Karina Bautista Sabogal, Lic. en Educación Infantil.
Coordinadora de la Licenciatura en Educación para la Primera Infancia del Politécnico Grancolombiano
Mucho se ha hablado sobre las preocupaciones que tiene los padres por no poder llevar a sus niños al jardín infantil, a las guarderías y demás centros de atención para la primera infancia por causa del confinamiento obligatorio. Sus preocupaciones radican en una instancia, por el poco tiempo que tiene para dedicarles en casa dado que muchos están practicando el teletrabajo y por otro lado, al tiempo que se está perdiendo sin que estén “aprendiendo”, pues piensan que los niños se están atrasando en contenidos y hasta, incluso, que van a perder el año.
No son en vano estas preocupaciones, están basadas en dos concepciones arraigadas sobre la educación de los más pequeños, una de ellas pensar que si el niño no está en actividades escolares todo el tiempo como colorear, rayar, picar, moldear, hacer planas, trazos, cortar y otras acciones enfocadas a la preparación para la escolaridad y primeros grados de primaria, el niño está perdiendo tiempo valioso. Otra concepción afincada a la idea de que el desarrollo de los niños está mediado por currículos, estándares y contenidos que se planean en un tiempo y un espacio determinado (horarios-aula) de manera universalizada y homogénea, esto bajo un pensamiento de desarrollo lineal y establecido por etapas, lo cual, a su vez, lleva a pensar que si se pierde ese momento “justo” el niño se está atrasando. Ante esto, los padres no tienen mucho que hacer pues son actividades que quitan tiempo, necesitan mucha preparación y eso aumenta la angustia.
Aquí es importante, para tranquilidad de los padres de familia, entender que la educación para la primera infancia tiene otro sentido. Las tendencias basadas en la precocidad de aprendizajes y la preparación para el grado primero han sido superadas por discursos, experiencias y nociones que durante la última década han fortalecido el corpus teórico y práctico de la educación para la primera infancia, y que enfatiza en el respeto por la singularidad en los desarrollos de los niños, sus ritmos y sus intereses. Así se expresa en el Documento N°20 de la serie de Orientaciones pedagógicas para la educación inicial del Ministerio de Educación Nacional (MEN).
El objetivo de la educación inicial no es enseñar contenidos temáticos de la manera en que se hace en la básica primaria, o tratar al niño como alumno en situación escolar, sino desplegar diferentes oportunidades para potenciar su desarrollo de acuerdo con sus características, aprender desde las preguntas e intereses que surgen en su vida cotidiana y valorar sus saberes, así como sus formas de ser y estar en el mundo, entre otros, a propósito de ser niño y niña: jugar, explorar, inventar, imaginar y crear. (MEN, 2014, p. 40-41)
Que sea un motivo entonces para reconocer y valorar la labor de los maestros de primera infancia, pues ellos desde sus capacidades para indagar, observar y escuchar a los niños, proyectan experiencias pedagógicas fascinantes, y diseñan ambientes altamente sugestivos e intencionales logrando así responder al sentido genuino de su educación inicial. Ahora bien, para mayor sosiego de los padres y cuidadores en general, el hogar es en sí mismo un excelente escenario rico en invitaciones y sugerencias que los niños saben aprovechar muy bien para hacer algo que está catalogado por ley [1] como una de las actividades rectoras de la educación inicial: el juego.
El juego es un derecho, está consagrado en el art. 40 de la Constitución y en el artículo 31 de la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño. Pero más allá del el estatus jurídico el juego es el medio más adecuado para introducir al niño en la cultura y la sociedad. A través del juego el niño imagina, crea, puede ser lo que quiera ser, produce movimientos corporales y mentales, aprende, conoce el mundo, se pregunta por él, lanza hipótesis, fortalece procesos de socialización y de comunicación, inventa mundos posibles. Todas estas acciones son absolutamente importantes y necesarias para su desarrollo integral.
Ruth Camelo, Directora de la Corporación Juego y Niñez, expone que con razón que el juego es “una experiencia creativa, que permite vivir en forma placentera la interpretación y transformación de la realidad (…) se origina a partir de las relaciones consigo mismo, con los otros, con el entorno, con el espacio, con el tiempo y el uso de los objetos». (2014, p. 45).
Con estos elementos expuestos podemos entonces decir que el juego no solo se despliega en el aula, en cualquier lugar donde se encuentre el niño hay una posibilidad para jugar. En el hogar “estos procesos son los que configuran la crianza y se constituyen en la base para los procesos posteriores que se adelantan en el entorno educativo” (MEN, 2014, p. 45). En estos momentos, en que la cuarentena ha logrado visibilizar el papel del hogar como escenario socializador por excelencia, no es necesaria la angustia por la educación de los más pequeños, ellos sin duda lo están haciendo muy bien, el juego en el que casi todo el día se encuentran sumergidos seguirá haciendo lo suyo en su desarrollo.
Pero ¿a que juegan los niños en casa y cómo apoyarlos? ¿Cuál es el papel del adulto (padres, hermanos, abuelos) en estos escenarios de juego?
