Por Daniel Fernando Quiroga Saavedra, estudiante de la Facultad de Ingeniería, Diseño e Innovación. Soy #Diferencer Poli.
Los tiempos difíciles tienen multitudes de efectos, en una misma crisis hay quienes abogan por la unidad y se sentirán más humanos y, también, quienes abrazan una idea milenaria y decidirán ser un lobo para los demás hombres. Hay miedo, pánico, aprehensión y el tedio empieza a imponerse en la vida, pero hay esperanza y esto es importante.
Hace poco más de 100 años, en medio de la guerra más grande alguna vez vista (hasta el momento), una pandemia mató a 50 millones de personas (hay quienes dicen que fueron 50 millones por año), en un mundo que todavía debería esperar 18 meses mal contados para el primer vuelo transatlántico, en el que los medios de transporte más eficientes contaban sus periodos de servicio en días o incluso meses, un mundo que estaba empezando a forjar la idea de la globalización en el fuego de la conflagración de – se esperaba – todo el odio y el conflicto «pendiente por resolver» entre humanos, la guerra para acabar todas las guerras.
La gran guerra puso a la selección natural de cabeza; normalmente, quienes tienen una gripe muy fuerte se quedan en casa mientras que, los que tienen una gripe leve salen a hacer sus vidas. En el caso de la gripe española los soldados con casos leves permanecieron en sus trincheras mientras que los casos graves fueron evacuados en trenes llevando con ellos la peor versión del virus.
Entre junio y octubre de 1918 se presentó la mayor cantidad de víctimas, esta pandemia empezó en enero, fue ignorada por los medios hasta el momento justo en el que era un gran problema, llegó país tras país como un incendio fuera de control y, paradójicamente, no parecía tan grave al principio. Una pandemia que tenía mucho en común con nuestra situación actual.
No soy el único haciendo paralelismos entre la gripe de hace un siglo y la covid-19 de nuestra época. Es curioso, cuando menos que haya pasado poco más de exactamente un siglo entre pandemias, es curioso que un día estábamos confiados en nuestra ciencia, tecnología y medicina y al otro estamos en casa, sobrecogidos de miedo, confinados, viendo de forma obsesiva las estadísticas de infección expandirse, el porcentaje de mortalidad subir lentamente y el número de recuperados crecer y nos llenamos de preguntas ¿existe la reinfección? ¿qué tan volátil es la genética de este enemigo que no es forma de vida sino más bien un veneno que se auto replica, un script que se ejecuta igual en cada host pero sufre alteraciones a la hora de propagarse?
No suelo preocuparme, pero estoy preocupado, lo confieso, poco a poco, crece el número total de infectados y con cada uno existe la oportunidad de que el virus aprenda cómo matar mejor y más rápido. Pero – y esto es lo importante que quiero decir – todos nuestros miedos son un “¿y si…?”
Se avecinan meses difíciles, pero vamos camino al mundo postcovid-19. Después de cada gran tragedia el mundo cambia, se extiende y si es posible mejorar una estructura tan caótica, mejora de alguna manera.
La covid-19, la pandemia, el miedo, todo esto va a pasar y nos dejará lo que cada experiencia “buena” o “mala” nos deja, recuerdos tristes, alegres, amargos, vacíos que no pueden llenarse y lecciones que no vamos a olvidar. Puedo decir que, con todo el miedo, la angustia y la preocupación que me han traído estos días y las complicaciones que he enfrentado, y seguramente seguiré enfrentando hasta que esto acabe, he tenido unos días diferentes a cada uno de los anteriores de mi vida y he descubierto algunas cosas que, en medio del aire contaminado por el miedo, pero cada vez más limpio de contaminación, me permiten sentirme, si no eufórico, sí un poco feliz.
Muchas cosas que son hoy no volverán a ser después de que la pandemia cumpla su cometido y desaparezca, muchas cosas llegarán a ser porque esto fue, pero es el momento de recordar que la noche más oscura también tiene final.
He oído a muchos decir que no estaban listos, yo lo he dicho, pero ese es el secreto: nadie lo está, nadie estaba listo para el asesinato de Franz Ferdinand, nadie estaba listo cuando Hitler invadió Polonia, nadie estaba listo cuando la burbuja punto com estalló, pero ahora debemos hacer lo que nuestros bisabuelos, abuelos y padres han hecho desde siempre cuando el caos llega: enfrentar la situación.
Esta es una guerra que podemos pelear todos juntos y todos por todos, el enemigo es externo a la raza humana y podemos derrotarlo con medios aún más primitivos que un vaso de agua (gracias Shyamalan), en vez de morteros, aviones o rifles esta es una crisis que puede resolverse en gran parte con Netflix and Chill, Netflix y Manta, ¿Vamos a (quedarnos) a ver una película?, ¿Élite o miedo? o “Cacheteros negros, por favor”.
Así que, quédense donde están, escojan bien sus compañías porque quien esté con ustedes durante esta cuarentena, en el curso de estos días, tendrá un sitio único y especial en sus vidas, vean Netflix, trabajen, relájense y piensen en que, la última vez que fue necesario enfrentar una amenaza global cientos de miles de jóvenes tuvieron que viajar, pelear y morir de formas realmente poco placenteras, a nosotros solo se les piden que cumplamos con nuestro deber ¿cuál deber? el deber sagrado de resistir, de aguantar la mala época y luego de seguir proliferando y creciendo y siendo la especie que un día solo había usado medios de transporte en tierra y agua, pero en menos de 100 años pasó de un sencillo planeador de madera y tela a tener una pequeña colonia en el espacio.
Un nuevo mundo viene en camino, tal vez menos globalizado, seguramente más higiénico, con menos besos en la mejilla a personas que no son tu pareja (felicitaciones, personas celosas), con tecnología con menos contacto, con menos reuniones, clases y compromisos presenciales, con menos calentamiento global y con miles de cosas que no podemos imaginarnos, el batir de las alas de una mariposa en New York causa un tifón en Hong Kong.
La (mal) llamada maldición China dice “¡Que vivas tiempos interesantes!”, ¿qué es más interesante que una pandemia? Mantengan la esperanza. Mantengan la fe. Que Dios los bendiga.