En Bogotá suben de manera gigantesca el número de motos que tienen con un verdadero dolor de cabeza a las autoridades, a los conductores de vehículos particulares, a los de servicio público y a los peatones.
De acuerdo con datos del Registro Único Nacional de Tránsito, RUNT, a junio de 2017 existían en Bogotá 471.552 motos registradas. Casi medio millón. Y una buena cantidad de estas son las que se meten entre los carros en zigzag, las que hacen imposible la vida en las calles, las que son manejadas por unas personas incultas (no todas por supuesto) que creen que la velocidad y las maniobras peligrosas los hacen más berracos, hasta que se encuentran en una camilla de un hospital y se dan cuenta de que no era tanto así, sino que estaban alardeando, viviendo de la velocidad, casi que desafiando al mundo, porque se creían superhéroes. Muchos de esos ‘superhéroes’ yacen ahora en varios cementerios.
Existe la idea de que tener una moto es poder manejarse mejor en el tráfico de Bogotá, pero solo porque cogen por donde no deben hacerlo, se van entre los carros, hacen lo que dije del zigzag sin pensar que en algún momento alguien abra la puerta de un carro y queden estampillados en ella; son los que arrancan primero en los semáforos y hasta se suben a los andenes en un trancón.
Reprochable todo esto. Y hasta mortal para varios de los motociclistas. Pero si nos ponemos a ver en las avenidas, carreras, calles, la mayoría de esos motoristas son gente de bien. Y llevan como parrillero a su esposa o a su hijo o a su compañero de trabajo, porque eso se ve cuando tienen el mismo uniforme.
El hecho de que no entiendan el valor de la vida y se arriesguen cada segundo en las calles, no los hace unos delincuentes.
Un informe de El Tiempo asegura que “datos de la Policía señalan de manera preliminar que en al menos cuatro de cada diez hurtos agravados, quien amenaza o agrede a la víctima es el pasajero de una moto”.
Agrega el informe que “el año pasado, tan solo en la capital se denunciaron 3.359 casos similares en los que el atraco fue cometido por un parrillero”.
Esto quiere decir que de las 471.552 motos registradas en Bogotá, 3.359 se vieron involucradas con parrilleros en un atraco.
La pregunta es entonces: ¿Deben pagar el casi medio millón de motos, por lo que hacen las casi 4.000 motos?
Prohibir el parrillero en las motos se pensaría que funciona perfectamente en otras ciudades, que pueden mostrar unas cifras, aunque me parecen mínimas, de reducción de la delincuencia.
Pero no va a funcionar en Bogotá. De la misma manera que, por ejemplo, no funciona en Cúcuta. ¿Por qué? Porque eso necesita de un control superefectivo de la Policía. Y no creo que el alcalde Peñalosa vaya a tener el suficiente pie de fuerza para controlar la ciudad o por lo menos hacerlo en las zonas definidas para la restricción.
En Cúcuta está prohibido el parrillero hombre. Pero aún así se pasean campantes por el propio centro de la ciudad, conductor y acompañante hombre, sin que nadie les diga nada. Los policías pasan por su lado y nada pasa.
Y los asesinos aprovechan los barrios a los que no se atreve a entrar la policía, para andar como quieran, sin que les digan nada.
Las noticias mencionan con mucha frecuencia que un parrillero levantó su arma, disparó y la moto desapareció, dejando un cadáver en una calle o en una casa. Es más: ya hay parrilleras que acompañan al asesino. Y son ellas las que disparan o las que llevan el arma para que en el momento clave el conductor lo haga.
Y allí no se está hablando de robos. Se está hablando de muerte. Así, crudamente.
Entonces, en Cúcuta entendí que esa medida del parrillero hombre no funciona para nada si la Policía no está allí para impedirlo. Y me pregunto si la policía de Bogotá tendrá tal control sobre las localidades, que podrá asegurar que no habrá motos andando con parrilleros hombre.
Puede que hagan operativos y muestren cifras: ‘cogimos tantas motos con parrillero hombre’. Pero estarán cogiendo a ciudadanos inocentes que por la necesidad tuvieron que arriesgarse a llevar a su hijo al colegio o a su hermano al trabajo.
Ténganlo por seguro que los verdaderos ladrones o los asesinos, no se dejarán coger, porque saben por dónde andar.
Ya me parece escuchar al alcalde Peñalosa decir que en tantos meses de prohibición de parrillero los delitos se han reducido. Pero seguramente será por otros factores.
Me pregunto si el alcalde no ha escuchado las historias de quienes dicen que un ciclista, en la ciclorruta, se les abalanzó, les quitó el celular y se perdió en el horizonte. ¿Y ahí qué? ‘¿También va a prohibir las ciclas?
@VargasGalvis