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@wwaycorrigan

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For some people, the move to a totally digital, online world is a delightful development. Procedures that once required us to physically go somewhere can now be done via the swipe of a screen or the touch of a button with next to no exertion needed.

The digital dystopia

Opting out of the digital world is next to impossible.

Such advancements are presented to us as timesavers that allow for greater efficiency with what were heretofore tedious tasks.

A con-venience
In the world of banking and bill-paying, this is certainly the case. Many transactions can now be done via a computer or smartphone, so no more hours are lost waiting in a queue. And I’m all on for reducing the number of queues I have to stand in.

The same goes for shopping, although I do prefer to go out and make in-person purchases, especially for clothing and groceries.

There are, though, downsides to such digital “delights”.

For starters, there’s troubleshooting. When there’s a problem, getting to communicate with an actual human being can be quite the task.

Indeed, with some businesses and institutions, it’s almost as if they don’t want you to be able to make contact with a living person. This is — surprise, surprise — particularly so when it comes to making a complaint: A policy of, ‘frustrate the complainant to the point where he/she will just give up‘.

The social media giants are masters at this. Perhaps this is because many employees in Silicon Valley — and its offshoots — aren’t really social beings and thus are unable to properly engage with people.

‘A person can be logged out of the system just as easily as he/she logged in. From social credit to socially discredited.’

In any case, we’re not usually talking about life-or-death concerns when it comes to social media. In other areas, such as healthcare and security, the ability to talk to a living person in real time is usually more critical when problems arise.

Controlled
There’s also the rather important matter of simply being able to function in today’s society. Those who fully embrace the digital drive often portray it as a way ‘to be in greater control of our lives’. This might be so for the likes of Elon Musk or Mark Zuckerberg — the elite who have access to the controls — but for us mere plebs, not quite.

So while smartphone apps and electronic payments may have made regular banking a breeze and resulted in fewer fees, there are other prices to pay. Just how in control can one be of one’s finances when somebody else is virtually holding the purse strings?

There have been a number of alarming instances in the not-very-free free world where citizens have had access to their accounts frozen for the “crime” of dissenting against the government of the day (see, for example, https://www.nytimes.com/2022/02/22/world/americas/canada-protest-finances.html, as well as the case of English journalist Graham Phillips, https://www.bbc.com/news/uk-england-nottinghamshire-62308528 & https://www.dailymail.co.uk/debate/article-11065067/PETER-HITCHENS-Freedom-means-freedom-nasty-people.html). How wonderfully democratic and liberal, eh?

Fair enough, denying people access to their bank accounts predates today’s digital age. However, in the past, payment in cash for pretty much anything was still an option. In contrast, in most high-income nations today, it has become extremely difficult to pay with notes and coins (this isn’t quite the case yet in Colombia, thankfully).

In such an environment, a person can be logged out of the system just as easily as he/she logged in. From social credit to socially discredited.

There are those who see little wrong with this. The argument is that law-abiding citizens have nothing to worry about. The “democratic” West’s checks and balances are a bulwark against injustices.

That’s great in theory. Yet, as mentioned above regarding the freezing of bank accounts of people who have not been convicted of a crime and as seen with the actions taken against those who refused, with solid arguments, to take covid-19 vaccines, the empirical evidence is far from reassuring.

Yes, there are few things in this world over which we have complete control. However, the digitalisation of many aspects of our daily lives is moving us to a position where we’ll have no real control over hardly anything.

With each new technological “convenience” managed by largely invisible, unaccountable actors, we have a further dissolution of what’s left of an individual’s independence. Welcome to the digital dystopia.
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PERFIL
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La vida en Colombia desde la perspectiva de un periodista y locutor irlandés, quien ha vivido en el país desde 2011. El blog explora temas sociales y culturales, interacción con los nativos, viajes, actualidades y mucho más. Escucha su podcast acá: https://anchor.fm/brendan-corrigan.

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Esta entrada viene a cuento después de leer la siguiente caricatura. Me gustan mucho algunas caricaturas. Click para ampliar.

