No voy a entrar en la discusión de cuál fondo es mejor: el privado o el público. Pero les voy a contar el caso de un hombre que se quería pensionar anticipadamente y se arrepintió cuando le contaron lo que le iban a pagar como mensualidad.
El nombre no se puede dar por obvias razones, pero puedo publicar su historia, advirtiendo que en lo que tiene que ver con las pensiones cada caso es individual no se puede decir que como a aquel le pasó esto, a mí también me va a pasar. Todo depende de decenas de factores, entre estos la edad, los hijos que tiene, si es casado o no, las semanas y el capital cotizado, entre otros.
La historia comienza cuando por allá, a finales de los años 90, llegaron a su empresa dos lindas chicas a contarle las maravillas de los fondos privados de pensiones y a ‘asesorarlo’ para que tomara una buena decisión desde ese momento, para cuando llegara el tiempo del retiro.
No tenían que esforzarse demasiado para hablar pestes del sistema público, porque para aquel entonces el Instituto de Seguros Sociales (ISS, que era el público) estaba más que quebrado y el déficit pensional que tenía era de enormes magnitudes.
Las chicas le dijeron que en el fondo privado la pensión era un ahorro que daba intereses y que al final, cuando se fuera a pensionar, iba a tener no solo lo que ahorró, sino una gruesa suma de dinero producto de los intereses. Y que entre más ahorrara y más intereses ganara, su pensión sería mayor.
Le alcanzaron incluso a ofrecer una de las modalidades que consistía en que, si quería, cuando cumpliera las semanas que debía cotizar y tuviera un buen capital, podría retirar una parte para poner un negocio y dejar la otra para que fuera su mesada pensional.
El hombre no lo pensó dos veces y firmó. Dice que sintió un alivio al poderse salir del ISS y entrar a la seguridad que le daba el sistema privado. Al fin y al cabo, este último sí le garantizaba el pago de su pensión.
Al retirarse del ISS, no le devolvían la plata que había ahorrado para pensión, sino que esta quedaba reservada para ser entregada en el momento en que se pensionara, como un bono que iba ganando intereses con los años.
Y a ello se sumaban el porcentaje del sueldo que pagaba por pensión y los intereses que lograra ganar con la inversión de ese dinero en una de las tres opciones que le prometieron después: conservador, moderado o de mayor riesgo. ¡Estaba hecho!
Desde ahí, cada vez que le llegaba el extracto del fondo de pensiones soñaba con lo que iba a hacer con toda esa plata que, realmente, iba aumentando. Sentía que estaba asegurada una buena pensión (porque siempre cotizaba con sueldos de jefe) y planeaba poner un negocio cuando decidiera retirarse y dejar la otra parte del dinero para su mesada.
Pasados ya sus cincuenta años había cotizado 1.845 semanas. Es decir, 545 semanas más que las 1.300 exigidas. El bono pensional que le debían expedir por sus semanas en el ISS era de 282 millones de pesos y en el fondo privado había cotizado 82 millones de pesos, que le habían dado unos rendimientos de 114 millones de pesos, lo que sumaba 478 millones de pesos.
Desde que el extracto le empezó a llegar por 200 millones de pesos, este hombre ya se sentía rico. Con los 300 millones saltaba de la alegría. Y con los 478 millones…. Con los 478 millones… se le acabó la alegría. No porque tenía toda esa plata, sino porque se le ocurrió la nada buena idea de pensionarse antes de tiempo. Y se fue para su fondo de pensiones pensando en qué iba a hacer con esas mensualidades que le iban a quedar altas. Su vida estaba arreglada… Hasta que habló con el asesor de pensiones.
Este le dijo, primero, que no era cierto que pudiera pedir un dinero anticipado para poner el negocio que necesitaba, pero que sí se podía pensionar ya. Por el capital que tenía y por las semanas cotizadas.
Le hizo el cálculo y le dijo que, si se quería pensionar en ese momento, su mensualidad le quedaría en $1’665.000. ¡Cómo! Y los 478 millones de pesos, ¡para qué, entonces!
Siempre había cotizado sobre cuatro salarios mínimos en promedio y ahora le iban a pagar una pensión equivalente a ¡dos salarios mínimos!
Y el asesor le escribió en una hoja dos columnas: Renta vitalicia y Retiro Programado. Le explicó que si optaba por el retiro programado, esa mesada de 1’665.000 podría, cada año, aumentarse, seguir igual o reducirse.
Y le explicó que, si se moría, la pensión era heredable.
En la otra columna escribió ‘Renta vitalicia’ y explicó que, si optaba por esa, la pensión se pasaba a una aseguradora. La mesada tendría un incremento del IPC anual y no era heredable.
Al hombre no le dio un ataque de rabia porque es muy calmado.
Pero peor le fue cuando escribió una carta al fondo de pensiones preguntando concretamente punto por punto. Le reiteraron el valor de su pensión y le dijeron, además, que su bono pensional, si lo negociaba en ese momento, se iba a reducir en valor porque quien lo comprara lo haría por menor valor debido a que tenía que esperar hasta que se cumpliera el plazo para cobrarlo.
En pocas palabras, que se le podría reducir su mesada pensional.
¿Y en el fondo de pensiones público (Colpensiones) cómo es el asunto?
Simplemente, los 478 millones de pesos del señor quedan en un fondo común y a él lo pensionan con un porcentaje del promedio de lo que cotice en los últimos diez años.
Aquí el problema es que, si usted ha cotizado por cuatro salarios mínimos en toda su vida, pero en un periodo de los últimos 10 años se queda sin trabajo, la mesada se le va a reducir sustancialmente.
Es decir que todas las personas están en un dilema: cotizan a un fondo privado para que al final de su vida le digan que solo lo pensionan con un máximo de dos salarios mínimos (si acaso), o lo hacen en el fondo público, cruzando los dedos para que los últimos 10 años antes de tener la pensión tenga un buen empleo y logre una pensión más decorosa.
¿Usted qué haría?