(Sobre la Serie de cápsulas radiales Fotoflash)
¿Qué pensaría una mujer Neardental hace 230.000 años, cuando caminaba por un desfiladero de alguna montaña, de lo que los griegos llamarían después Iberia, pensando, que el resbalarse sería fatal para sus huesos y sus sueños de amor?
Esta mujer vería al infinito y se daría cuenta que la luz del otoño se hacía más opaca y determinaba que sus pasos no tendrían sombra. Los Neardentales o los Homo sapiens tenían clara la luz como fenómeno del paso del tiempo y como sensación. Se tiende a pensar que nuestros antepasados por su errada representación pictórica en libros de texto y su aún más errada representación cinematográfica como en la película The Caveman (1981) -con excepciones como La Guerra del Fuego (1981) de Jean-Jacques Annuad- solo proferían gruñidos y movimientos torpes, pero estoy seguro de que su sensibilidad a la luz debió ser inenarrable.
La luz fue un fenómeno natural hasta que las candelas romanas, la parafina, las velas o lámparas, que eran alimentadas por el aceite de ballena, fueron implantando una luz artificial y en 1878 Edison fue a reemplazarla por luz incandescente y posteriormente llegaría la luz eléctrica, que posibilitaría las luces en los hogares y en las calles, ubicando la luz artificial como otra manera de apropiar lo lumínico.
Pero la luz, si es verdad que se da naturalmente y da millones de posibilidades efímeras en su proceso de recorrido del sol entre sombras y luces irresistibles, al entrar al territorio de la representación es que los seres humanos pintores, dibujantes, grabadores, han manipulado la luz de millones de maneras como lo vemos en Goya, Luis Caballero, Artemisa Gentileschi, Hannah Hoch, Tamara de Lempicka, Jeny Holzer e incluso como para algunas personas, el manejo de la luz solo está en manos de los pintores europeos realistas e hiperrealistas como J.L David, Caravaggio, Sorolla, Velázquez, obviando que en el globo terráqueo las sensibilidades a la luz se han dado en todos los continentes y sus islas sucedáneas .
La pintura y el manejo particular de la luz ha dado paso a que la llegada de lo maquinico al arte desde la fotografía y todos sus antecesores técnicos y después a la llegada del cine, la luz se transformara y tomara entonces valores que tienen que ver con la “realidad” cinematográfica, televisiva y videística.
La luz entonces proviene como estudio de la pintura y de las artes plásticas en general y en términos escénicos, de las puestas en escena de la danza y el teatro, por no nombrar su función en lo performático y las instalaciones o video instalaciones.
El cinematógrafo es lo que Louis Le Prince en 1888 en su trabajo de imagen en movimiento titulado La Escena en el Jardín de Roundhay descubrió y que por su misteriosa desaparición (como anticipando las historias que los guionistas contarían en el cine en su desarrollo) fue eliminado de los textos y como creencia popular se “unge” a los Hermanos Lumiere como sus inventores, cuando en la realidad y tanto Le Prince como Los Lumiere o Edison, lo que concluyeron fue un largo camino que venía desde los “juguetes” ópticos como la linterna mágica de Kircher en el siglo XVI, las fantasmagorías de Robertson en 1798, el fenaquistiscopio de Plateau en 1832, el estroboscopio de Stampfer en 1829 y otros más que configuraron el fin del proceso que aunaba lo maquinico, lo óptico y lo químico para lograr presentar una cajita de madera que fuera nombrada como cinematógrafo, ya que filmaba y proyectaba, pero este invento no es el del cine, ya que el cine es un lenguaje y no un dispositivo técnico, entonces el invento fue el de un aparato y sus posibilidades de lograr una imagen en movimiento artificial, proyectada en una pantalla y ampliada de la realidad.
Es entonces cuando el lenguaje cinematográfico se comienza a “fractalizar” en cada uno de sus componentes narrativos para comenzar a elaborar un lenguaje como tal y dentro de estos componentes, la luz vuelve a incidir sobre el relato, ya no como un elemento decorativo o con fines de exposición para que técnicamente se viera lo filmado, sino como un desarrollo emocional.
Ya los pintores lo habían logrado, en el caso de aquellos que usaron la atmósfera de situación en cuadros de soberbia narrativa como La Balsa de la Medusa de Theodore Gericault (1818), El caminante sobre el mar de nubes de Caspar David Friederich (1818) o los códices mayas.
Ahora tanto la fotografía fija, como la fotografía para el cine, tomaban la iniciativa de usar la luz de una manera, en la cual, las atmósferas trascendían lo realista hacia lo surrealista o traicionaban el verismo por la construcción de atmósferas, que hicieran de cada plano, una propuesta que llegara a los sentidos (una película de largometraje puede tener mil planos).
El concepto de dirección de fotografía fue poco a poco logrando encontrar su espacio creativo y propositivo y los nombres de Stanley Cortez, Eduard Tisse, Charles B Lang, Arthur Miller (no confundirlo con el dramaturgo), Bill Bitzer, Karl Struss, Karl Freund, comenzaron a generar de la mano de directores como Eisenstein, Murnau, Stroheim, Lang, el derecho a apropiarse de la luz para convertirla en sensación.
Lamentablemente si para el género femenino era difícil ser directoras (mito que rompen directoras como Alice Guy, Germaine Dulac, Alice Guy, Lotte Reininger, Victoria Ocampo, Elizabeth Grimball), la dirección de fotografía, fue aún más esquiva y por ello el Cine Club La Moviola de la Institución Universitaria Politécnico Grancolombiano, ha realizado su serie de cápsulas radiales Fotoflash, dedicada a varias de ellas en el territorio iberoamericano, como una herramienta de información y homenaje a muchas de las mujeres que realizan este apasionante oficio.
La serie, en cada capítulo, ahonda sobre una directora de fotografía y entre las que se desarrollaron en esta primera temporada de la serie de cápsulas están: Nuria Roldos, quien ha fotografiado películas como Situations Vacant (2000), Acosada (2002), El Domini deli Sentits (1996); Paola Carolina Rizzi, quien ha fotografiado entre otras La Mujer Rota (2007), Los Suicidas (2005); Teresa Burgos quien ha realizado fotográficamente Prem Rawat (2018), Maradona sueño Bendito (2019); Adriana Bernal quien estudió en La Femis y ha realizado fotográficamente La Cama Cinco (2003), El Maestro (2002), Miradas Urgentes (2008), El ángel del acordeón (2008), Tule Kuna, cantamos para no morir (2013), Infierno o Paraíso (2018), Millennials (2019 -en posproducción-); Isabel Ruíz, quien ha enfocado su trabajo hacia el cine publicitario; Micaela Cajahuaringa, quien ha trabajado con la directora Mariana Rendón en Pelo malo (2013) y Postales de Leningrado (2007) y finalmente Victoria Panero fotógrafa de Quien mato a mi hermano? (2019) y Plumíferos (2010).
Oír sobre su trabajo fue el objetivo planteado por nosotros como realizadores radiales y como un aporte fundamental al conocimiento de aquellos talentos que desde la luz proponen otra manera de sentir las nubes.
Para quienes quieran oír la serie pueden entrar a: