Desde sus inicios, el internet ha generado un proceso de transformación a nivel global. En los años 60 y 70 con la «conmutación de paquetes», el desarrollo del Protocolo de Control de Transmisión/Protocolo de Internet (TCP/IP) y a finales de los 80 e inicios de los 90 con la invención de la World Wide Web, el lenguaje HTML y el protocolo HTTP por Tim Berners-Lee; la sociedad y las personas en todos sus sectores y campos, se han visto permeados por la globalización de la información, la rápida innovación en tecnología y la digitalización de procesos.

Estos procesos de “dependencia” cada vez mayor de las nuevas tecnologías informáticas, se acentúo aún más con el confinamiento generado por la Pandemia del COVID-19. El hecho de estar alejados físicamente hizo que fuera una necesidad el estar interconectados haciendo uso masivo y constante de las Tecnologías de Información -TIC-, ya fuese por temas meramente sociales o de ocio, o para responder con temas educativos y laborales. De igual manera, esta necesidad de mantener una conexión virtual con el mundo cuando estábamos en épocas de confinamiento involucró a segmentos de la sociedad que a la fecha se venían más alejados de las TIC. Población como los adultos mayores pasaron a ser usuarios frecuentes de redes sociales y de información en línea; empresas que nunca habían dejado su lugar físico de trabajo pasaron a continuar con sus labores operativas y administrativas desde la virtualidad, cambiando la vida organizacional y personal de cientos de trabajadores y sus familias.

Todos estos cambios, son necesario analizarlos desde la perspectiva de la conducta humana, la cual se caracteriza por el uso, abuso y adicción a sustancias y elementos que afectan la salud mental. La pandemia y postpandemia trajo consigo cambios en el mundo laboral dando auge a nuevas modalidades de trabajo como el teletrabajo, trabajo remoto, trabajo desde casa y trabajo híbrido. Ha generado un mayor uso de las tecnologías y por ende las personas pasan mayor tiempo de conexión y exposición a pantallas, incrementando así el riesgo de conexión compulsiva, Ciberadicciones o Ciberdependencia; así como las adicciones a juegos en línea, redes sociales, chat, comunidades en línea, otras aplicaciones digitales, uso patológico y/o problemático de la web (internet), el uso excesivo de dispositivos móviles y hasta el aislamiento social.

Actualmente, el DSM-5 (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales) incluye una categoría de trastornos no relacionados con sustancias, en la que se incluyen las adicciones conductuales entre ellas las ciberadicciones, mostrando cómo el entorno globalizado e hiperconectado es de interés y preocupación clínica para ciencias como la psicología y psiquiatría. El hecho de incluir en las enfermedades del siglo XXI este tipo de trastornos, muestra los efectos que el manejo no adecuado de las nuevas herramientas tecnológicas ha traído a la sociedad.

Las ciberadicciones al igual que otras adicciones, implican patrones de comportamiento repetitivos, en los que se pierde el control sobre la relación y el uso de los dispositivos o de internet resultando en una necesidad constante de conexión.

Además de la conexión compulsiva, otros signos de alarma pueden ser la modificación de los ciclos de sueño por el uso de la tecnología lo que recibe el nombre de vamping; ciberestrés, ansiedad, tensión; hasta llegar a estados como la textofrenia en la cual hay preocupación por creer que llegan mensajes o notificaciones sin que esto realmente suceda. Así mismo todas las conductas que afectan el componente social de la persona como el ignorar a otros por estar mirando el celular “phubbing”; atención dispersa, aislamiento social, creación de identidades múltiples, cambios en estilo de vida, abandono de sí mismos, búsqueda constante de contenidos relacionados con gustos o adicciones, trasladar a la realidad lo vivido en un entorno virtual, pérdida de la noción del tiempo, mal humor o nerviosismo al no poder conectarse.

Es importante ver todas estas conductas de alarma en el contexto laboral. La disminución del trabajo presencial conlleva riesgos como la percepción de sobre carga laboral por multiplicidad de reuniones virtuales y asignación de tareas, o la no limitación de horarios. La disminución del contacto e interacción social, que genera rutinización del comportamiento afectando la salud mental propiciando factores de riesgo que vuelven vulnerable al trabajador y susceptible de caer en la búsqueda de distractores en medio de los elementos que les brinda la hiperconectividad.

Nuestro país legislo en pro de los trabajadores con la creación de la Ley 2191 de 2022 la cual tiene por objeto crear, regular y promover la desconexión laboral de los trabajadores en las relaciones laborales dentro de las diferentes modalidades de contratación vigentes en el ordenamiento jurídico colombiano y sus formas de ejecutarse, así como en las relaciones legales y/o reglamentarias, con el fin de garantizar el goce efectivo del tiempo libre y los tiempos de descanso, licencias, permisos y/o vacaciones para conciliar la vida personal, familiar y laboral.

Por ello desde las organizaciones debemos estar al tanto de los efectos y riesgos de la hiperconectividad, promoviendo estrategias que promuevan el cuidado de salud mental y la prevención de Ciberadicciones generando espacios de diversificación, manejo adecuado del tiempo libre, protección de datos personales, identificación de factores de riesgo, promoción de estilos de vida saludable, definir límites con el uso de herramientas en el ámbito laboral (tiempos y horarios), activar y revisar periódicamente los reportes de consumo de los dispositivos de la organización, limitar el acceso a videojuegos, redes sociales y demás accesos que no se requieran para el cumplimiento de las funciones.

Las adicciones conductuales al igual que las adicciones a sustancias, difícilmente la persona puede identificarlas y hacer conciencia de estas, por lo cual el primer síntoma de alarma debe ser la negación de su conexión compulsiva, Ciberadicciones o Ciberdependencia y los efectos en las diferentes áreas de su vida. Las organizaciones deben estar atentas a estas alertas y se deben promover acciones de cuidado de la salud mental.

 

Por:

Lianny Cristhina Bohórquez Tuay

Profesor

Facultad de Sociedad, Cultura y Creatividad

Centro de Pensamiento Talento Humano y Organizaciones Saludables

Politécnico Grancolombiano