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Escuché a muchas personas que van a votar por el ‘No’ en el plebiscito de mañana, y ciertas cosas me dejaron claras:

– Votar ‘No’, no es estar en contra de la paz, sino en contra de este acuerdo, o de algunos de sus puntos.
– Votar ‘No’, no es ser uribista, porque algunos incluso dicen que el ex-presidente no es un buen referente en este momento.
– Votar ‘No’, es decir que no se está de acuerdo con que los guerrilleros hagan política y puedan ser elegidos, e incluso que les den curules en el Congreso.
– Dicen que van a Votar ‘No’, porque consideran que los guerrilleros deben pagar cárcel de manera efectiva, o de la manera tradicional.
– Dicen que van a Votar ‘No’, porque la guerrilla va a seguir delinquiendo, no se va a acabar el narcotráfico y seguirá la violencia.
– Dicen que van a Votar ‘No’, porque siente que el presidente Santos le cedió todo a la guerrilla.
– Algunos dicen que van a Votar ‘No’, porque Colombia podría convertirse en un caso como el de Venezuela.

Estos puntos son los principales que escuché para defender su voto negativo en el plebiscito para fin del conflicto con las FARC, y al mirarlos con detalle y pensarlos calmadamente y sin pasión, no son puntos fuertes de debate, sino posiciones personales sobre cómo se deben hacer las cosas, y no que estén en contra de la Paz o el fin del conflicto.

Revisando cada punto, se puede ver que al final es un tema más de opinión:

Nos vamos a convertir en otra Venezuela. Esta afirmación tiene algo de sentido, porque tanto Cuba como Venezuela, apoyan el ascenso de regímenes populistas ante el desencanto de su clase política, sin poder prever nunca que esos “defensores de la democracia”, terminarían siendo tiranos comunistas antidemocráticos. Y a decir verdad, en Colombia sí puede pasar eso, porque la gente está cansada de la corrupción y el abandono de la clase política, y la transición de más de 2 millones de pobres fuera de la pobreza, causa que quieran vivir esa mejor calidad de vida, pero mantener el estatus de pobres para seguir recibiendo subsidios; por lo tanto, esta amenaza sí es real, pero no tiene nada que ver con el acuerdo con las FARC, porque con o sin ellas, Petro fue alcalde de Bogotá. La amenaza existe y debemos manejarla.

La guerrilla seguirá delinquiendo. Esto es falso, y es el gran triunfo del acuerdo. Lo que se está negociando es que las FARC dejen de ser una guerrilla, un grupo armado beligerante, que desea tomarse el poder con las armas, porque consideran que su pensamiento político es el correcto. Como dijo Timochenko, “Aquí nadie ha renunciado a sus ideas ni arreadas sus banderas derrotadas”, dejando ver que ellos seguirán luchando por sus ideales políticos, socialistas y populistas, pero sin armas. Este acuerdo de paz no acaba la violencia en Colombia ni mucho menos el narcotráfico, porque ambas cosas no son de las FARC, sino que las FARC las usó a su favor. El narcotráfico comienza en la Sierra Nevada en los setenta, y han pasado muchos carteles en su historia (Medellín, Cali, Norte del Valle, Úsugas, entre otros), y seguirán más de ellos, hasta que eso no se acabe o se legalice la droga. Es muy posible que muchos exguerrilleros – y esa es la clave – sigan delinquiendo, pero ya no en pos de una lucha social, sino como delincuentes.

No van a pagar cárcel. Es verdad, no van a estar en una cárcel, detrás de paredes y barrotes, como pensamos que deberían estar. Este es uno de los grandes “sapos” que nos tenemos que comer y que se han comido todos los procesos de paz en el mundo. Se nos dijo que después de firmado el Estatuto de Roma y haber entrado a la Corte Penal Internacional, las amnistías ya no eran posibles, sobre todo en crímenes de lesa humanidad, pero se creó una jurisdicción para solucionar eso de la mejor manera, o de lo contrario, el acuerdo sería imposible, porque nadie deja combatir para ir a la cárcel.

Van a hacer política. Sí, y qué bueno que así sea. Si son un grupo político que considera que las cosas se deben hacer diferente, deben ir a las urnas y convencer a la gente de sus ideas, y no imponerlas con las armas. Este no es un “sapo” que nos vamos a comer, es quizá lo más importante de todo el acuerdo, porque es el sentido mismo del respeto por las ideas políticas, de izquierda o derecha; pero como vivimos en un país, donde ser de izquierda es ser violento, comprender esto es muy complejo.

Votar ‘No’ es ser uribista. Uribe no es malo, y es quizá uno de los mejores presidentes que ha tenido la historia de Colombia. Aprovechó lo mejor pudo el aumento de los precios del petróleo y desarrolló algunas partes de la economía, y a nivel militar le asestó duros golpes a las FARC, ELN, Paramilitares y delincuencia común, como nunca había pasado en la historia. Gracias al Plan Colombia ideado por Pastrana, Uribe acorraló a la guerrilla y gracias a él, se pudo dar el diálogo que lleva al acuerdo. Bienvenidos todos los que se llamen Uribistas, porque honran la memoria y los ideales de un expresidente increíble en nuestra historia. Sin duda cometió errores y la historia dirá si hizo algo malo, pero sin duda mejoró a la país de una manera dramática. Pero, votar ‘No’, no es ser uribista, es pensar que ese acuerdo no es bueno para el país, que es diferente.

Votar ‘No’ es estar en contra del acuerdo. Esta es la gran verdad que vale la pena. Si los que votan ‘No’ lo hacen porque están convencidos que ese acuerdo no le sirve al país, están siendo ciudadanos demócratas que en las urnas van a defender sus ideas, como debe ser, sin necesidad de armas o memes en Facebook. Tiene el mismo valor el voto del ‘No’ como el voto del ‘Sí’, porque son las posición política, ideológicas y conceptuales de los colombianos. Está bien estar en contra del acuerdo.

Santos entregó el país a la guerrilla. Esta es la mentira más canalla de todas. Nadie le entregó el país a nadie, ni mucho menos se arrodilló a las Fuerzas Armadas, ni se les igualó con el enemigo. Lo que se hizo fue un acuerdo, donde los negociadores nunca cedieron en los puntos del modelo económico, el pensamiento del estado de derecho colombiano y el respeto a sus normas. Se cedió en temas de participación política y mecanismos de detención, pero no se le entregó el país a la guerrilla. Lo que pasa es que la gente –particularmente los Uribistas– le cobran a Santos que traicionó a Uribe, a cambiar sus banderas de guerra contra las FARC, por las de los diálogos, y mucha gente pensaba que a las FARC se les debía vencer en el terreno militar, gracias a los logros militares alcanzados; pero la verdad, es que eso es imposible, y seguir matando colombianos, no tiene sentido, por más que sean asesinos sanguinarios: en Colombia no hay pena de muerte, y eso es fundamental.

Dicho esto, los argumentos por el ‘No’ que he escuchado de diversas fuentes, no me convencieron. Intenté acercarme a ese pensamiento lo más que pude, imparcialmente, tranquilamente y con la menta abierta, pero lo que esgrimen no son hechos, sino puntos de vista, que son completamente respetables y que por eso muchos votarán por el ‘No’, pero yo votaré por el ‘Sí’, porque creo que poner fin a este conflicto acaba la guerrilla más vieja del mundo, dejaremos de matar colombianos y muchas cosas serán mejores.

No será fácil, porque firmar el acuerdo no es lograrlo. Ahora toca ejecutarlo y hacer que el país siga avanzando.

Nos vemos después de las urnas, no para ver quién ganó, sino para seguir construyendo este país.

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