Llegó la hora de la verdad. Ya sabemos muy bien que esta campaña presidencial comenzó y que en ella, el tema de la paz es central. Tan central como cuando votamos el Plebiscito. Es decir, que podríamos esperar que el país siguiera dividido en dos: entre los que creen en el proceso de paz y en los que creen en la guerra.
Si las cosas se dan de esa manera, no habría ganador de la presidencia en primera vuelta, como no lo va a haber. Y en la segunda, el país se aglutinará alrededor de dos candidatos que representarán a los dos polarizados sectores de la sociedad colombiana, que no necesariamente serán los enemigos o los amigos de la paz, sino los que le apuestan al futuro y quienes serán engañados por una campaña de mentiras que ya le dio frutos a los opositores en el plebiscito anterior.
Los enemigos de la paz tienen las de ganar. Porque es más fácil asustar a la gente que convencerla de que algo bueno puede suceder si le damos una oportunidad a la paz.
El gerente de la campaña del No al plebiscito lo confesó: su estrategia era mentir y confundir, para que el pueblo votara no. Y confundieron al pueblo. Mientras cientos de miles de colombianos habían creído que habían ganado sus principios, al votar no, unos pocos celebraban que hubieran podido engañar a una ínfima mayoría. Cómo será que hasta los promotores del no se sorprendieron con lo que votaron los colombianos en ese referendo para olvidar.
Y ahora lo van a hacer igual. Van a confundir al pueblo hasta el punto de hacerle creer que nuestra Patria se hundió por unos acuerdos con las Farc y con unos desarrollos legislativos que el mundo ve como ejemplo, pero que esos enemigos de la paz muestran como afrentas.
Las voces que como el alcalde de Uribe (Meta), antiguo santuario de las Farc, se levantan ante millones de colombianos que como él dice “ven el conflicto desde las salas de sus casas”, para decirles que en la realidad las cosas sí están cambiando, que los campesinos pueden vivir más en paz y que tienen un futuro, serán acalladas por el odio de quienes no quieren que las cosas cambien, que no entienden que nació una nueva Colombia y que esta se funda en el campo, que quieren engañar a los colombianos haciéndoles creer que alguien vendió su Patria.
La verdad es que en este momento siento impotencia. Sé lo que está pasando, pero no creo poder hacérselo entender a los colombianos. Cuando se les habla de paz es blanco o negro. Uno trata de explicar lo que en realidad está pasando, pero muchos no escuchan. Porque solo se escuchan a sí mismos y creen que la paz es un error monumental.
Viví el dolor de la guerra a través de las víctimas en Cúcuta y también sentí y tengo dentro de mí el deseo que tienen de poder vivir en paz. Pero eso solo se puede ver en las regiones. En las capitales se vive otro mundo. Y no hay poder humano que les haga entender que un chiquillo duerme hoy más tranquilo que antes, por el solo hecho de que las Farc firmaron la paz y no los están amenazando, ni intimidando, ni acosándolos para que se vayan a sus filas.
Para muchos de los que viven en las grandes capitales, eso no vale. Porque no saben qué pasa. Tan agradable es meternos entre nuestras sábanas de algodón y opinar desde allí, que no nos damos cuenta de lo que en verdad pasa.
Hoy no quiero decirle que vote a favor o en contra de la paz. Que crea o no. Siento que esa es pelea perdida. Solo me queda una esperanza: que a la hora de seleccionar su candidato compruebe que le está diciendo la verdad. No va y cometa el mismo error del Referendo, que casi acaba con el proceso de paz.
Twitter @VargasGalvis