Por Álvaro Rodríguez Hernández

Foto: Álvaro Rodríguez

Docente de la Escuela de Comunicación y Gestión de la Información del Politécnico Grancolombiano

Director de PoliRadio, PoliDeportes y Sala Contacto.

 

 

Hace poco leía como el periodista español Carlos Balado, un profesional de gran trayectoria y quien ejerce como director general de Eurocofin, afirmaba que no existe una mala comunicación o una buena comunicación, dicha sentencia la complementaba explicando que lo que existe es una buena o una mala estrategia.

En ocasiones, por no decir que siempre, se ha tildado al chisme como una mala comunicación, el ‘notipasillo’, la información de corrillo o el hablar soterradamente es algo que las organizaciones, las familias y en términos generales cada persona trata de evitar o erradicar de su cotidianidad.

El problema es que todos somos estrategas, somos personas que tenemos metas y objetivos y buscamos la forma de alcanzarlos. Se puede considerar como buena estrategia aquella con la que se consiguen esos objetivos o esas metas, pero acá se debe evaluar aquel viejo adagio que convertiremos en pregunta: ¿el fin justifica los medios?

Según el objetivo o meta, cada individuo trazará su estrategia y dentro de ella, la forma como se comunicará para llegar a buen fin. Es evidente que existe gente que es gran estratega y logran cosas maravillosas, pero también hay personas que en su estrategia utilizan esa astucia tramposa y de mala intención llamada marrullería y su herramienta de comunicación es el chisme.

Aunque este texto no pretende ser un tratado de ética o de moral; sin duda, lo mejor es que no usemos estrategias marrulleras que atenten contra otra persona porque definitivamente el fin no justifica los medios.

La desacreditación en redes sociales y medios

Las estrategias tienen como gran aliado a los medios de comunicación y, hoy por hoy, a las redes sociales y los escenarios digitales, espacios que se han convertido en un ring de lucha libre listo para una batalla campal. En una esquina está el equipo de los marrulleros con el chisme enmascarado, la siniestra calumnia y la rampante mentira y en la otra esquina el equipo de la creatividad, la transparencia y el trabajo por el bien común. Entre otras cosas, ¿en qué equipo está usted.?

Ahora es común hablar de fake news, bulos o noticias falsas, que proliferan en los medios de comunicación y en las redes sociales al lado de influenciadores pagos y trolls a sueldo, los nuevos personajes que ejercen una comunicación carente de neutralidad y, generalmente, basada en la falsedad.

Investigadores del Instituto Tecnológico de Massachusetts han determinado que las noticias falsas se propagan más rápido y su espectro de impacto es mucho más amplio. Los resultados encontrados afirman que 3 millones de personas compartieron 4,5 millones de veces datos de 126.000 noticias. Por su parte, la información verdadera en muy pocas ocasiones llega a más de mil personas.

El estudio publicado en la revista Science, atribuye el éxito de las noticias falsas a esas reacciones emocionales que se generan en el público, el ver datos nuevos y temas diferentes a los cotidianos.

Frente a esto se genera la necesidad de una responsabilidad personal que se debe proyectar como colectiva. Responsabilidad que se debe fundamentar en el comprobar la información que recibimos. Cuando nos ofrecen una información debemos generar la certeza suficiente para difundirla de manera efectiva y sensata.

Así que la estrategia sería no difundir información sin que esta se compruebe, no sacar la información de contexto y compartirla luego de saber que es una realidad. Por otra parte, está la estrategia que usamos para alcanzar las metas personales, es momento de dejar atrás los chismes y la mala intención comunicativa y dedicarnos a crear, a ayudar y a mejorar y no destruir para imponer nuestros intereses propios.