Tomó la cartilla en la que estaba la lista de los nominados, la puso tapando su boca y parte de la nariz y se aferró a ella con las dos manos, con la mirada fija al frente, esperando lo que dijera el presentador. En breves segundos escuchó ‘Dosis…’ y sin que terminaran de completar la frase del título de su trabajo, ni de decir su nombre, pegó un brinco, lanzó un grito y corrió hacia el escenario, sabiéndose ganador de un premio Emmy al mejor reportaje de noticias en la 43 versión del Suncoast Regional Emmy Awards.
Lo demás fue locura. Esteban Vargas González, el ganador de ese Emmy, corrió al escenario en el hotel Hyatt Regency de Orlando, Florida, subió, abrazó al presentador, la presentadora abrió sus brazos y también lo felicitó, él se fue hacia el atril sin percatarse de que no había recibido la estatuilla, por lo que la dama de protocolo dio unos pasos para entregársela.
Estaba radiante. Se veía que el alma y el corazón de Esteban querían salirse de su cuerpo de la emoción. Su jefe, Rafael Poveda, también en la tarima, grababa con su celular la faena de su periodista.
Una vez en el atril, Esteban dijo “esto es por mi familia. Los amo, de verdad. Mi abuela que debió soportar cinco horas ahí esperando (viendo la transmisión de los premios desde Bogotá) y realmente la amo. Para todos, para mi hermano, mi familia, para mí. ¡No lo puedo creer! Tengo solo 22 años…”.
Puso luego su mano derecha sobre la mejilla del mismo lado, como si aún no lo creyera, miró al frente y terminó con un emocionado “¡no, no sé, gracias!”.
Al mismo tiempo, en Bogotá, su hermano, que seguía la transmisión, gritaba ‘¡no, no, no! y las lágrimas le escurrían por sus mejillas, con el enorme orgullo de saberse hermano de un ganador, mientras su madre celebraba al lado de él.
Su padre, frente al computador, gritó ‘¡Esteban!, en el mismo momento en que el presentador dio la primera palabra del título del reportaje de su hijo, y no pudo parar de llorar sino dos horas después, de la emoción y el orgullo tan inmenso que es tener a un hijo que desde el comienzo de su carrera ya ha demostrado, con varios reportajes, que tiene una gran casta de periodista y que será un gran servidor de sus audiencias.
Su tío Raúl escribió en el grupo de WhatsApp de la familia: “Hoy me levanté de nuevo a mirar el momento de la entrega. Me parecía que era un sueño. Menos mal sí fue cierto. Mucha felicidad”.
Y es eso. En verdad es un sueño que Dios labró con sus manos y lo puso en los brazos de mi hijo Esteban. Un sueño que centenares de personas celebraron a través de Facebook con hermosos mensajes que dan fe de la emoción que irradia el hecho de que uno de los nuestros gane un Emmy.
Y con Esteban, cuyo trabajo fue Dosis Mortal, otros ocho corazones también se querían salir de sus cuerpos ese mismo día, el inolvidable 14 de diciembre de 2019, porque ganaron el Suncoast Regional Emmy Awards, cada uno en su categoría. Todos ellos, periodistas, productores y un camarógrafo de Testigo Directo, el programa periodístico colombiano que también se emite en los Estados Unidos.
Rafael Poveda, propietario de la productora colombiana RPTV y director de Testigo Directo, ganó dos premios, uno con Raúl Arévalo, también en la categoría de mejor reportaje de noticias, titulado Fronteras Invisibles; y otro con la colombiana Michell Rodríguez y el venezolano Alejandro Padilla, en la categoría de medio ambiente, con Cáncer Dorado.
Alexander Oyola y Andrew Posse lo ganaron, en la categoría de ciencia y salud, por Gordofobia; y nuestra hermana venezolana Karla Salcedo obtuvo la estatuilla en interés humano, por Chamos con hambre.
En esa misma categoría ganaron los colombianos Raúl Arévalo y Camila Camargo con El sueño de volar.
Fue una verdadera noche de triunfo para el periodismo colombiano que, paradójicamente, no fue registrada por los medios nacionales, pero quedó grabada en el corazón de estos colombianos y venezolanos que le ponen el alma a lo que hacen en Testigo Directo.