Por:
Jaime Castro Martínez,
Profesor Asociado de la Escuela de Educación e Innovación
Todos, de una u otra forma, en algún momento de la vida hemos experimentado la gracia del jugar: la alegría, el goce o disfrute que proviene del compartir con otros o con esos objetos simbólicos que llamamos juguetes; pero ¿de dónde proviene el placer del juego y cómo es que logra transformar nuestras vidas?
El juego tiene la magia de generar cambios en el ser humano a largo del curso de vida. Durante la infancia, el juego suele ser impulsado, más o menos de forma intencional, por la sociedad y sus miembros. Por ello, el juego en la educación infantil suele tener un lugar preponderante. No es gratuito encontrarlo en los principales referentes para la educación inicial de niños y niñas, promulgados por el Ministerio de Educación Nacional de Colombia, como una actividad rectora, y que en muchos programas de licenciatura en educación infantil se relacione estrechamente el juego con la formación pedagógica y didáctica. Y no es para menos.
En uno de los estudios longitudinales más grandes llevado a cabo en América Latina sobre el papel del juego y las ludotecas en el desarrollo infantil, la Universidad Nacional de Colombia y la Corporación Juego y Niñez [1], acompañaron durante varios años las actividades lúdicas de más de 500 niñas y niños de diferentes partes del país. Observaron, por ejemplo, que el jugar de forma habitual, libre o dirigida, transformaba las capacidades emocionales y ciudadanas de los niños. Este estudio, entre otras cosas, identificó que una de las capacidades infantiles que más se ve afectada positivamente por el juego tiene que ver con la regulación de las emociones propias; y es que jugar requiere el seguir reglas y el ponerse de acuerdo con el otro, el modularse, capacidad que, evidentemente, facilita el vivir en sociedad y que muy posiblemente tiene efectos en la vida adulta.
Además, el jugar parece tener un papel importante en el mejoramiento de las prácticas de cuidado parentales. Otro estudio realizado en Colombia por la Institución Universitaria Politécnico Grancolombiano, la Universidad Nacional y la Universidad de La sabana [2] encontró que el juego es una herramienta clave para mejorar las interacciones familiares, la comunicación padre-hijo y la corrección de la conducta infantil. El juego abre posibilidades para transformar prácticas de corrección basadas en el castigo físico. El jugar les permite a los padres una toma de conciencia sobre la propia conducta parental, muchas veces errada y violenta, a la vez que le brinda las herramientas al hijo o hija para el autorreconocimiento como sujeto de derechos. Es así como el juego puede tener este lugar de factor protector contra las violencias.
Si bien es común ver al juego como una herramienta para el cambio, los adultos, padres, madres, cuidadores, maestros y otros actores, no suelen disponer de tiempo para jugar o no suelen adecuar los espacios, familiares, educativos o comunitarios, para el disfrute de juego. De hecho, muchos padres evitan el jugar con sus hijos. Y es como si el juego en la vida empezara a desaparecer con la adultez. Es común, por ejemplo, notar cómo en los colegios se suele retirar las propuestas lúdicas de las actividades pedagógicas por considerarse “poco serias”, y no es coincidencia que a medida que se retira el juego de la vida las capacidades creativas de los niños y jóvenes decrecen [1].
Aun así, pareciera que en el tiempo social en el que nos encontramos el juego no cede su lugar en la vida de las personas. Cada vez son más los adolescentes y adultos que buscan otras formas para el disfrute lúdico. Leonardo Rojas, jugador del famoso MOBA (videojuego multijugador de campo de batalla en línea) League of Legends, mejor conocido como LOL, además de experto en la materia [3], señala que los videojuegos, tan comunes en jóvenes y adultos, sirven para desarrollar múltiples habilidades, al ser entornos de “práctica deliberada de bajo riesgo”. Estos, permiten fortalecer, entre otras cosas, las capacidades perceptuales y de coordinación. Los juegos de estrategia, por ejemplo, conducen a los jugadores a trabajar en el modelamiento de situaciones hipotéticas. Permiten crear y explorar, lo que suele tener efectos positivos en el desarrollo del pensamiento, particularmente estratégico, además de que, en muchas ocasiones, facilitan el aprendizaje de algún otro idioma.
A la fecha, se estima que en el mundo cerca de 150 millones de personas juegan a LOL. La tendencia a los videojuegos multijugador en línea parece ser creciente, tanto así que ya resulta común hablar de eSport, deportes electrónicos o ciberdeportes, los cuales, además de ser para algunos una profesión que deja una alta rentabilidad, especialmente para competidores profesionales, suele satisfacer, en los menos profesionales, el deseo de enfrentarse en un campo de batalla, sin importar que este sea simulado o de bajo riesgo. De acuerdo con Rojas, los juegos competitivos suelen provocar una fuerte motivación al generar la sensación de que “nos vamos volviendo mejores”. A pesar de ello, los videojuegos suelen requerir tiempo para desarrollar la experticia requerida para ganar las competencias o superar los retos, dividiendo a jugadores entre aquellos que tienen tiempo para jugar y los que no. Como señala este investigador, este tipo de juegos suelen ser demandantes y cuando tu vida se empieza a llenar de responsabilidades, especialmente laborales, combinar el tiempo del juego con el del trabajo se suele tornar difícil.
Definitivamente los juegos están allí donde está el ser humano. Estos nos acompañan a lo largo de la vida. Nos suelen llenar de emociones que quizás se van perdiendo en la medida en que el ser humano se adentra en ese campo llamado trabajo. Es indudable que el jugar nos ayuda a conocernos a nosotros mismos y a conocer a los demás. Como diría Francesco Tonucci, «Frato», conocido psicopedagogo italiano, comenzamos jugando por jugar, por puro placer, y en la medida en que crecemos jugamos para divertirnos, perdiendo esa posibilidad del juego espontáneo. Esta realidad nos debe conducir a valorar mejor el jugar y su lugar en nuestras vidas.
[1] Flórez-Romero, R., Castro-Martínez, J., Camelo, R., Martelo, F., & Salazar, I. (2019). El juego: Un asunto serio en la formación de los niños y las niñas. Politécnico Grancolombiano. https://juegoyninez.org/publicaciones-la-entidad/
[2] Castro-Martínez, J., Flórez-Romero, R., Rincón, M., & Chocontá, J. (2022). Investigación cualitativa y cuantitativa para la medición y evaluación del impacto de la Estrategia Crianza Amorosa + Juego 2019 – 2022, y la formulación de recomendaciones técnicas para la implementación de la estrategia en el próximo cuatrienio del periodo presidencial. Politécnico Grancolombiano. https://juegoyninez.org/publicaciones-la-entidad/
[3] Corredor, J. A., & Benavides, L. R. (2016). Narrative and conceptual expertise in Massively Multiplayer Online Role Playing Games. International Journal of Gaming and Computer-Mediated Simulations, 8(1), 44–67. https://doi.org/10.4018/IJGCMS.2016010104