Casi todo el mundo considera a los viajeros como abiertos de mente y libres de prejuicios pero en este recorrido por el sudeste asiático confirmé lo que es ridiculizado en un video que se volvió viral en las redes sociales, en el cual una chica cita un montón de frases cliché sobre «dejar la zona de confort», ser «nómada digital», entre muchas, muchas otras.
Sí, viajar puede borrar estereotipos, tumbar barreras, y hasta cambiar la manera de pensar de quienes nunca antes habían salido de su país de origen… pero no en todos los casos. No es más sino ver a aquellos mochileros experimentados que disfrutan dividiendo a la gente entre viajeros y turistas, y miran a los segundos por encima del hombro, como si unos fueran mejores que otros. Solo basta con observar cómo pesan las mochilas con la mirada, porque claro, mientras menos lleves, más autoridad demuestras en el selecto grupo de «iluminados».
Desde mucho antes de renunciar a mi vida en Bogotá, me sentía medio mal cuando los mochileros que iba conociendo me preguntaban cuánto llevaba en el mismo trabajo, y si no me cansaba de lo mismo. Con un poco de vergüenza (porque claro, me sentía intimidada ante los ojos inquisidores), respondía que no porque en aquella época adoraba mi carrera, el ambiente en aquel trabajo y los retos que me traía cada día, al aprender algo nuevo.
“¡Yo ya me hubiera ido!”, decían sinceramente, y sin ninguna mala intención. Pero cuando te encuentras del lado «sedentario», no puedes evitar sentir un leve señalamiento. ¿No que los viajeros vivían libres de todo -incluidos los prejuicios-? Porque no siempre es tan sencillo dejarlo todo para comerse el mundo, y menos cuando amas lo que haces. Claro, apenas las cosas cambiaron – ¡y de qué manera!-, por supuesto que no dudé para dar el gran paso, pero eso no implica que todos tengamos que reaccionar de la misma forma.
Hay muchos factores que impiden tomar una decisión así porque al fin y al cabo, es un riesgo bastante grande, y cuando tienes una vida ya encaminada en un lugar, con objetivos personales o familiares de por medio, simplemente no es posible tirar todo “por la borda”, aunque te llame la atención llenar de sellos tu pasaporte.
Cuando la prédica es tan insistente, a lo sermón religioso, hasta termina siendo molesta. “Vida solo hay una”, “el dinero se recupera, el tiempo no”… yo misma me lo he repetido una vez y otra y otra. Pero al final, ¿quién toma la decisión? Nadie más. Y lanzarse depende del momento de vida en que te encuentres.
Además, ¿por qué cambiar una estabilidad que nos hace felices? A mí también me encanta conservar lo que me llena de vida. Ahora, si es para sufrir innecesariamente o llenarse de malas energías, soy la primera que deja todo para buscar nuevos horizontes.
Más de una vez viajando por Asia me han preguntado cuántos países he visitado (¿en la vida?), como si esto fuera una lista del mercado y tacháramos uno más cada vez que pasamos frontera. Diplomáticamente, respondo que no llevo ninguna cuenta: no creo que una cifra sea vara para medir lo que hayamos vivido. Hay viajeros guerreros, que exhalan energía por los poros y nunca han salido de su país. ¿Significa que son menos valientes que quienes recorren el mundo, ya sea conscientemente, o a punta de borracheras en cada bar de esquina? Lo dudo.
Nombres. Números. Puntos en el mapamundi de las redes sociales… como si ningún sitio dejara más que un motivo para presumir (¿viajamos para nosotros mismos o viajamos para los demás?) y una autoridad moral auto-impuesta para enjuiciar a quienes simplemente no quieren vivir así.
Que el turista solo escapa de la realidad y regresa a su escritorio a seguir en la vida cuadriculada, mientras que el viajero vive aventuras que cualquiera envidiaría… ¿Y aún pensamos que todos los viajeros son ejemplo de tolerancia, paz y amor?
Decidir viajar largo o por toda una vida no nos convierte en integrantes de un tribunal. Que si llevas una mochila más grande, malo. Si agarras bus en vez de hacer autostop, aún tienes algo de aquella “vida sedentaria”. Si decides pagas un cuarto por momentos y evitas los hostales para tener algo de silencio, aún no has “guerreado” lo suficiente.
Y luego, si haces lo contrario, llueven críticas del otro lado. Malo si sí, y malo si no, como dice la canción de Aterciopelados. Como siempre habrá alguien que opine sin haberle preguntado, lo mejor es hacer caso omiso… incluso, a las voces de los viajeros.