ADVERTENCIA: Este texto suena mejor con esta canción
Recuerdo que todo me gustó. Los viejos con la radio pegada a la oreja, las groserías que nunca había escuchado, la fiesta que armaste con tus goles, los vendedores de helados rojos y maní dulce… ese día, vos fuiste mi Disney Land, América.
Luego, a mis 7, vi como mi papá borracho molió a golpes a mi mamá. Y dejó de ser mi papá. Y mi tío también dejó de ser mi tío. Le hizo tantas cagadas a la familia que decidí tacharlo de mi lista de parientes y hoy ya no existe para mí. Porque Mecha, uno puede escoger hasta la familia, pero el amor por esa divisa escarlata no tiene caducidad. No expira. Pase lo que pase.
Y todo en mi vida cambió, menos mi amor por vos. Me gustaste antes de fijarme en las niñas del colegio. Crecí y fui con todas mis novias a verte jugar. Y hoy sigo yendo a la cancha alentarte con mi esposa. Supe que ibas a ser mi equipo para toda la vida antes de saber siquiera cuál era mi comida favorita. Y hasta eso cambió; hoy soy vegetariano. Ya no como chuzos de $500 en el estadio.
Al colegio me transportaba Orteguita, el hincha más grande que tuviste, en su taxi tapizado de rojo y con olor a berrinche. Y también en el colegio, al igual que en la universidad, mis mejores amigos fueron tus hinchas. Luego me hice periodista y cada que podía pasaba de las tribunas a las cabinas de transmisión.
Hoy estoy viajando desde Colombia hasta Alaska en carro, y siempre te sigo, te busco, estoy pendiente de vos, me dolés.
Nací en tu tierra y nunca aprendí a bailar salsa; no me gusta ni cinco, me volví metalero. Pero cada pelito de mi cuerpo adquiere vida propia y salta cuando escucho al Grupo Niche decir que jugás para ser campeón, que embestís como un toro y que cuando entrás a la cancha vas acabando con todo.
Porque me consta, ois América? Porque estuve de fiesta en tu casa en cinco de las trece veces que saliste campeón. Porque vi al Pipa de Ávila humillarlos a todos con la pelota en sus pies. Porque vi al Coloso de Buenaventura hacerle gol de taco al Cali. Porque sé de Falcioni, de Cabañas, del Palomo, del Tigre Gareca, del Viejo Willy, de la Polilla, del Patrón Bermúdez, de Óscar Córdoba. Y es que por tus vestidores pasaron los más grandes jugadores que hayan pisado las canchas colombianas.
Y mirá América, hace tres años también estuve. Como estuvieron y vamos a estar los millones que no te abandonamos. Aquel 17 de diciembre cuando el Tigre Castillo botó el último penalti de la serie y te fuiste al infierno, descendiste y te instalaste en la Segunda División. Me aguanté las burlas y los pésames de hinchas de los equipos a los que siempre apabullaste. Nunca te abandoné.
Pero mi ilusión de verte volver a ser el gigante de camiseta roja se fue convirtiendo en la fe ciega del hincha, esa que no me dejó perder la esperanza así con el balón vos no hicieras más que el ridículo frente a tus tribunas llenas.
Porque manosearon tu historia llena de gloria, Mechita, y tuve que ir a putear a quienes deshonraron tu color. A troncos pechos fríos como Leyvin Balanta y Julio César Ortiz, que se quedaron en tus filas sólo por un sueldo y sin saber jugar. A los cometeros de Eduardo Lara y Diego Umaña por hundirte más y más en ese pailón infernal del que te negás a salir. A los directivos que se llenaron los bolsillos con promesas que ya se llevó el viento.
Por eso con esta carta, mi equipo adorado, te pido que este enero no ascendás. Que tengás dignidad. Te pido que no te agachés a recoger las migajas que te tiran desde los escritorios de la Dimayor, que ya extrañan las taquillas llenas de billetes cada que vos pisás las canchas de todo el país, que revientan las tribunas con los millones que conformamos la hinchada más grande de Colombia.
Puedo esperarte un año más en la B. Puedo esperar a que recuperés los huevos que perdiste y volvás a romper las redes de quienes se atrevan a pararse frente a vos. Pero no subás en ascensor. Sudá la camiseta, hacenos sentir orgullosos. Porque ya varios, entre ellos uno muy conocido tuyo, le demostraron al mundo que no es malo caer y que es un orgullo inmenso levantarse y seguir subiendo.
Seguirle el juego a ese cartel de sinvergüenzas que manejan el fútbol a su antojo es una afrenta contra tu hinchada. Porque vos sos la pasión de un pueblo, sos el dueño de la mitad más uno de los hinchas del deporte rey en tu país, y eso lo tenés que respetar. América, no ascendás. No así.
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