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Redacción: Javier Baquero – Jaba – Astauros

Bogotá – Colombia. Como quiera que la fiera brava está llena de aforismos, que no son otra cosa que el resultado de las diversas vivencias que a través de la historia de la tauromaquia se han hecho repetitivas, por eso hoy tenemos que decir que lamentablemente se cumplió aquello de «corrida de expectación, corrida de decepción».

Hoy en la primera plaza de toros de Colombia, cuando todo sobre el papel estaba dado para vivir un gran espectáculo se trastorno la realidad para llevarnos a un festejo que desestimo las expectativas de los tres cuartos de aforo taurinos que asistieron al coso de la calle 26.

Se lidiaron astados de la ganadería de Juan Bernardo Caicedo, bien presentados uno por uno, pero desiguales en el conjunto. En cuanto al comportamiento no fue el esperado, de los seis tan solo uno permitió el corte de un trofeo, los cinco restantes fueron pitados en el arrastre. Cabe anotar que fueron tal vez en exceso, como lo son muchas veces, los gritos de malo ganadero, porque el dueño de la dehesa selecciona lo mejor de su cabaña para llevar a una plaza de toros y prueba de esto es los triunfos alcanzados en las plazas de Cali, Manizales y Armenia, para no hablar de los alcanzados en el extranjero. Varios de los toros lidiados hoy eran hermanos de los indultados en otras plazas, lo que nos ratifica «que todos los dedos de la mano no son iguales».

En el cartel la empresa se esmeró en conformar una terna, que por demás era bastante costosa, José Antonio Morante de la Puebla y Julián López – El Juli, dos de las figuras de mayor importancia en el acontecer taurino mundial. El tercer actuante, el colombiano Pepe Manrique, contratado para todas las ferias del país y uno de los mejores ejecutantes del buen toreo en Colombia.

Pepe Manrique, fue el encargado de abrir el festejo. Con la capa fue poco lo que pudo hacer, sin embargo ganó espacio de las tablas al centro del albero. Su ejemplar recibió poco pica por parte de Clovis Velásquez. La faena de muleta la brindó a sus dos alternantes, como gesto de reconocimiento de la importancia del cartel. Manrique pese a las difíciles condiciones de la embestida de «Valiente», un toro rajado que buscaba reiterativamente las tablas como refugio, anduvo bien, valeroso, haciendo las cosas bien dentro de lo posible, porfió tanto como la mano derecha como con la izquierda. Mató de tres cuartos de espada y dos descabellos. Su labor fue silenciada y el toro pitado en el arrastre.

En el cuarto de la tarde no fue mucho lo que el colombiano pudo hacer, con el capote pasó inédito y en la muleta su labor se resume en voluntad y ganas de agradar. Su toro fue más una pesadilla que materia prima para triunfar. Mató de pinchazo y estocada. Recibió palmas desde el tercio, mientras que su desafortunado oponente fue pitado en el arrastre.

José Antonio Morante de la Puebla dejó ver hoy en Bogotá dos facetas diferentes de su actividad como artista, en su primero, con el capote pintó tres verónicas y una media que dejaron apreciar porque se le cataloga como uno de los toreros más estéticos y artísticos del momento, sin embargo, el torero de la Puebla del río no se entusiasmo con el comportamiento de su oponente y no brindó  su lidia. Buena parte de su trasteo con la muleta lo ejecutó en los bajos del tendido de sol, donde se conjugaron pocas tandas, las cuales estuvieron impregnadas de voluntad y técnica, aspectos que poco confluyen en este enigmático torero. Mató de media estocada saliéndose de la suerte y un descabello certero. Su labor fue silenciada, aunque durante el trascurso de la lidia varios sectores de la plaza aplaudieron sus ejecutorias. Su ejemplar fue pitado en el arrastre.

En su segundo tampoco se cumplió el viejo aforismo «no hay quinto malo». Morante nos dejó ver algo típico en él, si el toro no vale, él fácilmente se espanta. Morante es en toda la extensión de la palabra un torero y no un lidiador. Hoy se espantó frente a un toro complicado y con peligro y el público se metió fuertemente en contra suya, durante la lidia, en los toros siguientes y al abandonar la plaza al final de festejo. Mató de pinchazo saliéndose de la suerte y bajonazo efectivo. Pitos a toro y torero.

Julián López – El Juli, una vez más se comprobó que Bogotá es su plaza y que las condiciones de los astados no son excusa para no estar bien en la capital colombiana. A su primero lo saludó sin permitir que subalterno alguno ni siquiera asomara a la arena, cuatro verónicas con mucha tela y una media permitieron presagiar un cambio de rumbo en la corrida. Con la muleta no brindó y ejecutó una faena construida a base de conocimiento, al dejar siempre en la cara de su oponente la muleta para no dejarlo huir hacia las tablas. Fue tal la labor del torero español que sometió al de Juan Bernardo y finalmente lo vimos humillar. Mató de pinchazo, estocada y descabello. La presidencia concedió un trofeo justo por demás.

Finalmente, en el que cerró la tarde no alcanzo su voluntad para satisfacer las inquietudes del público, con el capote pasó desapercibido y con la muleta porfió sin encontrar el camino al éxito. Mató de cuatro pinchazos, el último hondo y suficiente.

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