Por Álvaro Rodríguez Hernández, docente de la Escuela de Comunicación y Gestión de la Información. Director de PoliRadio y PoliDeportes del Politécnico Grancolombiano.

“Nos unimos más en el aislamiento”, esto me lo dijo uno de mis periodistas en formación mientras hablábamos de cómo estábamos en este tiempo. Los estudiantes y docentes de las universidades nos hemos visto obligados a trasladar el salón de clase a la habitación, a la sala, al estudio o a un balcón para dar la clase al aire libre, pero todo se ha venido configurando para lograr un buen ambiente de aprendizaje en medio de la covid-19.

Se extraña la presencialidad, el calor humano de la gente, la sonrisa del que saca buena nota y la mirada fuerte de quien no le fue muy bien; cosas que se pasaban por alto hoy se extrañan y muchas veces duele el corazón, las primeras semanas fueron difíciles y siempre llega el pensamiento: “no voy a poder con esto”, pero la fortaleza la dieron los mismos estudiantes.

En redes sociales comencé a ver historias con mis clases, estudiantes motivados y llenos de ánimo con su carrera y con toda la fuerza para vencer, los que antes mostraban poco ánimo comenzaron a sobresalir, se generaron debates con gran argumentación y sentí que ellos se estaban acompañando más.

Logramos continuar con nuestras dinámicas de clase, los ejercicios, talleres y trabajos siguieron su marcha, no se bajó la exigencia, pero los chicos subieron su calidad, ahora están concentrados en su formación y el escenario se presta para pensar mejor las cosas y para que ejecuten de manera óptima sus ideas.

Respondiendo a un deseo genuino, más allá de una directriz o recomendación, desde la primera clase presencial mediada por la tecnología quise saber cómo estaban, qué sentían y qué estaban haciendo, diversas fueron las respuestas, pero en su mayoría extensas, abiertas y sinceras, ellos se salieron del papel de estudiantes y retomaron su papel más importante, el de seres humanos.

Los vi desesperados en el encierro, aburridos, agobiados y con ganas de salir corriendo, otros más tranquilos y, prácticamente, felices de la nueva situación; la realidad era que todos queríamos estar en la universidad, se extraña el campus, el aire puro, las nuevas instalaciones y nuestros laboratorios del centro de medios audiovisuales para hacer las prácticas.

Pero para nosotros era claro que esto no terminaría pronto y hasta ahora íbamos en el primer lapso previsto de aislamiento. Igualmente, sabemos que la vida es primero y teníamos que ser parte de la solución y no del problema, así que la clase debía continuar.

Haciendo periodismo universitario desde el aislamiento

Más allá de una clase, lo que hacemos es ejercer el periodismo en un proceso formativo, de la asignatura que les estoy hablando es Periodismo I, que se centra en la narrativa sonora y el inicio de un proceso de investigación de largo aliento. En este espacio se inician unas investigaciones que nacen desde el interés de los estudiantes y pensadas para sus audiencias.

Todo comenzó a temblar y no era un sismo, era la covid-19, los que temblábamos éramos nosotros por la incertidumbre, lo que no calculó esta situación es que se iba a encontrar con un grupo que generó una dinámica enfocada a seguir con la vida, que sabe que todo va a salir bien y que de esta situación debemos aprender cada día para ser mejores personas y lograr aportar a la humanidad.

Las charlas se volvieron más frecuentes y los fui conociendo mejor, reconocí sus sentimientos y sus risas más allá del mal chiste en el salón, nada era igual, pero todo era mejor. En realidad, se sentía un poco más de calor en la fría internet.

Solo nos hacía falta un elemento, estar al aire en POLIRADIO, ya todo estaba listo y retomábamos nuestro programa de los viernes, tenían que buscar el invitado, hacer la producción, la investigación y tener presente un nuevo elemento, la cabina era nuestras casas, la emisora quedó al interior de nuestros hogares y los oyentes tenían que escuchar un buen programa y, así fue, lograron uno de los mejores programas del semestre.

Fue un programa que mostró que esto es en serio, que estamos venciendo la incertidumbre y que respetamos nuestra profesión y a la audiencia, volvimos a los nervios de ir al aire, a la presión de llevar los errores al mínimo y la realidad del ejercicio profesional, de la misma manera como los medios masivos hoy lo están afrontando.

Esta situación nos ha dado más: disciplina, cumplimiento y compromiso, ha generado que aprovechemos más el tiempo y podamos reconocer otro tipo de habilidades en nosotros, emprendimos en proyectos de periodismo colaborativo transnacional desde el aula, se generaron ideas más allá de lo que sale del marcador del profesor, la palabra responsabilidad cobró un significado basado en el amor real por lo que hacemos, todo se convirtió en ganancia.

No podemos decir que no se han presentado problemas, se presentan y eso nos ayudó a buscar las soluciones, hoy sé que ante cualquier inconveniente contaré con un número de soluciones igual al número de estudiantes que componen mi curso.

Las lecciones de esta situación se centran en: rigurosidad, los estudiantes no quieren pasar por pasar, quieren aprender; empatía, los roles no nos quitan el ser humanos y ahí todos somos iguales; autonomía, el conocimiento es una construcción y será mayor o menor según mi trabajo, no depende de lo que me enseñen, depende de lo que yo haga bajo una orientación; valentía, debemos perder el miedo a lo desconocido y sacar lo mejor de cada situación, comprender la realidad y no pelear contra ella, lo que se debe hacer es mejorarla.

De una cosa estoy seguro, de esto vamos a salir bien, de nuestro cuidado dependerá que nos volvamos a encontrar todos en el campus y en nuestras manos estará que todo sea mejor o que vuelva a ser como era antes que, sin duda, no era lo mejor para el mundo. Todo puede ser mejor y la educación debe continuar.