos cuando te llevó a Colprensa nuestro común amigo Guillermo Antonio Romero Salamanca. Ahí conocí tu corazón. Un corazón abierto al amor, dado a los demás. Nuestras pocas charlas fueron tan mundanas, como tan mágicas. Y nunca dejé de leer ese corazón que me llenó, porque me di cuenta de que eres embajadora de la paz y del amor.

Recuerdo aquel día que llegué tarde a una rueda de prensa que estabas dando en el aeropuerto Eldorado. Yo quise entrar por la puerta de atrás para que nadie se diera cuenta y cuando me di cuenta, había entrado por delante y estaba frente a la tarima y en medio del espacio que me pareció gigantesco, entre tu y los periodistas.

‘Hola Roberto. Te veo más pequeño ahora’, bromeaste. Yo te hice una sonrisa y me fui avergonzado a buscar el puesto más escondido que fuera.

Pero es tu gracia. Eres tan informal, tan sencilla, que uno se siente al lado tuyo como si tuviéramos la confianza de muchos años, que no la tenemos.

Hace poco te vi, en video, en el Concierto de Reyes del 2014, acompañada por la banda sinfónica de Madrid, con la sorpresa de saber que te estabas despidiendo de los escenarios. Mi corazón se arrugó de pensar que no te iba a volver a ver. Pero afortunadamente tu despedida te ha llevado hasta Colombia.

En el concierto de Reyes también hablaste, como siempre, con tus brazos, esos que abres como cuando un cóndor se muestra en su esplendor y hablas con ellos abiertos, elevados al cielo, llevados a tu rostro que transmite la pasión o el dolor, con tu cuerpo que ahora se mueve con una elegancia absoluta, con tu mirar. Y eso lo vi en el video del Concierto de Reyes. El público te aplaudió a rabiar. Te hizo regresar al escenario. Te vitoreo y te dio su alma y su corazón.

Te entiendo. Son 40 años en los escenarios. Pero te tengo que decir que jamás quisiera que partieras. Nos estás haciendo el homenaje de despedirte también en Colombia, pero jamás te irás de aquí, porque te llevamos en el alma.

Otros conciertos de Paloma:

En el festival de Viña del Mar de 1983
Evita
Su concierto con Plácido Domingo
Página oficial
Homenaje de ubel unpuro

@VargasGalvis