Burdain llevó a Barack Obama a este local de Hanoi (Vietnam) para saborear la comida típica (Foto de la Casa Blanca, Pete Souza).

Estaban en Minas Gerais, el estado tropical brasileño que enamora a los turistas, grabando uno de los capítulos de ‘Partes Desconocidas’, cuando alguien gritó ‘¡Arma!’. El director arrastró a Anthony Bourdain hasta un sitio protegido y lo cubrió con su cuerpo, dejando su espalda al descubierto del potencial tirador. El camarógrafo asistente también se les unió.

Cuando se pudieron levantar, Bourdain le dijo al director, Mo Fallon: ‘Si tu esposa se entera te va a matar’. Y luego se puso a pensar: fue un comportamiento heroico que fue más allá del deber.

Muy rápidamente supieron lo sucedido: dos ladrones se estaban robando un carro pero no les prendía y lo dejaron rodar, hasta que fue a estrellarse en la acera frente al café donde estaban grabando. Unos testigos trataron de sacar a los delincuentes del carro pero uno de ellos esgrimió un arma y ahí fue cuando se dio la alarma y todos corrieron a refugiarse.

Momentos después, Bourdain ya estaba sentado a la mesa para seguir hablando de la cocina en Minas Gerais, pero seguía pensando: ¿Qué puede hacer uno por las personas que arriesgan su vida por usted?

La anécdota la cuenta Bourdain en su blog ‘Parts Unknown’, en el que, en cada entrada, bajo su nombre, siempre colocó la palabra ‘Entusiasta’.

Aunque Bourdain se caracterizó por compartir con la gente del común en cada país, esta vez habló con Barack Obama en este local de Hanoi (Vietnam). Foto oficial de la Casa Blanca, de Pete Souza.

Como lo dice él mismo, no tenía problema en sentarse a comer con opositores de Putin, con líderes de milicias cristianas, con israelís o palestinos, con vaqueros, con funcionarios comunistas o con partidarios de Hezbolá.

“¿Te gusta la comida y eres razonablemente agradable en la mesa? ¿Me muestras hospitalidad? Me sentaré contigo y partiré el pan”, decía.

Era feliz como el que más, viajando a Vietnam, uno de sus lugares preferidos y en el que logró una hazaña: hacer sentar al propio presidente Barack Obama, a seis meses de terminar su periodo, en una tienda de Hanoi, en una silla de plástico, en donde comieron Bun Cha, que es como un trozo de empanada de cerdo a la brasa, con rodajas de cerdo, fideos de arroz y varias hierbas.

Al día siguiente de la entrevista, cuando Bourdain salió a la calle en Hanoi, se encontró con vietnamitas emocionados que lo reconocieron por las fotos en los periódicos, y que le gritaron ‘Bun Cha, Bun Cha, Bun Cha’. Estaban orgullosos de que hubieran comido su plato típico, acompañado con cerveza de Hanoi y en un lugar en donde acostumbran a ir los propios vietnamitas del común.

Bourdain recuerda que años atrás estaba feliz porque lo habían promovido a freir papas fritas en el restaurante de Massachussetts en donde había empezado como lavaplatos.

Después se convirtió en el hombre que nos llevó a las cocinas típicas de los países del mundo, viajando 250 días al año, y alegrando al televidente con su forma de ser y de mostrar la vida.

Bourdain fue un verdadero ejemplo del respeto por todas las culturas. Su gracia y su manera de relacionarse con gentes de todos los países también son un ejemplo de que en este mundo todos somos hermanos.

Bourdain prefería perderse en una plaza de mercado y mostrarnos lo típico de un país, o irse a una finca para mostrarnos cómo vive el verdadero trabajador del campo. Nos llenó de vida con cada uno de sus programas y nos dejó un gran legado: el respeto por los demás, sin distingo de razas, color, cultura o religión.

Por eso es que hoy nos parte el alma su partida. Tal vez en sus momentos de crisis, Bourdain no cayó en cuenta de que son millones las personas, de todos los rincones del mundo, los que lo quieren y le agradecen con el corazón su espontaneidad, su carisma, su manera de hacernos entender no solo cómo come el mundo, sino cómo son todas esas culturas que nos trajo a nuestro propio hogar.

Gracias Bourdain. Millones de gracias. Que Dios lo cubra con su manto de amor.

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@VargasGalvis