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Si a los colombianos les preguntan si quieren que les pongan impuestos, la mayoría diría que no. Si les preguntan si están de acuerdo con las corridas de toros, muchos dirían que no. Al preguntarles si creen que se debe poner un impuesto para que la gente deje de tomar bebidas azucaradas porque eso genera obesidad, dirán que lo apoya. Cada vez que hacemos una pregunta pendeja, tendremos respuestas pendejas, pero al ser publicadas no quedan como noticias pendejas, sino como verdades para muchas personas.

Durante años he trabajado haciendo encuestas, con otras encuestadoras y analizando los datos que estas publican, y me he sorprendido de la gran calidad de algunos de mis colegas, pero sobre todo de la falta de seriedad de muchos que se quedan con sondeos irresponsables y que los presentan como noticias en los medios de comunicación.

Colombia no es un estado de opinión, o por lo menos las decisiones no se toman porque la gente esté de acuerdo o no con una medida política. La favorabilidad del Gobierno de Pastrana fue mucho peor que la de Samper, dejando ver que la gente prefería un gobierno corrupto vinculado al narcotráfico, que uno que quisiera hacer la paz, cosa que hoy tiene mucho de parecido.

Una cosa es usar encuestas para medir el estado anímico, de percepción y de emotividad de la población sobre ciertos temas y otra cosa, que esto sirva para definir políticas públicas o defender posiciones en las mismas. El Espectador publica en estos días un sondeo de menos 200 personas en Bogotá, donde dicen que la gente no está de acuerdo con las corridas de toros, e intentando hacer las cosas bien –y seguramente con buenas intenciones– informan cómo hicieron todo, pero después de aceptar que su muestra es muy pequeña y no es representativa, la analizan por segmentos, como si la opinión de solo 20 o 30 personas pudiera realmente hablar por la población capitalina. El Espectador se ha ganado el respeto de sus lectores por años y cuando publica algo así, la gente cree en los datos y el análisis, y mucho más si esos lectores están en contra de las corridas, y saldrán a decir que según un estudio publicado en El Espectador, la gente está en contra de la tauromaquia en la ciudad. Esto no solo afecta al diario, sino a sus lectores, que confiando en su fuente, son inocentemente engañados.

Lo mismo pasa con la urna virtual de Caracol, o con miles de encuestas que se publican en diversos espacios, inclusive en El Tiempo mismo, bajo la premisa que el periodista cree en lo que la fuente le dice, y la fuente cree que lo que hizo está bien, causando un sentido de verdad en cosa que están mal hechas y hacen que las personas se formen pensamientos equivocados.

Quizá en el fondo creemos que las decisiones deben ser tomadas por las mayorías, y buscamos estudios que defiendan nuestra posición, para autojustificarnos.

margen de error

Una encuesta bien hecha para saber algo con un buen nivel de profundidad, debe tener como máximo un error de análisis del 5%, porque al preguntar algo que tiene dos respuestas posibles, la diferencia entre las dos es válida, si la distancia entre las respuestas de más de 10 puntos. Me explico mejor: si a una pregunta de “Sí” o “No”, el 55%, responde que “Sí” y el 45% que “No”, la respuesta no es concluyente, pese a que claramente hay una diferencia de 10 puntos porcentuales; ¿por qué?, porque el dato de 55%, no es realmente 55%, sino entre 50% y 60%, y el 45%, es entre 40% y 50%, dejando ver que existe la posibilidad de un empate en 50%. Sobra decir que 400 personas deben responder «Si» o «No», si algunos no responden o dicen que «No Saben», los porcentajes cambiarán.
Un error del 5% se logra con una muestra de solo 400 personas, bajo dos premisas fundamentales: que de verdad la muestra sea lo más aleatoria posible y que no se analicen aperturas sobre los 400.

Una muestra aleatoria es aquella que escoge al azar a las 400, con el fin de obtener la opinión de todos los segmentos posibles de población, y por eso las encuestadoras hablan de conceptos complejos como “muestreo aleatorio estratificado”, que lo que busca es escoger a los encuestados al alzar pero tomando gente de todos los estratos, visitándolos o llamándolos, y no esperando a que lleguen a un portal de internet, y por eso aún, mucha de la investigación en línea tiene serios problemas. Por esto, un encuesta de intención de voto presidencial en una convención de un partido político, es una pendejada.

En cuanto a las aperturas, lo que quiero decir es que si se encuestan 400 personas aleatoriamente, se puede tener una medida de lo que se quiere medir, considerando que existe un error del 5% para arriba y del 5% para abajo; pero, si al analista le da por dividir esos 400, en 200 hombres y 200 mujeres, el error de cada uno esos grupos pasa de 7%, aumentado en 4 puntos porcentuales la franja de error. No falta que después lo hace por estratos, y se encuentra que de los 400, solo 6 son de estrato 6, y pese a que esto tiene un error del 40% (es decir, de una franja de 80 puntos porcentuales), publica el dato como un hecho.

Hacer una encuesta bien hecha, es tan complejo que no es solo una profesión, sino un trabajo muy serio, que involucra encuestadores preparados, matemáticos, sicólogos, antropólogos, analistas y otros profesionales con años de experiencia, para lograr una estimación correcta, pero no exacta, y donde siempre la interpretación de los datos es mucho más importante que el dato mismo.
Ahora bien, la pregunta de moda: ¿Por qué se falla en las encuestas de intención de voto?, por cuatro razones fundamentales: (1), cuando se llenen los resultados, casi nadie revisa los márgenes de error y hace el ejercicio que se hice anteriormente; (2) se pregunta por el futuro, y es probable que la gente cambie sus acciones y opiniones de un día a otro; (3) Por no tener los recursos necesarios, porque los contratantes (medios de comunicación, partidos y otros) lo miden solo en las 4 ciudades principales porque es más barato, y dejan a más del 50% de la población por fuera del estudio; (4) finalmente, porque la publicación del dato, se da días después de haber hecho la pregunta, y si algo pasa en el camino, cambia la posición de la gente.

Este año, las grandes y las buenas encuestadoras de Colombia, comenzarán a mostrar la intención de voto para muchos candidatos presidenciales, partidos políticos, la opinión sobre el proceso de paz y demás cosas de este estilo, por eso si quieres entender los resultados siempre piense lo siguiente: si el candidato “X” tiene el 30% de intención de voto, es clave saber dónde preguntaron, a quienes, en que días y a cuanta gente encuestaron, porque si tiene el 30%, en una encuesta en las 4 ciudades con 1.000 encuestas, realmente tendrá una intención (que no un voto real) entre el 27% y el 33%, en esas 4 ciudades, y no se sabe que opina el resto del país, que seguramente piensa diferente a las grandes capitales; adicionalmente les recuerdo, que en la historia de estas encuestas la abstención esperada es del 30%, y la real es del 60%, porque mucha gente dice que va a votar, y al final, la pereza del domingo les gana.

Gracias a buenas encuestas se han tomado muy buenas decisiones, y desafortunadamente gracias a buenas encuestas mal leídas, o leídas más con el deseo que con la razón, se han tomado desastrosas decisiones; imagínese lo que pasado cuando se toman decisiones con encuestas pendejas, como “¿Está de acuerdo o no con que haya pico y placa en la ciudad?”.

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