Por Fabian Sampayo, Visionario Millennial. Docente de las materias “Modelos Ágiles de Negocio”, “Habilidades Gerenciales” y “Pensamiento Estratégico y Prospectiva” de las Especializaciones del Politécnico Grancolombiano. 

La educación que vivimos durante los siglos XIX y XX contempló el término de educación bancaria, en palabras de Paulo Freire, una educación donde el estudiante se observa como un sujeto pasivo y que debe memorizar el contenido. Si realizamos una analogía podríamos ver este modelo educativo como una fábrica donde la materia prima son la “verdad escrita” en libros y el proceso era leer y repetir hasta incorporar al lenguaje. Afortunadamente, a finales del siglo XX y durante el siglo XXI, se han incorporado nuevos modelos educativos, inspirados por varios autores como María Montessori y Paulo Freire. Hoy quiero dedicar mi columna a hablar sobre los nuevos métodos educativos y cómo estos generan una nueva era para la desigualdad en Colombia y Latinoamérica.

Tuve la fortuna de estudiar mi bachillerato en un colegio diferente, era 1999 y los profesores de mi primaria recomendaban a mis padres estudiar bajo el concepto de Educación Relacional Fontán (FRE). Este modelo se puede considerar una innovación educativa en el sentido que el principal objetivo es la calidad de vida como estudiante. Durante mi experiencia tuve la oportunidad de encontrar sentido en el aprendizaje y ver cómo, a través de una agenda e informes semanales, se podían incorporar lo que años más adelante denominaría MEJORA CONTINUA. Este método tiene 3 principios:

1. Cada persona es protagonista de su vida. Al principio no lo comprendía, tenía tan solo 11 años, pero hoy, 20 años después, soy consciente de que mi presente y mi futuro está dictaminado por las acciones que decido tomar cada día. Desde pequeño me inculcaron este principio a través de llegar a mi taller (en la escuela tradicional le dirían salón de clase) y definir de manera autónoma la agenda a desarrollar durante el día. Recuerdo que empezaba a las 7 a. m. con una oración, luego preparaba lo que se llamaban TAU (Talleres Autodidactas) en diferentes materias, alrededor de las 9 a. m. realizaba un descanso para continuar estudiando hasta la hora de almuerzo. Luego tomaba mi almuerzo y regresaba a mi rutina hasta llegar al final del día donde le presentaba el trabajo realizado a un coach, quien me ayuda a aumentar mi velocidad de aprendizaje a través de las preguntas.

Al finalizar la semana recibía un informe de desempeño donde me evaluaban la eficiencia de los exámenes presentados, por ejemplo, si presentaba 10 y pasaba a la primera 8, mi desempeño era del 80 %. El lema de mi escuela era “La excelencia”, por lo que la única manera de continuar a un siguiente examen era haber respondido el 100 % correctamente. Aquí la invitación era a probar y refinar, no importaba que te equivocaras siempre y cuando lo hicieras mejor en la próxima ocasión. Así viví este primer principio.

2. Cada persona es un actor social. De pequeño no era muy sociable, pero el colegio me mostraba que yo era una entidad relacional, a través de preguntar podía generar conexiones con los demás y esto establecía una red conversacional que me iba permitir un crecimiento como individuo y como miembro de un equipo. En el colegio solían realizar talleres de cocina o arte donde teníamos un objetivo como equipo y la única manera de lograr era a través de la generación de acuerdos.

3. Unicidad y cambio constante. Este principio es el que más exploré durante mi bachillerato y consistía en que cada estudiante tenía un plan personalizado de acuerdo a las necesidades. En mi caso, dependiendo de la velocidad, podía terminar un curso de 1 año en 6 u 8 meses, lo cual significaba que podía aprender de otras cosas. Mi bachillerato lo finalicé en 4 años, pero me permitió estudiar una tecnología en sistemas al mismo tiempo que me brindó una manera de pensar diferente. En la escuela que estudié existían diferentes niveles donde a medida que demostrabas resultados accedías a diferentes privilegios, aquí aprendí que el esfuerzo tiene una recompensa.

Al inicio solo podía tomar tres materias distintas y realizar una cantidad limitada de exámenes diarios, al finalizar podía tomar hasta 8 materias en paralelo y presentar una cantidad ilimitadas de exámenes por semana.

Considero que la educación tradicional o bancaria nos brindó muchas cosas positivas, pero a partir del 2020 se ha generado un punto de quiebre donde aquellas escuelas, colegios y universidades que no decidan cambiar se volverán obsoletas en el corto plazo y se generará una nueva escuela basado en un estudiante activo y crítico del sistema. La educación, como menciona Freire (2001), hará que las mujeres y hombres puedan cambiar el mundo para mejor, para hacerlo menos injusto partiendo de la realidad en la que cada generación se desenvuelve.

Por eso doy la bienvenida al Darwinismo Educativo, una era que ayudará a disminuir los niveles de inequidad presentes en Colombia y en Latinoamérica.