Supongo que no ha sido únicamente la literatura, sino la ciencia en general, o la imagen que de ella se tiene, la que sin proponérselo ha creado falsas expectativas sobre el futuro posible. Expectativas de una vida sin dolor, de una vida tan larga como se quiera, llena únicamente de paz y tranquilidad, o por qué no, de emociones fuertes pero controladas. Y con futuro posible, estimado lector, me refiero a ese futuro que usted y yo muy probablemente veamos y vivamos, no el de los nietos de sus nietos.

En la literatura no es muy difícil encontrar ejemplos de lo anterior. Como quizás el lector sepa, desde Julio Verne hasta Isaac Asimov, pasando por el genial H. G. Wells, se cuentan por decenas los escritores de ciencia ficción que por una u otra razón dedicaron gran parte de su producción a imaginar 'extensiones' del mundo en el que vivían, un mundo que en algunos aspectos se parece mucho al que descansa (o sufre, según algunos) bajo nuestros pies justo ahora. Es así como desde hace más de cien años se espera con ilusión la llegada de los carros voladores, los dispositivos de teletransportación y los viajes a colonias humanas o extraterrestres en otros planetas.

No siempre el problema es que todo esto sea o no posible; el problema es cuánto se demorará su masificación, si es que se logra. Ejemplo clásico: Hoy en día se puede construir un carro que 'vuele', que con algún sistema de propulsión (una hélice, una turbina) se mantenga suspendido en el aire o se desplace a velocidades sobresalientes sin tocar el suelo y sin ser del todo un avión. Es posible; se ha hecho. Lo complicado sería cambiar todos los carros del planeta por estos vehículos, adaptar las normas de tránsito a esta nueva situación, y (lo más difícil, creo yo) capacitar a los nuevos conductores, que lejos de aprender parqueando el auto de sus tíos en reversa, una vez al volante serían dueños de poco menos que misiles tripulados, algo que me da miedo. Cosas así.

Ejemplos como el anterior se encuentran por arrobas; dentro de ciertos límites, quizás ya existe la tecnología que permite muchas cosas antes sólo imaginables (¿no están cansados de leer y ver programas sobre 'los objetos salidos de Star trek'? Yo sí). La prueba de que el arte no es completamente responsable de meternos estas ideas en la cabeza es que no todas las historias de ficción en el futuro auguran situaciones bellas. Como no he leído mucho, siento que los ejemplos en el cine son mucho más numerosos que en la literatura. Muchos directores han soñado distopias, palabra en inglés que se podría definir como 'mundo futuro, probable y decadente'. Así las cosas, Blade Runner, Total Recall y Waterworld, con perdón de los cinéfilos, son distopias, pues prometen un futuro difícil, violento, con la humanidad reducida a la pobreza, la discriminación y la enfermedad. Nuevamente, ese es sólo un punto de vista; al otro lado tenemos cintas como I, robot o Minority report, quizás un poco menos pesimistas, que muestran cómo ciertos avances agigantados de la tecnología (y no completamente ajenos a las posibilidades actuales) podrían resultar verdaderamente beneficiosos para la humanidad.


El caso de Inteligencia Artificial me parece más razonable. Uno diría, después de pensarlo un poco, que Spielberg (al igual que Saramago) intenta mostrar las dos caras de la moneda; un mismo mundo en el que convive la felicidad verdadera con la decadencia completa, y el viaje de un personaje de un lado a otro. Siempre me ha llegado hondo el hecho de que existan tantas opiniones sobre algunos temas, tantos puntos de vista y a veces todos tan diferentes. ¿Es posible aprender algo de todo esto? Pues... quizás, si antes de creer en algo decidimos echar un vistazo al otro lado de la hoja, si antes de tomar una posición ciegamente escogemos abrir nuestras posibilidades y dedicar un poco de receptividad a quienes opinan algo opuesto a lo corriente, lo cómodo, el mainstream, quizás podamos aprender algo que no sabíamos, o caer en cuenta de cosas que ni siquiera imaginábamos.

dancastell89@gmail.com

PD1: Esta otra caricatura también me parece buen; es orgullosamente geek... así es la vida. Y viene muy a cuento. Se llama xkcd y la dibuja un ex trabajador de la NASA, para que se hagan una idea.



PD2: Si creían que hay verdades que absolutamente Todo el mundo cree, échenle un vistazo a la página de los creyentes de la tierra plana. Eso demuestra que todos los temas tienen por lo menos dos caras, (siempre) obviando, claro está, la validez de cada una.

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