Juan David Arias Suárez

Docente de Contaduría Pública. Coordinador de Investigaciones del Politécnico Grancolombiano Sede Medellín

Líder del Grupo de Investigación EICOS de la Escuela de Contabilidad Internacional.

Los efectos de la crisis sanitaria mundial producida por la propagación del virus covid-19 son innegables en el campo de la economía, la psicología, las relaciones humanas, la estructura política de las naciones y la dinámica social de la vida. Más de 500.000 muertos a la fecha no es un asunto menor. Desde una perspectiva sociológica, debe comprenderse que en Colombia el covid-19 no es el productor de la crisis per se. El covid-19 ha dejado en evidencia la crisis social que ya existía, porque el actual problema de desempleo, escases de recursos para alimentación, baja capacidad instalada y de insumos médicos, y la forzosa adaptación administrativa a los procesos virtuales de varias instituciones, son dificultades que tienen sus raíces en los perennes procesos de financiarización, democracia selectiva, economía del despojo y minimización de la diferencia, a los cuales ha estado acostumbrado el país.

Todo esto solo ratifica los efectos y las consecuencias de una economía neoclásica jugada al libre mercado, pero a diferencia de Smith, con manos visibles, donde la mayoría buscan sobrevivir más que vivir, y donde la producción de bienes y servicios responden a la lógica económica de un capitalismo de acumulación por desposesión, ubicando a Colombia en el penoso top 5 de los países más desiguales del mundo. La pandemia ha mostrado lo estéril de muchos procesos para aportarle a las necesidades reales y concretas de vivir en dignidad. A su vez, también ha mostrado lo desalmado e inhumanas que pueden ser muchas organizaciones, y las resistencias políticas y económicas porque nada cambie. En contraste, aprender a valorar el otro, su vida, su labor y su bienestar, también son efectos positivos de la pandemia.

La epidemia es la causa del problema de transmisión humana del virus y la pandemia es su propagación y efectos generados sobre la actividad humana y socioeconómica que produce la epidemia. De esta manera se puede pensar e interrogar ¿cuál es el papel de un área de conocimiento como la contabilidad en la pandemia? ¿qué grado de responsabilidad tienen los procesos de control y de representación que genera la contabilidad en la gestión de las organizaciones e instituciones en el contexto de la pandemia en Colombia?

Producto de ella, múltiples organizaciones han quedado subsumidas en una crisis económico-financiera, tomando decisiones abruptas de recortes de personal, suspensión de contratos, reducciones salariales, aplazamiento de pagos a proveedores, entre otros. Es evidente la angustia y las luchas de todos los trabajadores por intentar conservar su empleo, aún a pesar de procesos de exposición al virus, excesos de horas laborales e incluso auto-explotación virtual.

Los pocos casos de conversión, reorganización y reinvención de actividades económicas para afrontar la crisis son loables. Aun así, la mayoría de MiPyMEs colombianas, que constituyen más del 95 % de la estructura empresarial del país, continúan en crisis, y francamente los bancos y el sistema financiero no ha generado los alivios y apoyos que la sociedad colombiana requiere, pues su respuesta ha sido el congelamiento parcial de algunos créditos y la extensión del tiempo de pago, sin un alivio real a la tasa de interés o al acceso a nuevos créditos financieramente justos.

La incertidumbre de la reactivación económica y el fantasma del emprendimiento post-pandemia no generan la seguridad necesaria para la gestión empresarial, en un país donde la medida gubernamental de mayor alcance ha sido generar días ‘sin IVA’, cuyo efecto real en la economía sólo fortalece las grandes superficies, las organizaciones con capacidad tecnológica para tener comercio electrónico y el sistema financiero crediticio, que motiva a comprar aparentemente ‘sin IVA’, pero a 36 cuotas.

Este contexto hace pensar qué tan efectivo ha sido el herramental conceptual y técnico-instrumental tradicional que provee la contabilidad a las organizaciones. ¿Ha estado a la altura de la gestión de la crisis? Se podría pensar que existe una epidemia de la contabilidad, en su estructura conceptual y su herramental técnico, que mayoritariamente servil a la lógica crematística, no ha aportado con contundencia a los procesos básicos de planificación, presupuesto y gestión de las reservas en la mayoría de las organizaciones, como concepciones propias de la prudencia en economía, para afrontar de mejor forma una crisis de esta magnitud. Por supuesto hay ejemplos locales y en diversas latitudes donde la contabilidad se erige como el epicentro de muchas soluciones, sin olvidar siempre, que la contabilidad comparte responsabilidades y concepciones con otras disciplinas y profesiones presentes en las organizaciones.

Quizá estemos viendo de forma tardía y con mayor claridad la epidemia de la contabilidad, que es víctima del sistema económico regente, y a su vez es victimaria, al ser operada por profesionales replicadores de la hegemonía de la financiarización. Es de recordar que la contabilidad no es un instrumento técnico pasivo o neutral, ni un sistema cerrado de cálculo de impuestos. La contabilidad opera como una infraestructura compleja de cálculo, valorando, controlando, representando y rindiendo cuentas de la dinámica societal, donde tiene el poder de visibilizar o invisibilidad la realidad socioeconómica, de aportar a los procesos de control, de fiscalización, de gestión y de administración de la riqueza en múltiples dimensiones, la cual puede proveer mayores formas de comprensión de la realidad económica y aporta a forjar organizaciones más sólidas en sus sistemas de costos, de financiación, de inversión, de responsabilidad social y de toma de decisiones conscientes, para el equilibrio socioeconómico y la gestión de las crisis.

He aquí un llamado a los profesionales de la contabilidad para ver la pandemia como una oportunidad de repensar los conceptos y las aplicaciones fundantes de la contabilidad financiera, de gestión, de tributación, de procesos sociales y ambientales, donde realmente se aporte a la sedimentación de las organizaciones, pero no sólo para hacerlas más competitivas, sino más responsables y conscientes, más útiles a la sociedad.