Es necesario entender que no existen juegos exclusivos de cada edad sino que estos juegos se van transformando y complejizando a medida que le niños adquieren otras potencialidades y se exige a sí mismo nuevos retos, también entender que no es necesario tener una cantidad enorme de juguetes, pues todo aquello que hay en casa es para un niño un objeto con gran potencial lúdico. Entre menos cosas haga un juguete más hará la mente del niño y a nosotros los padres nos convocará a la creatividad.
En los primeros meses de vida la exploración se convierte en un juego de tipo sensorio-motor. Aquí él bebé a través del reconocimiento de su cuerpo, el de los demás, de las voces, del entorno y sus objetos se relaciona y crea vínculos que empiezan a constituir su identidad. Juegos con objetos sonoros, texturas, telas como hamacas, objetos móviles, con agua y durante el baño, constituyen un repertorio rico en sensaciones lúdicas. A medida que van creciendo juegan a apilar objetos, a introducir y sacar cosas de cajas o envases. Buscan elementos de la casa como zapatos, espejos, llaveros, cojines, tapas, collares y los usan como juguetes. En este escenario el papel de los adultos radica en participar de estos espacios de interacción que no tienen que ser largos pero sí significativos, pueden dedicar a sus bebés tiempos para crear vínculos más fuertes a través de estos juegos, pueden involucrar a otros integrantes de la familia. Esté atento en qué momento el niño quiere jugar solo.
Cuando los niños ya pueden transitar por la casa de manera autónoma los anteriores juegos se complejizan, se añaden acciones como correr, saltar, construir, el uso de objetos más grandes como cajas, cojines, loza de la cocina, los cuales los niños resignifican dándoles usos diferente. Pasando por los dos años y hasta los cuatro años los niños juegan simbólicamente, aparece el “como si”, juegan como si fueran médicos, bomberos, superhéroes y convierten cualquier lugar de la casa en escenario perfecto para el desarrollo de su actuación. Usan la ropa de los padres, se inventan sombreros, trajes y accesorios, todo aquello que le sirva para el objetivo de su juego. Imitan acciones cotidianas del hogar, juegan solos, pero en su imaginación están rodeados de otros personajes. Los padres no se deben angustiar por esta clase de juegos, lo que pueden hacer es facilitarles con todas las precauciones del caso los objetos que necesite. Deben acompañar el juego desde cerca, no es necesario jugar todo el tiempo con ellos. Ya lo dijera Tonucci (2020) “el verbo jugar no se puede conjugar con los verbos acompañar, controlar y vigilar, sino con el verbo dejar”. Sin embargo, si sentimos la necesidad de jugar con ellos no desaprovechemos la oportunidad, no sienta pena por jugar al té, a las princesas, a los superhéroes, a los policías, recuerde que está fortaleciendo el vínculo de confianza y amor con ellos».
Entre los 4 y los 6 años los juegos de construcción y los juegos de roles se acentúan. Aparecen los juegos de reglas y los juegos de mesa que exigen capacidades de mayor concentración y habilidades mentales, arman solos rompecabezas, pistas de carros, torres, pero aquí se hace más necesario la interacción del adulto, sobre todo, en los juegos que requiere más de un jugador, vale la pena negociar esos espacios de juego con los niños dado que en su ausencia pueden dar mayor importancia a la televisión, los juegos electrónicos y/o tecnológicos, que si bien no constituyen una amenaza su abuso puede llevar a remplazar los procesos de socialización, comunicación y creatividad que brinda el juego.
Por último ¿sabía usted que mientras el niño juega se libera endorfinas, dopamina, acetilcolina y serotonina, hormonas que producen felicidad, estimula la imaginación y la creatividad, favorecen la concentración y reducen el estrés respectivamente? Querido padre de familia y cuidador no sienta preocupación por la educación de sus hijos en esta situación de cuarentena, si sus hijos juegan están contribuyendo de la manera más sencilla, pero significativa, a todos los aspectos de su desarrollo. Si juega con usted, le estará ayudando a introducir las primeras ideas sobre convivencia, sociabilidad, sana competencia, respeto y solidaridad.
Referencias
Corporación Juego y Niñez (2014). Metodología Naves.
Corporación juego y niñez (s.f).Qué pasa en el cerebro de un niño cuando juega?
[Infografía] https://juegoyninez.org/wp-content/uploads/2018/02/INFOGRAFIA-QuePasaEnElCerebroDeUnNi%C3%B1oCuandoJuega.pdf
MEN (2014) Documento N° 20: El sentido de la educación inicial.
Tonucci, F. (27 de febrero de 2020). La infancia según Tonucci: Diez ideas clave [Mensaje en un blog]. Escuela con cerebro. https://escuelaconcerebro.wordpress.com/2020/02/27/la-infancia-segun-tonucci-diez-ideas-clave/?fbclid=IwAR2zVvSD1jVjU-mFFJZ4F_44Ndra94jgJq1wfhxbVp7fGjchi9TKBklhrXo
[1] Congreso de Colombia. (2016) Ley de cero a Siempre. Artículo 5.