A 466.604 podría llegar el número de viajeros afectados directamente por la irresponsable decisión de Viva Air de suspender sus operaciones de manera sorpresiva el 27 de febrero a las 11 de la noche.
Como todos vimos, de un momento a otro los pasajeros quedaron en los aeropuertos sin saber siquiera con quién hablar, porque hasta los funcionarios de la aerolínea salieron de allí.
La Superintendente de Transporte, Ayda Lucy Ospina, denunció que pudieron comprobar que para ese momento la aerolínea seguía vendiendo tiquetes por su página web y que ese día ya se habían vendido 5.750 reservas. Aseguró, además, que, a esa fecha, 466.604 personas tenían reservas confirmadas.
El Ministerio de Transporte informó que, por concepto de venta de tiquetes, tiqueteras y recepción de pagos de las agencias de viajes, Viva Air recaudó 272 mil millones de pesos, antes de cerrar sus servicios.
Eso comprueba mala fe en la actuación de la aerolínea, cuyo presidente, Francisco Lalinde, le dijo al periodista Yamid Amat que habían tenido que tomar la decisión para salvar a sus empleados. Lo que no se sabía en ese momento es que 400 trabajadores (la tercera parte de ellos), según las denuncias de estos, fueron ‘invitados’ a salir de la empresa. Es decir, que no había tal deseo de ‘protección’ laboral.
Lalinde le echa la culpa al Gobierno porque no corrió a aprobarles una fusión con Avianca, conociendo la grave situación económica de su empresa. Y dice que la suspensión de labores se dio cuando la Aerocivil anunció que escucharía a terceros interesados antes de decidir sobre la solicitud de Viva Air.
De acuerdo con el periódico La República, en una resolución reservada de la Superintendencia de Industria y Comercio se presentan las pruebas de que Avianca «ya controla Viva Air y que la integración de ambas aerolíneas se hizo sin la autorización necesaria».
La Aerocivil estaba aún analizando la solicitud de fusión cuando ocurrió el cese de actividades de Viva Air, y por semanas vimos a mujeres, niños, ancianos, jóvenes adultos y personas de todas las condiciones durmiendo en el piso de aeropuertos en varias ciudades de Colombia y otros países, rogando porque alguien les ayudara, frente al silencio y la arrogancia de una aerolínea a la que no le importó su propia clientela.
La Superindustria y Comercio informó que falló a favor de una pasajera afectada y emitió una medida cautelar para que se le devolviera el dinero o fuera reubicada en otra aeronave. En este momento no sabemos qué otros pasajeros hayan logrado una medida similar, pero de lo que sí estamos seguros es de que la empresa no había hecho el primer reembolso, hasta el 15 de marzo, cuando el ministro de Transporte, Guillermo Reyes González, instauró una denuncia penal contra la aerolínea, por estafa agravada en modalidad masa y ofrecimiento engañoso de productos y servicios.
El exfiscal Mario Iguarán también anunció una demanda penal contra la empresa por perturbación en el servicio de transporte público colectivo u oficial, pánico, estafa, pánico económico y ofrecimiento engañoso de productos y servicios.
La Supertransporte tomó el control de la empresa el 6 de marzo y tiene abierta una investigación administrativa contra Fast Colombia, dueña de la aerolínea.
En un aparte de una comunicación de esa entidad de vigilancia se dice que se formularon cargos contra la aerolínea y que de hallársele culpable podría ser multada con sumas que van entre 1 y 2.000 salarios mínimos mensuales. Es decir, un máximo de 2.320 millones de pesos. Y si incumple las medidas administrativas podría ser sancionada con multas sucesivas de hasta 580 millones de pesos.
Hay que esperar, entonces, qué decide la Fiscalía General de la Nación, ante la cual Mintransporte presentó la denuncia penal, y a qué personas vincula a la investigación en calidad de autores del delito. Y ojalá las investigaciones de la SIC y la Supertransporte arrojen resultados rápidos.
Mientras tanto, lo que sí queda claro es que Viva Air debe desaparecer como marca, así se una con Avianca y salga a decir que se salvó, porque ya no es confiable, porque a los colombianos nunca se nos olvidará la frialdad y el cálculo con el que dejaron botados a sus clientes, sin importar siquiera que estos tuvieran que dormir y aguantar hambre en una terminal aérea.