Escrito por: Manuela Agudelo Peláez, Trabajadora Social invitada por el Politécnico Grancolombiano Sede Medellín

Desde hace un par de años venimos escuchando cada vez, con mayor fuerza, sobre la conexión entre mente y cuerpo. Se han encontrado explicaciones de cómo ciertos dolores físicos están asociados con situaciones emocionales, y evidencias del aumento de afectaciones a la salud mental debido a conflictos sociales, entre otras situaciones. Todo ello supone, entonces, la necesidad de abordar tanto las problemáticas individuales como las sociales, de manera integral y multidimensional.

En el año 1977, el psiquiatra y médico estadounidense George L. Engel propuso el modelo biopsicosocial desde la teoría de que los problemas de salud son multicausales; dicho modelo está basado en la noción de la relación de las enfermedades y sus tratamientos con factores biológicos, psicológicos y sociales, integrando así un punto de vista más holístico en el campo de la medicina.

Esta concepción se ha ido expandiendo a otras disciplinas y áreas del conocimiento, permitiendo entender que los seres humanos estamos compuestos por sistemas y subsistemas interrelacionados entre sí que se encuentran en un permanente proceso dinámico y transaccional. El Trabajo Social, profesión de las Ciencias Sociales, cuyo objetivo principal es “potenciar procesos de transformación social” (Consejo Nacional de Trabajo Social, 2017), se vale del enfoque biopsicosocial para analizar, interpretar e intervenir las problemáticas sociales de individuos, familias, grupos y comunidades. El trabajador o la trabajadora social logra procesos de intervención y acompañamiento más asertivos en la medida en que relaciona las causas y los efectos de los problemas, con las posibilidades y alternativas de solución desde la integralidad.

La situación mundial actual relacionada con la pandemia refleja claramente cómo una cuestión biológica amarrada a la salud impacta también las dimensiones psicológicas y sociales; ante la presencia de un virus que evidentemente afecta el cuerpo, se generan efectos como alteraciones en la salud mental, crisis de índole económica y geopolítica, cambios en la manera de relacionarnos y comunicarnos, entre otros.

La contingencia nos invita, por no decir que nos exige, a cambiar el paradigma frente a cómo alcanzar niveles ideales de bienestar, calidad de vida y desarrollo humano en nuestra sociedad; nos invita a innovar con nuevos conceptos, teorías y métodos; nos invita a desaprender y reaprender; y de lo más importante, nos invita a unir nuestras visiones del mundo desde la interdisciplinariedad del Trabajo Social, la Medicina, la Economía, la Política y demás disciplinas, para promover la acción sin daño, el desarrollo social y la sostenibilidad.