En la declaración de Río de 1992, en La Cumbre de la Tierra, se incluyó un epígrafe que decía: “La creatividad, los ideales y coraje de los jóvenes del mundo debe ser movilizado para forjar una participación global que nos conduzca al desarrollo sostenible y asegure un mundo mejor para todos”[1]
Este pequeñísimo texto, centra toda su acción dentro de la movilización de los jóvenes. Yo cambiaría la palabra movilización por “participación” y jóvenes por toda la sociedad en general. Y es en la Agenda 21, documento firmado por 173 gobiernos, en el marco de la cumbre de Río, en donde se consigna que “es una necesidad imperiosa de las juventudes de todas partes del mundo que participe activamente en todos los niveles pertinentes en los procesos de adopción de decisiones, ya que ellos afectan su vida actual y tiene repercusiones en el futuro”[2]
¿Y porque participación?, ¿para que la participación?
En una sociedad dominada por el único fin de lograr el crecimiento económico, entendido en términos de crecimiento descontrolado, irracional e insostenible. El cuál finalmente lo único que ha logrado es la destrucción o abuso de ecosistemas completos, emisión de gases y deshielo de los bloques polares por no mencionar otros daños diversos. La vinculación activa de los jóvenes, y de la ciudadanía en general, a iniciativas destinadas al ejercicio de la resistencia activa es una alternativa para el desarrollo de opciones que permitan lograr un desarrollo sostenible.
Por medio de prácticas de aprovechamiento de productos biológicos limpios y de reducción en el consumo de productos que en sus procesos de fabricación no traen consigo procesos amigables con el medio ambiente, puede adquirirse una postura política que permita ejercer el derecho a la ciudadanía activa de manera responsable y por medio de la participación en este tipo de iniciativas.
Es posible, si bien no lograr cambios a niveles de las grandes conferencias ambientales en el mundo, en donde estamos sujetos a la voluntad de los gobiernos y a sus intereses particulares, como ha sido el caso de la negativa a la firma del acuerdo para la emisión de gases contaminantes y de tipo invernadero por parte de los estados Unidos y China, (Sin olvidar que estos países, son los principales emisores de este tipo de gases).
Pero si lograr un cambio desde el interior, desde el individuo, del ciudadano, que al final de cuentas es el responsable de los actos y acciones y que dan la responsabilidad y sentido a su vida. En nosotros está el poder, el poder de uno.
Y es esta oportunidad de participar del devenir histórico por medio de acciones responsables y de una postura política definida, la cuál nos permite redefinirnos como individuos activos, con el poder de tomar decisiones que afectan el entorno, estos son los pequeños actos que cambian y que crean historias.
Es cierto, nuestra responsabilidad está en promover y participar en manifestaciones masivas de nuestra voluntad política, marchas y actividades en las calles, además de la vinculación a masivas iniciativas locales e internacionales, pero más importante aún es reconocernos como sujetos políticos, con el poder de cambio y por encima de todo con el poder de elección, lo cuál nos permite definir nuestro futuro y decidir cual será nuestra casa y que le dejaremos a las generaciones venideras.
Son pocas palabras para un tema extenso y una pequeña invitación a la responsabilidad en el consumo y en preguntarnos ¿Puedo participar en este momento para contribuir en consumir de una manera más responsable? ¿Puedo ser un agente de cambio real por medio de acciones cotidianas para revisar mis hábitos de consumo? ¿Puedo convertirme en un agente político dinámico y sobre todo independiente de la manipulación mediática y de los intereses de los grandes conglomerados económicos, para tomar decisiones autónomas frente a mi manera de consumir?
Somos el cambio, somos parte de una revolución ciudadana que continúa dormida, pero que por medio de la educación responsable y la motivación política podemos lograr pequeños cambios en nuestra vida que son valiosos y sobre todo significativos para nuestro futuro y el de toda la vida de la tierra. Nuestra casa.
[1] El desarrollo del evento fue una de las “cumbres de la tierra” -organizadas por la ONU- celebrada en Río de Janeiro del 3 al 14 de junio de 1992. Aproximadamente 400 representantes de organizaciones no gubernamentales (ONG) estuvieron presentes. Fue sucesora de la Conferencia sobre el Medio Humano (Suecia, 1972) y fue celebrada veinte años después, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo (CNUMAD) que popularmente es conocida como Cumbre de Río o de la Tierra. De donde nace la declaración de Río sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, que aclara el concepto de Desarrollo sostenible: « Los seres humanos constituyen el centro de las preocupaciones relacionadas con el desarrollo sostenible. Tienen derecho a una vida saludable y productiva en armonía con la naturaleza»
[2] Ibid.