No niego que en este momento la paz la tenemos más que enredada. Me refiero a la que se negocia entre el Gobierno y las Farc. Pero hoy me quiero apartar un poco de esto y hablar de una paz, que también tenemos en problemas, y es la que lleva cada colombiano en su interior.

Hacer la paz con las Farc, y de pronto con el ELN, y que se sometan a la justicia los Rastrojos, los del Clan de los Úsuga, las Águilas Negras y los otros grupos que se reproducen como conejos a partir de estos, sería el mundo ideal. Pero es que hay otra paz que me tiene preocupado, y es la ciudadana. Esa que se da entre nosotros mismos, con nuestras familias, o en la calle, o en el trabajo.

Les digo la verdad: esta entrada en mi blog la pensé cuando un mensajero en moto llegó a mi oficina a traer un domicilio e intentó cobrarme mil pesos más de la cuenta. Pensé que ese señor de pronto tiene muchas necesidades y de mil en mil que cobre de más se hace una buena platica que le puede ayudar a sostener a su familia.

Pero, ¿se atreverá a decirles a sus hijos que el sustento que les trae viene una parte del sudor de su trabajo y otra de ´tumbar´ a los demás?

No me puse bravo con el señor. Solo le pagué lo que decía la factura y los 2.000 pesos de más que me habían dicho que debía pagarle al mensajero.

Me puse, en cambio, a pensar qué pasaría si todas las personas fueran honestas. Siempre he hablado del caso del taxista que le cobra de más al pasajero y este se enfurece y empiezan a decirse cosas hasta que este último se deja cobrar más o paga lo correcto, da un portazo y se va.

Resulta que el pasajero es jefe en una empresa. Entra enfurecido a su oficina. Ese día no saluda igual que los demás. Llega el primer empleado y lo recibe con tres piedras en la mano. El empleado se va también enfurecido y les cuenta a los demás la injusticia de la que acaba de ser objeto. Los demás ya saben que el jefe viene de mal genio y cuando entran a su oficina ya van prevenidos. La relación, ese día, no es la misma. Y luego el jefe termina por creer que todo el mundo anda de mal genio y las ocho horas de trabajo son un desastre. ¿Dónde comenzó todo? ¿Y si el taxista hubiera sido honesto, qué hubiera pasado?

Sin proponérselo, ese taxista se convirtió en un generador de tensión, no en un elemento de paz. Su deshonestidad lo causó todo como una cadena.

Me pregunto entonces qué pasaría si no actuáramos para ver quién es el más vivo sino quién es el más honesto. ¿Cuánta paz habría en los hogares y en las oficinas de Colombia?

La señora en la plaza que hoy cobra más por los productos dizque porque subió la gasolina, puede que no se esté dando cuenta de que de pronto su acción lleva a que unos niños queden tristes en su casa porque su mami no les pudo hacer lo de siempre, porque no le alcanzó lo del diario. Y eso no es hacer paz.

El señor que, por salir rápido de un trabajo, lo hace mal, ¿está haciendo paz?

El constructor que se niega a hacerle los arreglos a los apartamentos que acaba de hacer, ¿está haciendo paz?

El que no es honesto con su oficio o su profesión, ¿está haciendo paz?

Creo que todos podemos ser unos soldados de la paz. Y podemos hacer un mundo mejor, sin necesidad de que las Farc o el Gobierno se pongan de acuerdo. Nosotros podemos hacer la paz en nuestros hogares, en nuestro trabajo, en la calle. Simplemente con ser honestos, muy honestos.

¿Usted qué le agregaría?

Twitter: @VargasGalvis