Las Naciones Unidas estableció el 17 de junio como el día Mundial de Lucha contra la desertificación y la sequía en 1994, lamentablemente nos recuerda un éxodo masivo que provocan las áreas desérticas progresivas que aumentan cada año por la acción humana, la escasez de agua y la lucha por suelos fértiles que provocan conflictos sociales y desplazamiento en todo el mundo. Irónicamente, enfatiza los resultados de los conflictos africanos y latinoamericanos por áreas de cultivo, por el agua y por el suelo cada vez más degradado por acciones antrópicas.

La desertificación degrada el potencial natural de los suelos especialmente cuando hay procesos de deforestación o perdida de la capa fértil. El suelo se empobrece, su productividad, biodiversidad y capacidad de regeneración disminuyen a ritmos alarmantes. Los factores climáticos y humanos como el sobrepastoreo, la sobreexplotación, la deforestación y los sistemas de riego perjudiciales para el medio ambiente contribuyen a este proceso, tan alarmante que está incluido en la agenda 2030 del desarrollo sostenible, porque de él dependen del hambre cero y el fin de la pobreza.

En los países menos desarrollados como los que se ubican en África y América Latina es donde hay más éxodo por la desertificación, por actividades mineras y destrucción de ecosistemas estratégicos claves para la sostenibilidad. Las estrategias sustentables por medio de los ODS (especialmente el 13, ‘lucha contra el cambio climático’ y el 6, ‘agua y saneamiento básico’), bases prospectivas de la equidad, están quedando cortas frente a la adversidad social, enajenada por la devastación de áreas fértiles, donde los ciclos naturales se ven cercados por la destrucción de ecosistemas estratégicos, como selvas húmedas, manglares, humedales y páramos. Cada vez es más común ver los animales desnutridos, territorios enteros contaminados con químicos con un olor nauseabundo por las aguas estancadas. Este es el caso de Zimbabue, donde el tantalio que consumimos en nuestros celulares es la desgracia de poblaciones en la esclavitud tecnológica y extracción de minerales raros.

La deforestación por acción humana causa la desertificación y la erosión del suelo, se pierden elementos vitales como los minerales y los nutrientes necesarios para la fertilidad biótica. Sin estos, las personas no pueden cultivar, la gente pierde su base de producción agrícola, su fuente de alimentos e ingresos, incluso todo su medio de vida. Es una desgracia que sufren cuando la desertificación y las sequías recuerdan la avaricia y la codicia humana en la extracción de minerales. La conservación de los recursos hídricos y la promoción de la agricultura y la silvicultura sostenibles en las zonas afectadas son bases de la ley de acción climática, la ganadería sostenible y la preservación de los ecosistemas estratégicos.

Los datos son muy preocupantes. Aproximadamente un tercio de las áreas protegidas son deforestadas para productos madereros y extracción de minerales, lo que equivale a tres veces la superficie de Bogotá. Millones de personas sufren las consecuencias ecológicas, económicas y sociales de la desertificación y la erosión del suelo. La desertificación está vinculada a la pobreza de los habitantes de las regiones afectadas, especialmente en América Latina y África. Para sobrevivir, las comunidades no tienen más remedio que sobreexplotar el suelo, lo que ocasiona que, muchas veces los alimentos estén contaminados con metales pesados. La corrupción y la tenencia de la tierra hacen que zonas protegidas, como ecosistemas estratégicos, sean destinados a la minería, pastoreo y monocultivos.

En Colombia las acciones deben ser concretas. La Ley de Acción Climática, articulada con la agenda 2030 y los ODS, busca la descarbonización a 2050, reducir las emisiones por medio de políticas que controlen la deforestación y metas del país para el control de actividades contaminantes en los sectores como la minería, actividad pecuaria y agricultura intensiva. Otra ley del año pasado (2021) que marcará el seguimiento en la lucha contra la desertificación es la Política para la Ganadería Bovina Sostenible, que garantiza el control de los efectos de la actividad ganadera y la cohesiona con los sistemas de control nacional que buscan reducir la deforestación y la destrucción de zonas de importancia únicas en Colombia, como la política de control de la deforestación en áreas protegidas como zonas de parques naturales, santuarios de flora y fauna, área natural única, reserva natural y vía única.

La resiliencia climática que los ecosistemas estratégicos afrontan frente a la acción humana será clave para detener el proceso de desertificación y sequía que estamos afrontando en los territorios. La ley de “áreas de vida” que promueve la obligatoriedad para las empresas de sembrar especies endémicas para la restauración ecológica, serán insuficientes si no se controla la minería ilegal, los cultivos ilícitos y la deforestación.

Trabajemos por la vida, sembremos especies endémicas por la libertad climática y la lucha por la desertificación y la sequía. No a la deforestación.

Por:

Ramón Gabriel Aguilar Vega
Docente de Tecnología en Gestión Ambiental (presencial y virtual)
Institución universitaria Politécnico Grancolombiano