Comienza el año y con él la posibilidad de empezar de nuevo. Es común hacer un balance de lo que se logró o no se logró en el 2014 y, más popular aún, hacer una lista de deseos y compromisos a cumplir este año. Es una época en la que nos permitimos soñar eso que tanto anhelamos. Eso que, si logramos, asegura el éxito y la felicidad. Sin embargo, ¿qué sucedería si tus deseos no se hacen realidad? ¿Si no logras ninguno de tus objetivos para este año, serás feliz de todas formas?

Vivimos en un mundo en donde el éxito tiende a medirse por los logros alcanzados. La Nueva Era promete que enfocándonos, visualizando y pensando positivamente podemos atraer a la vida todo lo que queramos. No niego que estos métodos funcionen. Tampoco está mal desear. El problema es qué deseamos y cómo lo hacemos. Qué tanto poder tienen mis deseos sobre mi destino y mi felicidad.

Nos hemos venido creyendo autosuficientes, capaces de controlar todo lo que sucede en nuestras vidas. Pero nos hemos olvidado de confiar en que hay una sabiduría superior que nos guía. Hoy la felicidad depende de muchas cosas: seré feliz si tengo novio, seré feliz si logro estudiar fuera del país, seré feliz cuando tenga más dinero. Y si no llega el novio que sueñas, no te dan la visa para estudiar fuera del país o no recibes el dinero que esperas, ¿serás feliz de todos modos?

Entrega tus deseos a Dios y deja que la vida se encargue del resto. Si tienes una lista de deseos te propongo visualizar a tus deseos dentro de una hermosa esfera dorada que poco a poco va elevándose hasta salir de este planeta y llegar al corazón de Dios. Entrega con confianza esa esfera y déjale el cómo a la divinidad. Es muy probable que sientas que te quitas un gran peso de encima y que puedes vivir la vida más ligera. Si llega lo que anhelas bendito sea y, si no, da gracias al cielo. Tal vez no has aprendido una importante lección o, aunque no lo veas en ese momento, algo mejor te está esperando.

En Un Curso de Milagros, Jesús dice que nosotros nunca sabemos qué es lo que más nos conviene y que lo único que realmente deberíamos desear es recordar quién somos. Por eso este año decidí no pedir nada, no hice lista de objetivos a conseguir ni visualicé deseos. Que este año me sorprenda y me traiga las experiencias que mi alma necesita para seguir aprendiendo y creciendo. Me abro a recibir. Me abro a confiar. ¡Feliz 2015!

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