Por: @karlalarcn
La plancha de vapor pasa sobre la camisa mientras él mira como las góticas del almidón en aerosol se van, así como su mente pensando en cómo será el encuentro.
Ese encuentro que hace meses deseaba, el que siempre esperaba, llegaría por fin ese día. Un restaurante sería el testigo de cómo dos almas que alguna vez se conocieron por un chat, después de tener una relación, se dirían adiós esa noche con un merecido final.
La ducha fría cae sobre su cuerpo mientras recuerda todo lo pasado, los besos no dados, las miradas huidizas, las conversaciones sin sentido llenas de risas, las muchas veces que mirando por la ventana, ya sea con lluvia o con sol, de día o de noche, deseaba compartir ese momento con ella. Pero el destino estaba escrito y decía que ella no era para él ni él para ella.
Su mirada se pierde en ver cómo su figura es reflejada en los vagones del metro mientras este se detiene. Entra al vagón de la mitad, toma asiento y otra vez su mirada se pierde en el túnel oscuro mientras su reloj no miente; como siempre llegara tarde.
Llega a su parada de metro, es hora de correr, el recordar le regala una sonrisa al darse cuenta que siempre llegó tarde cuando se veía con ella pero también ese tonto recuerdo hacía llenar de muchos más el corazón. Cómo olvidar el día que la vio por primera vez, el día que por primera vez se besaron, esas tardes viendo películas en su casa o el día que bajo un árbol el uno se dijo al otro que nunca se olvidarían.
Ésta era la canción que sonaba perdida en esa calle peatonal, ese sonido perdido entre los cafetines bulliciosos de Madrid. Se acerca corriendo y al fondo la ve después de 4 meses… después de soñar ese día la vuelve a ver, qué diablos, así sea para decirle adiós pero la ve, allá, perdida entre una chaqueta negra y un pantalón gris, pero más que eso es saber que esa ropa envolvía lo que él quería, lo que él amaba.
Se acerca tratando de quitar las gotas de sudor después de correr unas cuantas calles, se detiene ante ella. Ahí la ve, perfecta, delicada, con su pelo como siempre cepillado, sus manos llevando como siempre su bolso y su mirada que quiere decir mucho pero que intenta esconder todo.
– Hola, ¿cómo estas?- preguntó ella.
– Hola, bien ¿y tú?
Sí, igual que el primer día que la vio, las palabras no fluyen, el silencio es cómplice y sus ojos que se pierden entre los del otro, allá en ese infinito donde se puede decir todo.
Entran al restaurante, se sientan y por un momento el silencio, ahora incómodo los invade. Otro ‘¿cómo estas?’ por pregunta, el consecuente ‘bien’ como respuesta y ordenan de cenar lo mismo de siempre. Siguen al pie de la letra el libreto diseñado para las personas que se quisieron, pero que llevan mucho tiempo sin verse: ¿qué estás haciendo? ¿cómo te fue en esto? ¿cómo está la familia? Y así, sin dejar tema por tocar…
– Tu hermana me contó todo lo que ha cambiado tu vida. Dice él, sabiendo lo que venía…
– Sí, la vida me ha dado un giro completo…
Su vida cambió por completo desde ese día que ella le pidió que se alejara. Conoció a alguien, las cosas fluyeron, en un viaje él entregó un anillo. Ella dijo que sí y desde ese momento él pasó a ser un recuerdo. El problema es que hasta esa noche él se enteraba. El anillo relucía mientras ella hacía ademanes para esconderlo.
Todo estaba dicho, el pasar a ser historia estaba confirmado. Él en ese momento solo quería preguntar ¿qué pasó?, ¿por qué tuvo que ser así?, ¿por qué en vez de seguir el facilismo propio de los humanos no lucho por ella? Cuando ella, la que tenía enfrente, muchas veces lo amó sin tocarlo, lo amó sin verlo, lo amó sin decírselo. Esos son los designios de la vida que no se queda con nada y siempre da lo justo. Él toma la palabra…
– Yo sé que hice muchas cosas mal pero la verdad es que no hay día que deje de pensar en ti, siempre deseando que estés bien, siempre queriendo que te suceda lo mejor, cuando uno ama… perdón, amo a alguien solo espera y desea lo mejor para esa persona…quie…-
No pudo seguir hablando, un nudo ahogó las palabras en su garganta, ese nudo que es síntoma inequívoco que el alma y el corazón sufren. También los ojos que brillan más de lo normal, como presumiendo que una lagrima quiere salir del alma…
– Te decía que, quiero que seas feliz que es lo único que te mereces de verdad…
En ese momento los dos suben la cabeza, los ojos se encuentran y él ve que esa lágrima que se quiere desbordar es igual a una que quiere asomar en los ojos de ella, se miran… una mirada que podría ser eterna, una mirada tan extraña que no sabe qué significa: ¿amor? ¿tristeza? ¿el adiós?
Esos ojos negros que lo siguen mirando, que siguen escudriñando buscando una verdad, la verdad que ese día salía del oscuro recóndito del ser diciendo: se amaron más de lo que creían.
– Por favor, no me mires así- Dice él mientras una lágrima baja, se levanta de su asiento y busca el baño como escondite.
El espejo le pide que tiene que ser fuerte. Así lo hace y vuelve a la mesa.
– ¿Nos vamos?
Salen a la calle, caminan un par de metros hasta llegar a la esquina. Se vuelven a mirar y ella como siempre da el paso…
– Te deseo lo mejor en tu vida, que te vaya muy bien. Dios te bendiga y recuerda el tesoro que te dejo en el corazón y siempre desearé que estés muy bien. –Es hora que él diga sus ultimas palabras:
– Lo mismo para ti, no se te olvide que te adoro con toda la fuerza de mi corazón, que siempre te quise y que seas muy feliz.
Un abrazo largo los unió. Se intercambiaron dos o tres frases que se las llevaría para siempre el viento. Se piden el favor que se cuiden mucho. Él no puede hacer nada más que mirarla y mirarla; las lágrimas que quieren salir pero se las guarda para otro momento. Cierra sus ojos y le manda todo su amor, el amor guardado, el no dicho, el reservado que nunca más será expuesto por medio de un beso en su frente. Siente en sus labios su piel tibia y el frío que abruma.
Se sueltan despacio, y ahí dos vidas se pierden, dos vidas se sueltan para girar en otros mundos, el círculo del que tanto dicen que se tiene que cerrar queda concluido para vivir sus propias vidas por separado. Los te amo, los besos en la frente, las lágrimas que brotaron y las que no, serían ahora para otras personas en lugares diferentes. Nuevas cosas pasarían en la vida de estos dos pero nunca olvidarán donde fue que se regalaron un adiós y la misma calle les guardaría por siempre el secreto.
Se vuelven a perder entre esa calle, la de cafetines y bares, la que los acogió varias veces esperando que vuelvan algún día, con otra pareja, con otra canción en el aire, pero que guardara su secreto de aquella noche cuando una pareja se regaló para siempre un adiós.
Canción grito con el corazón. Ketama
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