Tal cual como puede ocurrir entre los miembros de una familia, entre los que hay sus buenos y malos momentos, de manera similar ocurre entre los países, más si sus territorios tienen grandes fronteras en común. Venezuela y Colombia son esos dos hermanos que poseen una larga historia de idas y vueltas, de altos y bajos, de encuentros y desencuentros. Con sus orígenes republicanos similares, nuestros países han ido desarrollándose, construyendo sus historias paralelas, que en muchos momentos se encuentran y se hacen dependientes.
En los tiempos recientes, esta historia ha estado llena de desencuentros, principalmente debido a las diferencias ideológicas entre sus gobiernos, lo cual hace divergentes las políticas que se implementan en cada territorio, alejando las posibilidades de acuerdos y relaciones comerciales sanas y beneficiosas para ambos. Normalmente, uno de los dos hermanos destaca y llama más la atención, sea por lo bueno o por lo malo; observemos por un momento al hermano que se ha destacado, lamentablemente por aspectos negativos.
El comercio es un elemento de gran importancia en las relaciones bilaterales; dentro de los aspectos que pueden influir en esta relación se encuentran los canales de comunicación, los cuales, de acuerdo con sus condiciones, pueden potenciar o entorpecer el intercambio de bienes y servicios.
En el caso colombo-venezolano, estos canales de comunicación han sufrido diversos cambios en los últimos años. En el sector del transporte aéreo, por ejemplo, a mediados de los años 90 del siglo XX, operaban en Venezuela unas 20 aerolíneas con vuelos internacionales, luego, en la primera década del siglo XXI, el número de aerolíneas aumentó a 28, esto producto del boom petrolero y de un control cambiario que mantenía artificialmente sobrevaluada la moneda nacional, con lo cual las actividades comerciales de importación y de turismo en otras latitudes se multiplicaron de manera exponencial.
Terminada esta bonanza petrolera y manteniendo el control de cambio, llegó la recesión para quedarse y mermar en menos de una década un 70 % del PIB venezolano; además, el gobierno ha retenido aproximadamente 3.800 millones de dólares estadounidenses a las aerolíneas que han operado en los últimos años, esto representa un alto riesgo financiero que pocas aerolíneas quiere o pueden seguir asumiendo. Actualmente no son más de 8 las empresas de transporte aéreo que operan en Venezuela para conectarla con otros países. Así como ha disminuido el número de aerolíneas, también lo ha hecho el número de frecuencias diarias; para 2013 había 350 vuelos semanales que conectaban a Venezuela con otros países, hoy en día esa frecuencia es de 40 vuelos. Entre Colombia y Venezuela, para el año 2000 se efectuaban no menos de 18 vuelos diarios directos, hoy día la frecuencia diaria está alrededor de los 3 vuelos directos.
Pero todo sistema se modifica para encontrar su equilibrio, es por eso que, ante la falta de vuelos internacionales desde y hacia Venezuela, los pasajeros buscan otras opciones, por ejemplo salir por tierra desde Venezuela hasta ciudades fronterizas como Cúcuta, en el departamento del Norte de Santander, y de allí conectar con su destino en Colombia o el mundo; en la actualidad existen 20 frecuencias diarias entre el aeropuerto Camilo Daza de Cúcuta y El Dorado de Bogotá, además de otras conexiones entre Cúcuta y destinos regionales como Bucaramanga, Medellín, entre otros. Esta situación, por supuesto acarrea ineficiencias en los sistemas de transporte y a la postre mayores costos para los usuarios.
De manera similar ha ocurrido con el transporte terrestre. Dentro de las políticas o decisiones que han afectado las relaciones bilaterales se encuentra la salida de Venezuela de la Comunidad Andina de Naciones (CAN) en 2006, esto, según el gobierno venezolano, como consecuencia de la iniciativa de Colombia y Perú de negociar acuerdos de libre comercio con los Estados Unidos de Norteamérica.
Antes de la salida de Venezuela de la CAN, el transporte terrestre binacional se hacía con un mismo vehículo desde su sitio de origen hasta su sitio de destino, posterior a este evento (2006), se comenzó a realizar un trasbordo en la frontera, y finalmente, en el año 2016 se tomó la decisión unilateral por parte del gobierno venezolano de prohibir el transporte de mercancías, afectando un número importante de empresas logísticas, afectando también a miles de personas que hacen vida en la zona fronteriza y afectando a los destinatarios finales de estos productos que a diario pasaban la frontera. Pero como siempre, los sistemas buscan su equilibrio. En los actuales momentos muchos de esos miles de usuarios cruzan la frontera a través de los pasos peatonales para comprar bienes básicos como comida o medicinas, por supuesto a un precio mucho mayor que el que deberían pagar si las relaciones binacionales fuesen normales.
Entonces, en eso estamos, en una escalada inversa, de decisiones gubernamentales unilaterales que no toman en cuenta una negociación con el vecino país y seguidos acomodos de los ciudadanos afectados para seguir sobreviviendo.
Juan Carlos Garmendia Mora, Docente de la Escuela de Negocios y Desarrollo Internacional del Politécnico Grancolombiano.
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