Con tres vacunas y aún así me cogió el covid, me dio tres vueltas y me dejó medio turuleto por un poco más de una semana.

Todo comenzó un jueves, como muy suave. Estaba llegando de Montería a Bogotá y me empezó a molestar el flujo nasal. Me sentía cansado, pero lo atribuí al trajín. Al día siguiente fue la tos en la mañana, pero pensé que se debía al cambio de ambiente del calor de Montería al frío de las oficinas con aire acondicionado.

En cuestión de horas el asunto se puso más serio: dolor muscular, cansancio, más tos, más sonadera, dolor de cabeza que no pasaba ni con pastillas.

Hacia las 3 de la tarde entendí que el asunto no era un simple cambio de clima ni tampoco una gripa normal. Arranqué para la casa y después de una noche casi sin dormir, me fui para la EPS a hacerme la prueba.

En la tarde del sábado, cuando leí el resultado positivo, me dio un vuelco el estómago. Estaba solo. No sé por qué mi primera reacción, antes que llamar a cualquier persona a decirle, fue lavar la losa que había en la cocina. A cada plato, a cada cubierto le apliqué jabón, lo lavé, luego alcohol, más jabón y lo volví a lavar.

Después de eso sí empecé a decirle a la familia. Había una preocupación: tengo dos comorbilidades. Pero también existía una certeza: tenía tres vacunas. Y estas últimas, aunque no evitan que uno se contagie, sí logran que la enfermedad no pase a mayores y no termine en una UCI.

El mismo sábado me atendió un médico y entendí otra cosa: nadie lo puede curar a uno del covid. Lo que se combate son los síntomas. Hice todo lo que me dijeron y a los 10 días después ya estaba bien. Con tos, pero bien.

Pensaba entonces que duré más de dos años cuidándome de la temible enfermedad que puso al mundo a esconderse en sus casas para evitar ser atacados, y ahora, cuando se supone que todo está terminando, precisamente me da. Pero lo cierto es que bajamos la guardia sin que el virus se haya ido.

Andamos por doquier sin distanciamiento, ya casi sin lavado de manos adecuado, sin la prevención del alcohol y el gel, con personas que casi que se le pegan a uno en una fila, con otras que casi se le suben encima de uno en las escaleras eléctricas, con ascensores atiborrados de gente hablando sin tapabocas.

Y no nos estamos dando cuenta de que el virus parece estar tomando otra vez fuerza, al punto que ya el ministro de Salud, Fernando Ruiz, declaró que estamos en el quinto pico. Pasamos de 8.742 casos en la semana del 3 al 9 de junio, a 24.137 en la semana del 15 al 21 de julio.

Y si miramos el caso de las personas fallecidas el asunto es más dramático: pasamos de 27 en la primera semana de junio a 238 entre el 15 y el 21 de julio.

¿Por qué se están viendo más afectados los jóvenes y los mayores de 70 años? Porque gran parte de los primeros no han querido vacunarse y en el caso de los adultos mayores, por ser los más vulnerables al virus.

La meta, entonces, debe ser vacunarse y cuidarse. Estamos en un momento en el que cada persona debe responsabilizarse de sí misma y de su grupo familiar, distanciándose de los demás por lo menos un metro (así lo miren mal), no quitarse el tapabocas, lavarse las manos cada dos horas, volver a utilizar el alcohol y el gel, abrir las ventanas de sus casas y cuidarse mucho.

Twitter: @VargasGalvis