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Tradicionalmente, en el ámbito empresarial se suele señalar de manera errónea que existen buenos y malos líderes corporativos, así como buenos y malos administradores de empresas, desconociendo que la administración trae intrínsecamente relacionado el concepto como el uso eficiente y eficaz de los recursos corporativos, haciendo uso permanente de las herramientas administrativas como la planeación, organización, integración de personal, dirección y control, para lograr la sostenibilidad de las empresas y la permanencia en el mercado. Es tan simple como esto; si no se logra este objetivo seguramente la persona al frente no es un mal gerente, sencillamente no tiene las competencias para ser un administrador de empresas.

Así mismo, el liderazgo tiene inmerso en su significado, la acción o capacidad de influenciar en las personas para el desarrollo de equipos de trabajo altamente competitivos, que coexisten en un espectro empresarial con objetivos comunes, asociados a la capacidad del líder de guiar, dirigir y controlar todos esos esfuerzos para el desarrollo no solo de la organización sino de cada uno de los integrantes de los equipos de trabajo. De tal forma que, bajo ese precepto, no se puede pensar en líderes buenos o malos, sino en líderes que cumplen con esas obligaciones y son eficaces en su gestión, o con jefes o patrones que demandan solo resultados sin importar las necesidades, motivaciones, sueños y anhelos de cada uno de sus liderados.

En ese sentido, vale la pena preguntarnos ¿qué está pasando con las empresas modernas, por qué tanta falta de liderazgo? ¿Será que no se están desarrollando las competencias propias de liderazgo en los profesionales actuales, especialmente en aquellas relacionadas con el campo actitudinal? ¿Cuál es el papel de los centros educativos en esto? ¿Será que hemos dado prioridad en las universidades al desarrollo de profesionistas sin corazón, ambiciosos y enfermos por los resultados?, porque literal, cada día observamos más gerentes tensos, estresados, ansiosos y con problemas cardiacos.

De seguro,  el lector, podría concluir y dar respuesta a cada cuestionamiento desde su experiencia y vivencias con sus gerentes o mandos medios; pero, lo que se pretende con este escrito a través de líneas, es describir según la cultura de liderazgo cuales son los rasgos que caracterizan un líder empresarial y algunas habilidades gerenciales blandas que debe poseer o desarrollar para tener excelentes relaciones intrapersonales e interpersonales, que acrediten capacidad para la toma de decisiones y manejo de los grupos de alto desempeño.

En ese orden, un líder corporativo debe adquirir habilidades blandas de índole personal y social, que garanticen un manejo idóneo de cada una de las situaciones o problemas que se viven en el campo de las organizaciones y sus constituyentes. Algunas que se consideran fundamentales son:

  • La inteligencia emocional: la capacidad de un individuo para manejar sus propias emociones y usarlas para su ventaja, al igual que comprender las emociones de los demás, y usarlas a su favor.
  • La escucha activa: un líder que escucha con detenimiento y no se queda con una única versión de las cosas, debe hacer de la comunicación un instrumento eficaz para la resolución de conflictos.
  • La empatía: la capacidad de actuar de manera afectiva y compasiva ante una situación, dando prioridad al ser y no al que hacer.
  • Trabajo en equipo.
  • Lograr la cooperación y el compromiso de todos para obtener beneficios comunes.
  • Modales y cortesía: códigos de comportamiento que estimulan las buenas relaciones humanas y mejoran la convivencia.
  • El autoliderazgo: la habilidad de influir en nosotros mismos para cambiar hacia una situación mejor que la actual.
  • El autocontrol: la capacidad para controlar emociones, e impulsos. Entre otros.

De igual manera, algunos de los rasgos que identifican un líder eficaz son los siguientes:

  • Motivación: un líder debe estar convencido que un colaborador motivado es fuente de logro y sinónimo de productividad.
  • Delegar: confiar en los colaboradores y asignar tareas que requieren de una dosis importante de toma de decisiones.
  • Organizar: capacidad de organizar y ejecutar los recursos organizacionales.
  • Estrategia: la forma más corta de lograr ventaja competitiva.
  • Administración del tiempo: el tiempo es uno de los recursos más importantes de un líder eficaz y de la misma forma debe ser administrado.
  • Asertividad: la forma más clara de expresar, negociar y dirimir en una situación, sin hostilidad ni agresión.
  • Innovación: lo único que debe permanecer constante en un líder “el cambio”. Entre otros.

Finalmente, un líder no lee una visión empresarial, la inspira y conduce a sus colaboradores a su logro- No oye lo que quiere oír, opina después de escuchar. No impone sobre los problemas, involucra a su equipo en la resolución de los conflictos y asegura equidad en la toma de decisiones. No repite procesos, desafía en la renovación de los mismos. No dirige la acción, la promueve. No delega por instrucciones, delega dando poder y libertad. No busca culpables ni castigos, modela con el ejemplo. No alimenta su ego, alimenta el espíritu del equipo.

La buena noticia de todo esto es que los lideres, siendo fruto de su entorno, se pueden formar. El 70% de los rasgos y habilidades no son de índole genético, lo cual garantiza que un líder si puede ser desarrollado, solo que se necesita aplicar un pilar de la inteligencia emocional que tal vez poco tenemos y es hacer conciencia sobre la necesidad de ser mejores personas, con mirada afectiva y compasiva y luego profesionales de la gestión de las organizaciones.

Por: Mg. Luis Anibal Álvarez Barragan, coordinador programa Administración Empresas sede Medellín del Politécnico Grancolombiano 

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