Bueno, ya es hora de ponernos serios y hablar de un tema que afecta a todos y que muchos no quieren ni siquiera mencionar. No soy médico, ni experto, ni nada de eso, pero sí puedo decirles que hay un problema grave que nos está afectando, porque se sabe cómo comienza, pero no cómo termina: la ansiedad.

¿Le ha pasado que cuando está desayunando ya está pensando en qué es lo que va a almorzar? ¿O qué va a comer más tarde o a qué hora lo va a hacer? Eso es ansiedad. No está enfermo, pero tiene ansiedad.

¿Por qué no disfruta el desayuno y después, en su momento, se ocupa del almuerzo?

¿Sí ha visto a esas personas que se paran en la puerta de TransMilenio u otro transporte masivo? Unos están allí, esperando a que llegue el bus, mirando hacia al frente o al celular o charlando. Otros sacan la cabeza cada rato para mirar si ya viene el bus. A los dos les va a llegar al mismo tiempo, solo que los ansiosos se desesperan más y hacen lo que hacen.

¿Y le ha pasado que está almorzando y siente la necesidad urgente de mirar su celular para ver un mensaje o un documento, afanado porque debe trabajar en eso más tarde, y es como si al tiempo que come quisiera salir corriendo a cumplir la tarea? Si eso le pasa, puede que tampoco esté enfermo, pero si lo une a otros hechos, ya puede estar pasando a un estado en el que la ansiedad se le puede convertir en un problema.

Si necesita irse tan rápido a hacer ese trabajo, ¿por qué no deja el almuerzo y se va a hacerlo? Y si puede esperar, ¿por qué no disfruta su almuerzo? ¿Para qué dañar el momento por un afán que puede esperar?

Cuando va tarde para el trabajo o el estudio, en un vehículo particular o público, y está en medio de un trancón, que es natural que nos angustie, ¿empieza a sudar de la desesperación y a pensar en miles de cosas que le podrían pasar cuando llegue? Eso también se llama ansiedad.

La pregunta es ¿de qué le sirve angustiarse, si el vehículo igual va a ir a la misma velocidad (si usted no está manejando)? Por qué no pensar más bien en la solución para evitar la ansiedad: si tiene otra manera de llegar más rápido, decídase y hágalo. Si no la tiene, vaya tranquilo que igual ya llegó tarde y no vale la pena agregarle a eso un estrés que se puede evitar. Respire hondo y resígnese. Al día siguiente, trate de levantarse más temprano o de tomar otra ruta.

¿Le ha pasado que mientras trata de conciliar el sueño se le vienen a la mente toda la cantidad de cosas que tiene que hacer al día siguiente y da vueltas haciendo la lista de las que están pendientes, hasta que se logra dormir? Y ¡peor aún!: al otro día llega a la oficina y se da cuenta de que nada de lo que pensó en la noche es la prioridad, porque han pasado otras cosas y tiene que dedicarse a otros asuntos.

En este último caso aprendí a regañarme. Me pasaba mucho cuando trabajaba en la Agencia de Noticias Colprensa y me acostaba planeando los cubrimientos del día siguiente y pensando en cómo resolver problemas que se iban a presentar. Pero cuando llegaba en la mañana, las prioridades eran otras, o ya no existía el problema.

Por eso ahora, cuando me pasa lo mismo, se me sale el Vargas y me regaño. Me pregunto: «¿Roberto, usted puede solucionar eso esta misma noche? Si puede, entonces levántese a hacerlo. Si no, duerma tranquilo que mañana sabrá qué hacer». Y así me he logrado salir de la redada esa que le hace a uno la mente y que no lo deja dormir.

Pero la ansiedad puede llegar más allá. ¿Se ha descubierto pensando en qué le irá a reclamar su jefe o su profesor al día siguiente, planeando qué le va a responder y pensando luego que si él le contesta esto, usted le dirá lo otro, y que si él se le pone muy bravito usted le dirá esta otra cosa y que si aún no se soluciona el asunto usted lo acusará ante el superior, pero ¡la tiene que pagar!».

Es toda una película la que se arma en la cabeza y mientras la piensa, la persona suda, hasta se puede desesperar, para comprobar al día siguiente que su jefe lo quiere muchísimo, que lo saludó muy bien, que lo felicitó o que ni siquiera pensó en decirle lo que usted había pensado que le iba a decir.

Si eso le pasa, tiene que pensar que ya tiene un nivel de ansiedad más alto de lo normal. Algo le puede estar afectando. Y hay que tener cuidado. Hay que calmarse.

Pero llega un momento en el que usted empieza a tener una cantidad de pensamientos negativos, sin saber por qué. Negativos como pensar que si un familiar salió de pronto puede tener un accidente, o que a usted lo pueden despedir sin causa, o que ¡qué tal que mi hija quede embarazada! (aunque no tenga siquiera novio) o que le van a rechazar el trabajo al que se dedicó tanto tiempo.

Son una cantidad de barbaridades las que puede pensar uno sin saber siquiera por qué se le vienen a la cabeza. Cuando a mí me pasa eso, me obligo a darme cuenta de que estoy pensando mal y enseguida busco un pensamiento positivo. Del pasado, del presente o del futuro. Pero me pongo en modo positivo. Y vaya que si me ha servido.

Pero llega un momento en que uno puede tener no solo ansiedad sino trastorno de ansiedad. Y se reconoce cuando le pasa todo lo anterior y algo más y no puede controlarlo. Eso ya es clínico. Para saberlo hay que ir a un siquiatra, que no es un loquero sino que es una persona que puede ayudar a las millones de personas, que cada día son más, y que están viviendo lo mismo que nosotros. Lo que pasa es que a nadie le gusta reconocerlo.

@VargasGalvis