Luis Miguel Pino Bautista, politólogo del Politécnico Grancolombiano, estudiante de psicología de la misma institución universitaria. Adelanta su práctica en el campo de la psicología clínica.

Transcurría la década de los noventas cuando Daniel Goleman, un experimentado académico de las ciencias del comportamiento humano y escritor del The New York Times, trabajaba en los últimos detalles de un libro que, sin pensar, revolucionaría todos los modelos de comprensión de inteligencia hasta entonces descritos y lo convertirían en uno de los autores más influyentes del mundo occidental.

Aunque antes de Goleman algunos autores de la talla de Gardner, Salovey y Mayer habían descrito la complejidad del constructo de ‘’inteligencia’’, que superaba los límites impuestos por los resultados que arrojaban los test de coeficiente intelectual, este autor estadounidense logró posicionar en el mundo un concepto que ha dado un número significativo de aportes a campos de estudio como es el de la salud mental, el de las organizaciones y liderazgo. Su libro Inteligencia Emocional, publicado en 1995, abriría entonces las puertas a uno de los conceptos más revolucionarios y usados como la clave fundamental del éxito y equilibrio emocional en el siglo XXI.

Convendría recordar, después de 26 años de la publicación de la primera edición del best seller, cuáles son aquellos hábitos que fortalecen nuestra IE y que, de seguro, se encuentran lejos de pasar de moda:

1. Reconocer y ponerles nombre a nuestras emociones | Admitir que constantemente estamos bajo la influencia de una emoción.

Cuando somos capaces de reconocer el estado emocional en el que nos encontramos, resulta más sencillo encauzar nuestro comportamiento para beneficio de las decisiones que vamos a tomar. Esta facultad también contribuye al reconocimiento de las causas de nuestros sentimientos, lo que nos invita a volvernos unos expertos del origen de nuestras acciones.

2. Saber encauzar nuestras emociones | No tomar decisiones importantes bajo la influencia de una emoción.

Es habitual que ante una sobreexcitación emocional, producto de una discusión, una ruptura amorosa, un fracaso personal o incluso un exceso de alegría, tomemos decisiones contundentes de las cuales nos podemos arrepentir. Precisamente, encauzar es el arte de dirigir por el buen camino, en este caso, nuestras emociones. En palabras de Goleman: ‘’tal vez no exista herramienta psicológica más importante que la de controlar un impulso’’.

3. Fortalecer nuestra empatía | El arte de ponernos en el lugar de los demás.

La IE no se limita al reconocimiento y control de nuestras emociones, también invita a reconocer las emociones de las personas con las que compartimos. Desarrollar esta habilidad es de gran valor debido a su gran potencial para forjar relaciones sociales más sólidas y duraderas.

4. Forjar nuestro optimismo y automotivación | Focalizar nuestras emociones para el cumplimiento de nuestras metas y objetivos.

El hábito de ponernos metas a corto, mediano y largo plazo nos puede ayudar a conseguir objetivos de manera más eficiente y productiva. Recordemos siempre que forjar nuestro optimismo revitaliza y auto motivarnos es una señal de amor por nuestro propio ser.

5. Comunicar lo que sentimos | Externalizar nuestras emociones.

Una de las apuestas más importantes y comprometidas con nuestra salud mental dentro de la IE es la de habituar la expresión de lo que sentimos. Aprender a desahogarnos en el marco del respeto y la empatía favorece la estabilización de nuestras emociones y nos encamina a liberar ciertas tensiones que pueden hacernos pasar un mal rato.

Somos conscientes que el camino de la IE se construye a partir constancia y que sus resultados se muestran de manera progresiva. Hoy te dejamos estos hábitos que de seguro te ayudarán a dar zancadas de gigante con el fin de lograr el objetivo de fortalecer y potenciar tu IE. Con el tiempo verás que poner en práctica los hábitos aquí descritos te ayudarán a mejorar tus habilidades de resolución de conflictos, la tolerancia a la frustración, el control de nuestros impulsos y, por consiguiente, a desarrollar habilidades sociales mucho más asertivas. ¿Qué estás haciendo para trabajar en tu inteligencia emocional?