–       Amigo, ¿de qué país eres?

–      Colombia

–      Ahhh Colombia, que hermoso lugar. Ven, ven, pregúntame lo que quieras sobre tu país que yo me sé todo.

Me acerqué callado, pensando qué preguntarle, y antes de que algo se me ocurriera volvió a decir:

–    Dale chico, pregunta que yo me he visto todas las series de narcos en Colombia y conozco todo lo que hay que saber: Pablo Escobar, León Jaramillo, El Chili, El Mariachi, La Viuda Negra. Todo!

Quien con sus preguntas detuvo mi caminata por el Paseo del Prado, en el centro de La Habana, fue un chico cubano de no más de 23 años. Muy amable y curioso, eso sí, como todos sus paisanos. Y aunque se presentó, no recuerdo su nombre. Lo que no podré olvidar es la sistemática preguntadera, de casi todos los cubanos con los que hablé, por El Patrón, El Capo, el perico, la bareta, las putas, la violencia…

Mi esposa y yo hicimos un paréntesis en nuestro viaje en carro desde Colombia hasta Alaska y nos fuimos 45 días para Cuba. En ese tiempo entendimos que los habitantes de la isla viven con una necesidad imperiosa, oceánica, de conocer otras culturas y aprender sobre otros lugares a través de las conversaciones que puedan tener con extranjeros. Allá, en esa porción de tierra, a tan sólo 90 millas de distancia de Estados Unidos, no hay internet, ni TV por cable, ni transmisiones internacionales (exceptuando a Telesur), ni nada que se le parezca. (Vea también: Nuestro reto de viajar por Cuba 45 días gastando como cubanos)

Pero en Cuba el rebusque es moneda corriente. Y se rebuscaron la forma para hacer llegar a sus casas telenovelas y series extranjeras. Les llaman paquetes, y las venden en memorias USB a un peso cubano (unos $100 colombianos) cada episodio. Cuando llegan los paquetes colombianos, sobre todo los que chorrean sangre, la televisión local pierde casi todo su público.

Y es por eso que en la tierra de Fidel, cuando usted nombra a Colombia,  inmediatamente le hablan de Escobar para después seguir con las preguntas de rigor. ¿Cuánto vale un gramo de cocaína en tu país? ¿Y un porro? ¿Y es verdad que allá las niñas les piden tetas nuevas a los papás de regalo de 15 años? ¿Y cuánto vale una jinetera (prepago)?

Al principio, atendiendo a su curiosidad, les respondía. Les decía que sí, que las calles de Colombia están inundadas de drogas y que son baratísimas. Que ya no estallan carros bomba en cada esquina y que a pesar de las cosas malas en Colombia, como en Cuba, aprendimos a ser felices y a resistir las malas nuevas que no paran de llegar desde el poder. Luego me enojaba, y les decía que no más con el tema, que ya estaba aburrido. Al final, luego de escuchar la palabra Escobar, optaba por quedarme callado.

Lo daba por hecho: Las narconovelas se cagaron en la imagen de Colombia justo cuando el narcotráfico dejó de ser el principal  de los problemas. Fueron hechas para regurgitar nuestra desgracia histórica y vomitarla en FULL HD para que el resto del mundo se la comiera de a poquitos.

Al menos yo, la del Patrón del Mal me la vi todita, y me encantó. Entonces, ¿qué sentido tenía indignarme?  Ni los cubanos ni ningún otro extranjero tienen la culpa.

Sólo bala y perico?

Pues no. Una funcionaria pública nos dejó entrar gratis a un museo en la Plaza de la Revolución cuando le conté que yo había conocido a la ‘Ronca de oro’ en persona, una vez que fue a la redacción del periódico donde yo trabajaba.

“Ayyy mi madre! Tu me’tá hablando enserio chico? No sabes como yo lloré por esa señora. Que mujer tan buena. Y creo que así deben ser todos los colombianos. Por eso no me creo lo que dicen de Escobar y esos capos. Eso es cosa del pasado. Sigue chico. Pasa con tu esposa que me caíste bien”

También, como en todo el planeta, el tema diario es el qué o el contra quién del Barcelona y el Real Madrid. Y hablan de James, pero muchos quedan aterrados cuando se enteran que es colombiano.

El proceso de paz de La Habana

Algunos hablan de las conversaciones. Una señora me dijo que le ha pedido a Dios para que se acabe esa guerra absurda en el país hermano de Colombia. Otros dicen que es un gusto que su país reciba los diálogos de paz entre el Gobierno colombiano y el ejército del pueblo, ante lo cual tuve que explicar en más de una ocasión que es justamente al pueblo al que han afectado. Que son los nuevos Escobares encargados de procesar y mover la droga en mi país, que matan, roban y atentan. Y que casi todos (me dio pena hablarles de Palomas, María Fernandas, Oscar Ivanes Y Ordoñez. No, no, que pena. Ni más faltaba), en el país tenemos la esperanza de que en esa mesa este conflicto llegue a su fin.

Pero eso sí; muchos conocen, y odian parejo, al ilustre inventor de la palabra ‘Castrochavismo’. Pobre hombrecillo. Si supiera lo que dicen de él en esas tierras. Cómo podrá andar uno tan campante en la vida con tanta gente escupiendo insultos tras mencionar su nombre.


A fin de cuentas, y luego de tanto charlar con los locales en la isla, supe que los colombianos y los cubanos tenemos mucho en común. Ambos somos herederos de razas amables, alegres, rumberas y sufridas. Somos conversadores, descomplicados y preguntones por naturaleza.

Muchas veces allá escuché una canción del fallecido cantautor cubano Polo Montañez, interpretada por músicos callejeros. Y terminé dándole la razón a uno de sus versos. Los que conocen el encanto de Cuba y su gente me darán la razón.

“Colombia me enamoré 
de tu belleza infinita 
que el corazón me palpita y se me pone al revés 
lo cierto es que me llené 
de encanto con tu hermosura 
te pareces tanto a Cuba 
que nunca te olvidaré”

PD IMPORTANTE: No soy Castrochavista. Soy viajero. No milito aquí ni allá. Ahórrese ataques y apasionamientos políticos en los comentarios de este post. Va a perder su tiempo.

TAMBIÉN SOBRE CUBA

Facebook @renunciamos @elquesiempreva instagram