Si regresamos en el tiempo dos años, parecería impensable un mundo donde la virtualidad fuera nuestro día a día. Por supuesto que desde hace varios años la tecnología y el internet vienen mandando la parada en casi cualquier ámbito de nuestra vida. No obstante, imaginar que no se podría ir a un salón de clases, a una oficina, o incluso salir a caminar, habría sido una locura hace tan poco tiempo. Lo cierto es que un virus cambio nuestras realidades, la forma en que vivimos, trabajamos y estudiamos.
Como seres en constante movimiento es casi inherente a nuestra esencia evolucionar y adaptarnos a las lógicas actuales. Al igual que surgen nuevas necesidades humanas, la educación tradicional se vuelve obsoleta en un mundo en que aprendemos rápidamente con una pantalla y acceso a internet. Gracias a estos dos elementos, la educación se ha democratizado, siendo tan fácil adquirir nuevos conocimientos, como entrar a una página web y reproducir un video o conectarse a una clase en vivo.
Durante mucho tiempo la educación virtual fue desvalorizada, ya que se consideraba de mala calidad, aburrida o poco necesaria para nuestro crecimiento intelectual. Pero hoy en día, gracias a la pandemia, el e-learning se ha convertido en una parte vital de nuestra búsqueda de conocimiento. Incluso se podría decir que tener acceso a internet y a un aparato electrónico debería ser un derecho complementario al de la educación.
Justamente, teniendo esto último en mente, es que las nuevas plataformas de educación se han popularizado tan vertiginosamente. Estas le permiten, literalmente, a cualquier persona aprender desde cómo hacer una matera, hasta cómo liderar una empresa a través de una metodología especifica. Todo, solo usando internet y un dispositivo electrónico.
Hago énfasis en las nuevas plataformas porque lastimosamente las instituciones educativas tradicionales se han visto relegadas ante las dinámicas actuales. No solo en materia tecnológica sino en la misma enseñanza. La pandemia demostró que la creatividad y la calidad educativa van de la mano.
Por eso, es necesario que las universidades replanteen la manera y los contenidos que enseñan. Las instituciones deberían formar líderes curiosos a través de conocimientos cada vez más específicos y especializados en diversas materias.
Una de las ventajas de las plataformas educativas es que se enfocan en lo especifico enseñando como afrontar la vida y el futuro laboral, haciendo posible recibir clases de los mismos líderes de empresas como Google, Rappi, Uber, entre otros, que conocen de primera mano cómo funciona el mundo y que es lo que el mercado laboral necesita.
Por otro lado, muy pocas universidades en Colombia se han puesto en la tarea de “reinventarse”, como diríamos en estos tiempos. Una de las que resaltan en esta materia y que de alguna forma ha logrado mantener un nivel digno de una de estas nuevas plataformas es el Politécnico Gran Colombiano.
Hace años, el Poli entendió que la tecnología debía estar al servicio de la educación, logrando conectar y formar desde la persona, que trabajaba y le quedaba difícil desplazarse, hasta el que vivía lejos de la ciudad y necesitaba acceder a educación virtual de calidad.
Gracias a esto, la Universidad estuvo un paso por delante de muchas instituciones educativas durante la pandemia. Aquí la virtualidad no fue un limitante sino al contrario, una oportunidad de demostrar que la educación de calidad no se encuentra en un salón de clases o un edificio, sino en las personas y por supuesto, en la tecnología.
Ahora más que nunca las universidades tienen que renovarse para no quedarse afuera de la revolución educativa. Hacer más democrática y accesible la educación, implementar nuevas metodologías de enseñanza que dejen a un lado la típica clase de salón y que exploren el mundo de posibilidades que nos ofrece la tecnología y el internet. Si la pandemia nos ha cambiado, ¿por qué no cambiar la educación?
Por: Daniel Rico Plazas, estudiante de Mercadeo y Publicidad del Politécnico Grancolombiano. Derecho Laboral y Comercial.