Hay 299 niños en Venezuela que están sin sus padres o sin uno de ellos, porque fueron deportados a Colombia. Son pequeños que hoy se preguntan dónde están su papá o su mamá o ambos, y que no entienden de cierres de frontera ni de violación a los derechos humanos, pero que lo están sufriendo en carne propia.

Hoy Colombia entera se debería poner en pie, de manera pacífica, para exigir al Gobierno venezolano que permita que esos niños y niñas se reencuentren con sus progenitores para que vuelvan a estar felices, para que sus vidas sigan en unión familiar.

Algunos de sus padres han pensado hasta irse por las trochas a rescatarlos. Pero temen que en el camino la fatalidad no se lo permita.

Un padre contó que arriesgó a su hijo por entre la trocha. Pero lo dice ya tranquilo, porque logró tenerlo consigo.

Los demás están a la espera de que el Gobierno pueda lograrlo. Que les pueda regresar a sus pequeños a sus brazos.

Hoy, los colombianos exigimos que los dejen salir de ese país. ¡Que los regresen a sus hogares ya!

El lunes 31 de agosto vi sentados en el piso, al frente del Centro Nacional de Fronteras en Villa del Rosario, municipio del área metropolitana de Cúcuta, a dos madres, un padre y tres niños que jugaban entre ellos. Pero las dos madres y el padre tenían la mirada perdida, como tratando de entender su nueva condición, pero con la gran preocupación de qué iba a pasar con sus hijos.

Me explicaron que son dos familias y que salieron corriendo de Coloncito, municipio venezolano, porque les dijeron que los iban a deportar, pero que los niños se quedaban allá.

Su reacción fue lógica: buscar las trochas para sacar a sus niños y pedir refugio en Colombia. Estaban allí, sin saber qué hacer aún, porque habían acabado de llegar y no sabían qué debían hacer. Solo tenían unos morrales con la poca ropa que alcanzaron a traer.

Historias como estas se repiten una y otra vez en los 11 albergues que hay en Villa del Rosario y Cúcuta, en donde hay 890 niños y adolescentes, según cifras del ICBF, de los cuales 332 son menores de 5 años.

Uno de esos niños, de no más de siete años, en uno de los albergues, se quedó mirando a Jean Carlo Estupiñán, periodista de Q’hubo Cúcuta, le pidió un abrazo, él lo abrazó y luego el pequeño le dijo que si se podía ir con él. Luego el niño le explicó que quería que su mami y él se fueran con él. El pequeño estaba sufriendo. Y necesitaba un padre. Y lo estaba expresando. Estaba buscando soluciones a su situación y la de su madre. No quería ser una víctima. Quería un hogar.

Por él y por todos los otros niños que hoy sufren, los colombianos, independientemente de la ciudad en la que nos encontremos, tenemos que poner nuestro corazón en esos niños, víctimas de un gobierno que se dice democrático, pero que viola los derechos humanos con el cinismo de decir que es Colombia la que lo está haciendo. Tenemos que exigirle a Venezuela ¡que nos devuelva a nuestros niños!

Foto: Este pequeño juega a aprender a amarrar sus zapatos, en uno de los albergues de Cúcuta.

 

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