Por Álvaro Rodríguez Hernández*

Los dedos se movían rápidamente sobre la pantalla táctil de un teléfono inteligente, grupos de personas se preguntaban entre ellos qué estaba pasando y las redes sociales comenzaban a registrar los reportes de sus usuarios con respecto a la debacle, la catástrofe, el tan siempre mentado fin del mundo.

Sin explicación conocida hasta el momento de escribir esta entrada, las redes sociales Facebook e Instagram, más el servicio de mensajería instantánea WhatsApp, sufrieron la caída más larga de su historia. Fueron más 14 horas en donde usuarios instalaban y desinstalaban aplicaciones, verificaban su conexión a internet y buscaban explicación en la red.

El fallo fue mundial, millones de usuarios se vieron afectados y la vida laboral y personal rompió su flujo de comunicación e hiperconexión. Otras aplicaciones se vieron beneficiadas porque llegaron como la salvación caída de la nube para mantener el nuevo modelo de comunicación permanente impuesto por las tecnologías de la información y la comunicación

En Colombia, Facebook ha superado los 20 millones de usuarios. El volumen de personas convierte a la red en un escenario de negocio y en un ambiente que ya hace parte de la vida personal. Además del elemento comercial, las interacciones cotidianas y la facilidad de llegar a un mayor número de ‘amigos’ con una sola publicación genera una extensión del diario vivir en la esfera de la virtualidad.

Como lo expresó el filósofo Zygmunt Bauman: “La vida social ya se ha transformado en una vida electrónica o cibervida”. De igual manera, los diferentes aspectos del existir humano están relacionados de manera directa con la tecnología y la nube. Es decir, estamos en la era primitiva del cíborg.

La demencia digital

Ahora, el simulacro del fin del mundo se da cuando el habitat de esa cibervida se cae. La novia cibercontroladora, el exnovio stalker, el ciberjefe con una nueva instrucción cada 25 segundos y una nueva idea brillante y el cibercómico que asume que al otro lado de la pantalla todo es risa ante sus publicaciones y mensajes, estos, entre otros personajes que usted debe conocer o ser alguno de ellos, entran en pánico al perder su ecosistema.

Precisamente son esas pantallas en donde ahora vemos pasar la vida, seres humanos multipantalla que se exponen a la demencia digital. Este termino de demencia digital nace de estudios de científicos coreanos, ellos lo utilizan para hablar de la disminución de las capacidades cognitivas, dicho deterioro se le atribuye al uso excesivo de artefactos tecnológicos, especialmente computadoras, tabletas y teléfonos inteligentes.

El estudio realizado por los científicos del Balance Centre de Seúl afirma que los seres humanos ven afectada su concentración, memoria y pueden presentar demencia temprana, esa es la trilogía que encierra la llamada demencia digital.

No hay una seguridad de que la era digital no falle y tengamos que volver a los antiguos usos de la cotidianidad, el problema es que ya no se sabe trabajar con las herramientas que se tenían antes, el pensamiento es diferente y las capacidades son otras. El perder las tecnologías de la información y la comunicación sería el fin de este mundo, como se vive hoy, para desaprender y generar una nueva trasformación.

Es improbable que esto pase, pero es muy curioso que los comentarios que las personas jóvenes estaban divididos, algunos decían que era un caos total, prácticamente la vida había acabado, otros se dieron cuenta de su entorno y no lo tomaron tan mal. Ahora ¿cómo le fue a usted en este simulacro del fin del mundo?

 

* Docente de la Escuela de Comunicación y Gestión de la Información. Director de PoliRadio, PoliDeportes y Sala Contacto del Politécnico Grancolombiano.