Este blog fue publicado por El Banco Interamericano de Desarrollo en Ideas que Cuentan
Las mujeres han ido consolidando su poder económico en la región, aumentando su autonomía en la familia y siendo objeto de la atención de la banca y otros sectores del mercado. En un informe publicado recientemente, Pulso social de América Latina y el Caribe 2016: Realidades y perspectivas, llegamos a la conclusión de que la contribución de las mujeres al ingreso total del trabajo de los hogares en la región aumentó de 28% en 1996 a 35% en 2014.
Algunos países han logrado progresos espectaculares. Chile, por ejemplo, que tradicionalmente era mencionado como un país con un bajo desempeño en términos del empleo de las mujeres, es el que ha logrado el mayor progreso.
Las contribuciones de las mujeres chilenas empezaron entre los niveles más bajos de la región, con un 25% en 1996, lograron situarse en el promedio regional en 2008 cuando el ritmo de crecimiento aumentó, y pronto superaron a las de sus pares en Argentina en 2012. Actualmente, con un 38%, la contribución de las mujeres chilenas es casi tan alta como la de Uruguay, el país con el mejor desempeño de la región, donde la contribución de las mujeres en el total del ingreso laboral de los hogares es del 40%.
Desde hace ya tiempo, las transferencias condicionadas de efectivo se han centrado en poner el dinero en manos de las mujeres. Y hay buenos motivos para ello. La investigación ha demostrado que las mujeres toman mejores decisiones que los hombres con esos fondos, y que los orientan más hacia la salud y la educación de sus hijos. A medida que las mujeres aumentan su parte en los ingresos del hogar, es probable que varíe su poder de negociación en relación con la asignación de los recursos del hogar (tanto en términos de dinero como de tiempo). En este proceso, el mayor porcentaje del ingreso de las mujeres modifica de manera fundamental el funcionamiento interno de la dinámica familiar.
Como reflejo de esta dinámica, el empoderamiento económico de las mujeres a veces es interpretado como una amenaza para los roles de los hombres. Según la Encuesta Mundial de Valores, tanto los hombres como las mujeres en la región conciben el éxito de las mujeres en el mercado laboral como algo potencialmente problemático para las relaciones. El poder económico de las mujeres se percibe como más amenazante en América Latina y el Caribe que en Europa o en Estados Unidos. Por ejemplo, en nueve países de la región una tercera parte de los encuestados estaban de acuerdo con la afirmación siguiente: “Si una mujer gana más que su marido, es casi seguro que habrá problemas.” En cambio, el promedio de los países europeos y Estados Unidos era de 14%. Si bien las conclusiones son similares tanto entre los hombres como entre las mujeres, la afirmación encuentra más resonancia en las mujeres que en los hombres en todos los países estudiados, y hay una probabilidad ligeramente mayor de que las mujeres se muestren más de acuerdo con la afirmación que los hombres.
¿Qué significa esto en una región donde las familias monoparentales están aumentando cada vez más su prevalencia, y donde el 90% de estas familias tienen como jefe a madres solteras? ¿Se puede realmente decir que las mujeres gestionan más recursos de los hogares si los hombres están cada vez más ausentes y hay más mujeres que gestionan los hogares por sí solas? Si bien Pulso Social no aborda las fuerzas subyacentes detrás de la composición cambiante de las familias, sí analiza si el cambio en la contribución económica de las mujeres es sensible a las tendencias observadas en los hogares dirigidos por mujeres.
En primer lugar, para calcular nuestra medida estándar, sumamos todos los ingresos del trabajo en el hogar aportados por mujeres adultas y lo dividimos por todo el ingreso laboral en los hogares aportado por todos los adultos. El promedio para el país es el promedio para todos los hogares. El porcentaje en que contribuyen las mujeres en un hogar puede oscilar entre 0% y 100%. Si no hay hombres adultos en el hogar, la participación de la mujer será del 100%, aún cuando los ingresos de las mujeres sean muy bajos. Por lo tanto, para abordar la sensibilidad de la medida en los hogares gestionados por mujeres, restringimos el análisis a aquellos hogares donde se constata la presencia de al menos una mujer adulta y un hombre adulto. Debería señalarse que el nivel de las contribuciones de las mujeres disminuye, aunque la tendencia general es similar al conjunto de la muestra, lo cual señala que la conclusión de la mayor autonomía económica de las mujeres es generalizada y robusta.
Las mujeres en América Latina y el Caribe siguen ganando menos que sus contrapartes masculinas, sobre todo después de tomar en cuenta el mayor logro educativo de las mujeres. Por otro lado, las mujeres siguen estando subrepresentadas en los estamentos profesionales más altos de la región y en las juntas de sus empresas, como se analizaba en un blog reciente. Sin embargo, Pulso Social sugiere que, dado que la contribución de las mujeres a los ingresos laborales de los hogares han aumentado en América Latina, las mujeres manejan un poder de decisión cada vez mayor en numerosos sectores, tanto en las vidas de las familias como en el mercado.
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