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Por René Cortés

Este blog fue publicado inicialmente en Moviliblog del Banco Interamericano de Desarrollo

http://blogs.iadb.org/moviliblog/2014/02/27/america-latina-estamos-preparados-para-megaproyectos-de-transporte/

Buenas noticias, sí. Estamos construyendo grandes proyectos de transporte en la región. Hay varios ejemplos como los de Brasil, Colombia, México, Panamá… y en algunos casos son clasificados por sus promotores como “megaproyectos”. Pero, ¿dónde trazamos la línea para diferenciar un proyecto común y corriente de un megaproyecto? En Norteamérica se aplica una regla muy sencilla: todo proyecto que requiera una inversión superior a US$1.000 millones será clasificado como megaproyecto. Sin embargo, la escala de los proyectos que se realizan en Norteamérica, tanto por su monto como por su alcance, no es comparable con la de los proyectos que se realizan en América Latina y el Caribe.
 
Un megaproyecto en nuestra región es un proyecto que genera un alto impacto y tiene un alto nivel de riesgo independientemente de su monto de inversión. Los impactos pueden ser regionales, institucionales o financieros y los niveles de riesgo pueden ser de gestión, políticos, técnicos o económicos. No podrían ser comparables los montos de inversión de proyectos como la expansión del Canal de Panamá o el Programa de Expansión del Metro de Sao Paulo en Brasil, con la ampliación y modernización de Puerto Cortés en Honduras, o la implementación de un Sistema de Transporte Masivo en San Salvador. Sin embargo, en este ejemplo, estos cuatro proyectos podrían ser clasificados como megaproyectos.
 

Por lo general, los megaproyectos se caracterizan por:

  • el largo tiempo que necesitan para ejecutarse,
  • tener presupuestos elevados para la economía en la que se desarrollan,
  • involucrar a un alto número de actores tanto públicos como privados y
  • presentar mayores riesgos y altas complejidades tecnológicas, jurídicas y ambientales.

Por otra parte, los problemas más frecuentes que se presentan se clasifican en dos: (i) cálculos optimistas durante la etapa de planificación; y (ii) situaciones de conflicto durante su desarrollo. La magnitud de estos dos problemas dependerá de qué tan preparada esté la entidad a cargo y de poder minimizar los riesgos en todas las etapas del proyecto.

Incorporar elementos de distribución de riesgos y mecanismos de consolidación institucional, particularmente en la fase de evaluación y planificación, al igual que el acompañamiento de expertos en temas claves durante la fase de implementación, parece ser el mecanismo adecuado para asegurar una mejor toma de decisiones y un mejor desarrollo de megaproyectos.

La implementación de este tipo de proyectos no es una tarea fácil y nuestra región está mostrándole al mundo que aquí también estamos desarrollando megaproyectos. El reto ahora será mantener una tendencia creciente en el número de megaproyectos que se implementen, minimizando los riesgos y problemas que se puedan presentar, y a su vez ir cerrando la brecha que tenemos en términos de infraestructura de transporte.

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